domingo, 5 de enero de 2020

¿Qué es la Misa? ¿Crees que la misa es aburrida? Cambiarás de opinión


papa francisco celebrando misa que es la misa es aburrida


¿Sabes qué es la Misa? ¿Es aburrida la misa y todo lo que sucede en ella? ¿O somos nosotros quienes llevamos el aburrimiento puesto?

¿Que es la Misa para ti? ¿Crees que la Misa es aburrida? La misa es un acto central precioso de adoración en la vida de todo católico. Cuando participas de la Santa Misa, estás participando de una comunión universal con todos los ángeles del Cielo junto a todos los Santos de Dios y todas las creaturas divinas, potestades que existen en el firmamento, para pasar un tiempo maravilloso y glorioso con Dios Creador, y al mismo tiempo, recibir las fuerza, sus gracias, bendiciones y toda la fortaleza interior que necesitamos para avanzar en nuestro camino cristiano

¿Qué es la Misa?

Antes que nada, debes saber que el nombre "Misa" viene de la bendición final (palabra en Latin) pronunciada por el sacerdote: "Ite missa es" que significa: "enviar" como Jesucristo envió a sus discípulos al mundo a predicar la buena nueva.
La Misa es nuestra manera de mostrarle a Jesús que lo amamos y cómo le expresamos nuestro agradecimiento por el Don de la salvación que derramó sobre toda la humanidad.
A través de la Iglesia queJesús fundó en San Pedro, Dios nos pide que obedezcamos el tercer mandamiento participando de la Fiesta de la Misa.
En su Carta a los Corintios, San Pablo nos habla de la Misa de una forma que busca exhortar a todos a participar de ella de forma que la adoración sea agradable a Dios
"Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación... Así, hermanos, cuando se reúnan para participar de la Cena, espérense unos a otros". (1 Corintios 11, 28-29.33)
La celebración de la Santa Misa no ha cambiado mucho desde el comienzo de los 2.000 años de historia de la Iglesia (CIC 1345). La Misa es un SACRIFICIO perfecto de adoración, un SACRAMENTO y una COMUNIÓN donde Jesús, nuestro Señor, está presente en su Palabra, en su sacerdote, en la reunión de su pueblo, y muy especialmente en las especies eucarísticas.

La Misa como Sacrificio.

Antes de cualquier fiesta o celebración tiene que haber algo de dar, algo de sacrificio. El elemento sacrificial de la Misa ocurre dentro del sonido de 4 campanas.
Primera campana: es una llamado. El Espíritu Santo está siendo invocado sobre los dones del Pan y del Vino. La Iglesia nos pide que estemos de rodillas en este momento porque es a Dios a quien estamos adorando y esperando.
Segunda campana: suena después de las primeras palabras de consagración: "Este es mi Cuerpo".
Estas palabras hacen exactamente lo que Jesús hizo en la Última Cena. Esa noche antes de morir, Jesús se sostuvo a sí mismo en sus manos, sacrificó Su Cuerpo al Padre por todos nosotros.
En este punto de la Santa Misa, el sacerdote muestra la muerte de Jesús en el Calvario de una manera incruenta, tal como Cristo lo hizo en la Última Cena.
El sacerdote, por el poder de Cristo, actúa en la persona de Cristo, y por las palabras de consagración, transforma el pan en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Tercera campana: suena después de que el sacerdote dice las segundas palabras de consagración: "Esta es mi Sangre...".
Jesús transformó el vino en Su Sangre al final de la Última Cena. Él mostró su muerte, su sacrificio de amor. Mostró su CUERPO y su SANGRE separados y los ofreció a Dios Padre.
El sacerdote en la Misa hace lo mismo: transforma el pan en el Cuerpo de Cristo y luego el vino en la Sangre de Cristo.
En la Última Cena, Jesús llamó al pan consagrado SÓLO SU CUERPO, y al vino consagrado SÓLO SU SANGRE. Esto fue hecho para mostrar Su sacrificio eterno (la separación de la Sangre del Cuerpo, que siempre significa muerte) bajo las formas de pan y vino hasta que Él regresa con toda su Gloria.
Por lo tanto, son las consagraciones SEPARADAS de pan y vino las que explican la naturaleza sacrificial de la Misa. Es el mismo sacrificio ofrecido en la Cruz sólo en el Calvario, como en la Última Cena, de manera incruenta.

Cuarta campana

Esta campana suena en la Comunión del sacerdote. Anuncia el fin del elemento sacrificial de la Misa.
Se hace sonar cuando el sacerdote consume la preciosa Sangre. Como cuando Cristo dijo en la Última Cena:
"He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios". Y tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios". (Lucas 22,15-18)
Cristo no bebió la última copa habitual de la celebración pascual de la Última Cena hasta que, al día siguiente, en Su crucifixión, se le dio vino agrio mientras padecía en la Cruz, y entonces Cristo dijo: "Todo está consumado", (Juan 19,30), y murió por nosotros en un perfecto sacrificio de amor.

La Misa: Sacramento de la Eucaristía.

La Misa es la Fiesta que Dios escogió para traer a Cristo REALMENTE vivo y presente bajo las apariencias del pan y del vino.
Después de la consagración, el pan y el vino ya no son pan y vino, sino que son, en realidad, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. No estamos hablando en sentido figurado o un sentido metafórico como lo creen algunos.
En el Evangelio de San Juan, Jesús habla LITERALMENTE acerca de darnos de comer su Carne y su Sangre. Muchos de sus seguidores lo dejaron solo cuando dijo esto, pero no por eso, Cristo echó atrás este regalo milagroso.
En la Eucaristía ocurre la TRANSUBSTANCIACIÓN (el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre del Señor), y creemos esto por la Fe, porque Jesús lo dijo LITERALMENTE y Su Palabra es verdadera. Su Cuerpo y Sangre es alimento para nuestras almas:
"Si no comemos y bebemos la Carne y la Sangre del Señor, no tenemos vida en nosotros". (Juan 6,53).
No estamos adorando un pedazo de pan o vino, estamos adorando LA REAL PRESENCIA VIVA del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor.
En el Sacramento de la Eucaristía, Jesús permanece presente aquí en la Tierra con nosotros de una manera muy real, visible y tangible.

La Misa es comunión.

Celebrar la Santa Misa es también celebrar una COMUNIÓN completa con Cristo y su pueblo santo, debido a que en la Última Cena (cuando se instituyó la Eucaristía) Jesús oró para que todos seamos uno:
"Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste". (Juan 17,21).
Este deseo de unidad de Nuestro Señor tiene su expresión más plena en la Comunión Eucarística. En cierto modo, nos convertimos en lo que comemos. Sin esta perspectiva, las palabras del Padre Nuestro, "danos hoy nuestro pan de cada día", carecen de todo su significado.
En la comunión, Dios quiere que tengamos una relación íntima, profunda y estrecha con su amor, que nos convirtamos en miembros eucarísticos de su Cuerpo y seamos multiplicadores de su esperanza.

¿Que es la Misa? Una adoración preciosa.

En la Misa, el sacerdote hace realmente presente el Sacrificio de la Cruz, y trae en Cuerpo, alma, Sangre y Divinidad a nuestro Señor en las especies del Pan y del Vino. Un Milagro tan maravilloso como esto solo se le pudo haber ocurrido a Dios, un regalo precioso para nuestros corazones
Entonces, ¿Crees que la misa es aburrida? Tantas cosas que pasan en ella y que muchos pasan desapercibidos.
"Señor, danos un corazón puro para amarte siempre y como te lo mereces".

La oración de perdón. Aprende a perdonarte a ti mismo


mujer arrodillada orando en piedras

Una oración de perdón. Perdonarte a ti mismo a veces resulta más difícil que perdonar a otro. Reza la oración de perdón y libérate

Sanar con la oración de perdón. A veces, perdonarte a ti mismo resulta más difícil que perdonar a otros. Reza la oración de perdón y libérate de esa carga, pues cuando llevamos algún sentimiento de culpa por algo que ha sucedido en el pasado, sentimos profundamente, por lo general, una horrible sensación de desdicha.
Es importante para todos, que nos podamos perdonar para poder avanzar y liberarnos de esas angustias que desestabilizan todos nuestros sentidos. Perdonarte a ti mismo, te puede ayuda a mejorar la salud, ayuda a tu camino de sanación.
Antes de ir con la oración de perdón, te invitamos a leer uno de los Salmos, que a muchos nos trae la alegría. Se trata de un Salmo que es una acción de gracias a Dios por el perdón que ha otorgado
"¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! Mientras me quedé callado, mis huesos se consumían entre continuos lamentos, porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se secaba por los ardores del verano. Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!" (Salmo 32(31),1-5)
Te presentamos a continuación, una oración de sanación y liberación sobre el perdón, en la que puedes recurrir a diario, si es necesario, en tus momentos de debilidad o de oscuridad, que puede ayudarte a encontrar ese perdón interior que sane tus propias heridas.

Oración de perdón

Mi amado Jesús, he venido hasta Ti en este momento porque sé que sólo Tú me puedes ayudar, quiero contarte ahora lo que hay en mi corazón.
Sé que Tú me puedes llenar de bendición, por eso, te entrego todo lo que soy, toma mi vida, toma el desierto de mi vida y hazlo florecer. Tú me has dicho que no me vas a abandonar y yo confío en esa palabra, creo en ella, creo que es una promesa de amor.
Quiero pedirte perdón por mis pecados. Derrama tu sangre bendita sobre mí, perdóname, Señor mío, por todo aquello que no he hecho bien, por todo el mal que he hecho queriendo hacer el bien. No he actuado como corresponde.
Reconozco mis faltas, muchas veces, a diario, me olvido de Ti, me he olvidado de tu amor, de tu misericordia, por las veces que he transformado mi vida en algo sin norte, sin rumbo.
Muchas veces he creído en muchas cosas fuera de Ti y no en tu amor sincero, por eso, Padre mío, a Ti que me amas incondicionalmente, te pido perdón por mis pecados, por conservar también rencor en mi corazón, por no perdonarme a mí mismo el daño que he causado, por las veces que he creído en maleficios, en embrujos, en esoterismos y cosas sin sentido que me han alejado de tu bondad.
Rompe Señor, con todas esas cadenas que me han atado a vivir una vida llena de dolor y sufrimiento.
A veces pienso que es tan grave mi falta que no soy digno de tu perdón, por ello, te ruego, te imploro, te suplico, que siembres en mi alma, la humildad, el amor, la confianza para poder perdonarme esas heridas que me dejaron los vacíos de no tenerte y de apartarte de mí.
Te pido perdón, Jesús mío, por todas las faltas cometidas contra mis hermanos, he caído en las habladurías y he hablado mal de ellos, he actuado mal y no he sabido vivir el servicio de la generosidad, solidaridad y amabilidad con ellos, he actuado cegado por la rabia, por la ira, perdón Señor, perdón.
Perdóname por los momentos en que he querido lanzar la toalla, que no he valorado que soy hechura tuya. Perdóname cuando he gritado al mundo entero que no puedo más, que ya no puedo seguir.
Perdóname por los momentos en que no me he valorado, en que he pensado que de nada sirvo en este mundo. Quiero sentir que limpias mi corazón, que me liberas.
Quiero saber que Tú estás conmigo y que toda frustración y todo deseo de miseria que habita en mí, quede destruido por el poder de tu Cruz.
Sólo Tú, Señor de la historia, me das vida en abundancia, por eso me retiro confiado de saberme perdonado, sano y liberado por tu amor.
Lléname de tu fuerza de ahora en adelante, necesito siempre de tu amor, de tu perdón, de tu alegría para vivir. Quiero sentir tu presencia, tu paz, tu gozo en cada circunstancia de mi vida.
Lléname de tu poder, lléname de fortaleza y por sobre todo, envíame tu Espíritu Santo, el gran Consolador, para que guíe mis pasos y pueda caminar hacia Ti, sintiéndome perdonado y amado por Ti.
Me perdono, me perdono, me perdono por tu amor y por tu bondad, me perdono por tu Cruz y por tu Palabra que todo lo sana y todo lo renueva.
Amén.




Lecturas del Domingo 2º después de Navidad

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (24,1-2.8-12):

LA sabiduría hace su propia alabanza,
encuentra su honor en Dios
y se gloría en medio de su pueblo.
En la asamblea del Altísimo abre su boca
y se gloría ante el Poderoso.
«El Creador del universo me dio una orden,
el que me había creado estableció mi morada
y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob,
y fija tu heredad en Israel”.
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y nunca más dejaré de existir.
Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él,
y así me establecí en Sión.
En la ciudad amada encontré descanso,
y en Jerusalén reside mi poder.
Arraigué en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 147,12-13.14-15.19-20

R/.
 El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

V/. Glorifica al Señor Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

V/. Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.

V/. Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,3-6.15-18):

Bendito sea el Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo
para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Juan (1,1-18), del domingo, 5 de enero de 2020

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,1-18):

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor