lunes, 8 de abril de 2019

Una oración de protección y bendición para mis hijos

 
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Oración de bendición y de protección que pueden hacer los padres por sus hijos para cuidar y velar por ellos espiritualmente
Como padres, uno de los papeles más importantes e influyentes que toca en la responsabilidad de cuidar y velar por los hijos es la de llevarlos por las sendas de la fe y la justicia, batallando incansablemente contra las corrientes del mundo que suelen ser muy contrarias a los principios cristianos.
Los padres, debemos convertirnos casi que en guerreros de la oración por los hijos. Luchar por sus almas a través de la intercesiónpara que no se pierdan
Debido a la cercanía de su relación, los padres pueden conocer a sus hijos mejor que ningún otro y pueden discernir en qué momento necesitan más apoyo de la oración.
A continuación, te presentamos una oración de bendición y de protección que pueden hacer los padres por sus hijos
Oh Señor,
Gracias por mis hijos. Te pido que ellos te miren a través de mí y por ello te sigan. Por favor perdóname cuando cometa un error y ayúdales a ellos a perdonarme también. Señor, te ruego que mis pequeños vean y se den cuenta dentro de su corazón cuánto los amas.
Te pido que ellos sepan sin dudarlo que los amo también… especialmente cuando cometen errores.
Ayuda a mis niños para que sepan que ellos "fueron hechos de una manera tan admirable y maravillosa" según el Salmo 139,14. Y que tienes grandes planes para sus vidas y que les ayudarás a prosperar y tener esperanza... aun cuando los tiempos sean difíciles (Jeremías 29,11).
Te pido para mis hijos la fortaleza para que al hacer cosas difíciles, nunca se rindan. Permíteles, te lo suplico, Señor, que aprendan de sus errores y vuelvan a levantarse cuando caigan.
Dales la sabiduría para reconocer lo que es bueno y lo que es malo. Protégelos de caer en las trampas de la adicción, el abuso, la ansiedad, la depresión, y el orgullo.
Señor, dales la gracia de dirigir hacia Ti a todos aquellos que quieran hacerlos errar su camino, pero a la vez que sean listos al elegir sus mejores amigos.
Te pido que mis hijos entreguen su pequeño gran corazón a Ti. Y cuando alguien trate de quebrantarlos, Tú puedas estar ahí para hacerlos sentir completos otra vez.
Ayúdales también Señor, a tomar buenas decisiones, que tengan impactos positivos en su futuro. Capacítalos con aquello que tienes reservado para ellos. Ayúdales a mantener siempre la mirada firmemente dirigida hacia Ti y hacia Tu voluntad para que estén siempre en sintonía con lo que Tú quieras que hagan.
Dales hambre de Tu palabra, y ayúdales a guardarla celosamente en sus corazones.
Oh Señor, ayúdame a realizar todo aquello que esté en mis manos para enseñarles a ser individuos independientes que te amen, que amen a la gente y sirvan a Tu Palabra.
Cuando ellos decaigan y duden de sus habilidades o de su misión en este mundo, ayúdame a decir las palabras correctas portadoras de esperanza.
Gracias por este grandioso regalo que es verlos crecer y  aprender. Que nunca me pase desapercibido ni siquiera un día.
Gracias por amar a mis hijos aún más de lo que yo puedo hacerlo. Sus vidas están en Tus asombrosas y amorosas manos, Señor. Míralos, protégelos, y mantenlos saludables, fuertes, inteligentes y amables, para que ellos puedan iluminar con Tu luz.
Con el Poder de Jesús,
Amén.

¿Cómo debemos recibir la Comunión?

Imagen referencial. Foto: Pixabay / Dominio público

Como hijos de Dios estamos invitados al banquete pascual y la preparación espiritual y vivir en gracia son vitales, pero a ello le debemos agregar la importancia de recibir la Sagrada Eucaristía como lo establece la Iglesia Católica.
Lamentablemente, existen malas prácticas presentes en nuestras iglesias que ameritan un esfuerzo de los fieles para transmitir las formas correctas de recibir la Comunión.  
Existen dos formas establecidas por la Iglesia Católica para recibir el cuerpo de Cristo.
La primera es recibir la Hostia en la lengua, donde debes dar un paso adelante y de pie o de rodillas recibir la Comunión.
El Catecismo de Baltimore, empleado en las escuelas estadounidenses hasta finales de los años sesenta, apunta que “la Sagrada Eucaristía es el Sacramento que contiene el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo bajo la apariencia del pan y del vino”. Asimismo, precisa que “Jesucristo está presente en cada una de las pequeñas porciones de la Sagrada Eucaristía, bajo la forma del pan o del vino; porque Su cuerpo en la Eucaristía está en un estado glorificado, y como parte del carácter de una sustancia espiritual, no requiere un tamaño o forma definidos”.
Recuerda que si estás de pie debes hacer una señal de reverencia, genuflexión o una Señal de la Cruz antes de recibir la Hostia. Sé muy cuidadoso y siempre respeta la cola de comunión.
El Catecismo de Baltimore también sugiere que “al recibir la Sagrada Comunión, el comulgante incline la cabeza ante el Sacramento como un gesto de reverencia y recibe el Cuerpo del Señor de parte del ministro” (GRIM 160).
Luego de ello, el sacerdote sostiene la Hostia y dice: “El Cuerpo de Cristo”, a lo que debes responder “Amén”. Acto seguido, inclina ligeramente la cabeza hacia atrás y extiende la lengua. El sacerdote colocará la Hostia en tu lengua después de que digas “Amén”.
El segundo método para recibir la Comunión es en la mano. En este caso, debes colocarte de pie o de rodillas para recibir la Comunión. Debes tener en cuenta que si te mantienes de pie debes hacer una señal de reverencia antes de recibir la Hostia.
En ese momento, el sacerdote levanta la Hostia y dice: "El cuerpo de Cristo", y debes responder: "Amén". La forma correcta es extender la mano izquierda con la palma hacia arriba y con la mano derecha colocada debajo de la izquierda (si eres diestro), y así recibir la Hostia.
Es importante tomar y consumir la Hostia en presencia del sacerdote antes de retirarte para regresar a tu asiento.
El católico debe esforzarse por recibir al Señor Jesús no solo con el corazón dispuesto y en gracia, sino con el respeto que Cristo merece. En ese sentido, debes evitar desesperarte y querer atrapar la Hostia lo más rápido posible, tratar de adivinar cada movimiento del sacerdote o no abrir bien la boca debido a una distracción.

Lecturas del Lunes de la 5ª semana de Cuaresma

Lunes, 8 de abril de 2019

Primera lectura

Lectura del libro de Daniel (13,1-9.15-17.19-30.33-62):

EN aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y temerosa del Señor.
Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.
Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo:
«En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo».
Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.
A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.
Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes.
Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola.
Susana dijo a las criadas:
«Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño».
Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron:
«Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas».
Susana lanzó un gemido y dijo:
«No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor».
Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín.
Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.
Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron:
«Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín».
Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes.
Toda su familia y cuantos la veían lloraban.
Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana.
Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.
Los ancianos declararon:
«Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.
En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello».
Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y la condenó a muerte.
Susana dijo gritando:
«Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».
Y el Señor escuchó su voz.
Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz:
«Yo soy inocente de la sangre de esta».
Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
«Qué es lo que estás diciendo?».
Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
«Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».
La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
«Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».
Daniel les dijo:
«Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar».
Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo”. Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».
Él contestó:
«Debajo de una acacia».
Respondió Daniel:
«Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».
Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
«Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».
Él contestó:
«Debajo de una encina».
Replicó Daniel:
«Tu calumnia también se vuelve contra ti. el ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».
Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron.
Aquel día se salvó una vida inocente.

Palabra de Dios

Salmo


Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo


V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

V/. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

V/. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mí copa rebosa. R/.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):

EN aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Palabra del Señor