martes, 7 de marzo de 2017

María Montessori, la mujer que revolucionó la educación


Las raíces cristianas del método de aprendizaje que respeta la psicología natural y el desarrollo físico y social del niño

Nacida en 1870, María Montessori fue una médico y educadora italiana cuyo trabajo fue elogiado por los papas Pablo VI y Benedicto XVI. Su visión del niño como una persona completa, compleja y frágil destinada a desarrollarse y su método educativo para ayudarle a lograrlo con éxito cuentan con una importante reputación internacional. Gracias sus primeros escritos, publicados en 1935, su pedagogía destacó por su originalidad impregnada de la sabiduría tradicional.
El método Montessori, aplicado todavía hoy por miles de personas alrededor del mundo, tiene sus raíces en la fe de su autora. Su intención esofrecer a los niños una educación respetuosa sus intereses y atenta a ellos para adaptar su entorno de aprendizaje a su nivel de desarrollo. María Montessori lo explica en “Dios y el niño“, un escrito inédito en el que rescata las convicciones profundas de esta célebre pedagoga.
El Niño-mesías
Para María Montessori el niño está dotado de una grandeza natural que busca desarrollarse en un entorno propicio. Ella es católica y su pensamiento toma la imagen de Cristo para proporcionar al niño una misión divina.
Su pedagogía sigue su propio camino, pero nunca se aleja de las las palabras de Cristo a los niños. Y es a través de la observación de sus comportamientos durante años llega a la conclusión que los niños están dotados de una riqueza interior innata que podrían perder o ignorar si su entorno les impide desarrollarla.
Un embrión espiritual
En “El niño” encontramos la metáfora del “embrión espiritual” que, para expresarse, tiene que pasar por una encarnación.
En numerosas ocasiones, María Montessori expresa su entusiasmo por el desarrollo del niño y el misterio que lleva consigo. Y la palabra “milagro” se plasma con regularidad a lo largo de su escritura.
El carácter cristiano de su pedagogía no da lugar a dudas en la forma en que termina su capítulo sobre el recién nacido donde encontramos una dimensión crística sin equívocos:
“Llegó al mundo
Y el mundo fue hecho para él.
Pero el mundo no lo reconoció.
Llegó a su propia casa
Y los suyos no le recibieron … “






Oración de San Agustín: “Tarde te amé” Una de las oraciones más bonitas de todos los tiempos



Oración de San Agustín: “Tarde te amé”








¡ Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!

Tú estabas dentro de mí, y yo fuera,
y por fuera te buscaba, y deforme como era
me lanzaba sobre las cosas hermosas por Ti creadas.

Tú estabas conmigo,
y yo no estaba contigo.
Me retenían lejos de Ti todas las cosas,
aunque, si no estuviesen en Ti, nada serían.

Llamaste y clamaste,
y rompiste mi sordera.
Brillaste y resplandeciste,
y pusiste en fuga mi ceguera.

Exhalaste tu perfume,
y respiré,
y suspiro por Ti.

Gusté de Ti,
y siento hambre y sed.
Me tocaste,
y me abrazó tu paz.


Por san Agustín 
Artículo originalmente publicado por Oleada Joven

Lee también: El decálogo de san Agustín para orar

Martes de la Primera semana de Cuaresma


Libro de Isaías 55,10-11. 

Así habla el Señor:
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que yo quiero
y cumple la misión que yo le encomendé.

Salmo 34(33),4-5.6-7.16-17.18-19. 
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.


Evangelio según San Mateo 6,7-15. 
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.