viernes, 9 de noviembre de 2018

Examen de conciencia para preparar una buena confesión

CONFESSION

Sugerencias para acercarse al sacramento de la reconciliación

Mucha gente se acerca a la confesión sin antes haber examinado a fondo su conciencia. Y así se pierde del perdón total y de la gracia que renueva hasta las raíces de la existencia. Esto es un servicio para ustedes.
Examinar la conciencia para pedirle a Dios perdón por los pecados cometidos; es, en primer lugar, ponerse delante de Él para que su misericordia nos alcance y, tocados por el amor de Dios que perdona, nos abramos al arrepentimiento y al perdón.
Por eso, las sugerencias que a continuación se escriben, son sólo una ayuda para que quien quiera confesarse lo haga mejor pero siempre desde la gracia de Dios que es la que nos lleva a la contrición.
Este examen de conciencia lo tengo almacenado en mi computadora hace mucho tiempo. No sé con certeza de dónde lo saqué, pero está bastante completo, por eso se los comparto.
El primer paso que debemos dar es ponernos en presencia de Dios para rezar con confianza al Señor, pidiéndole que nos ilumine para reconocer que Dios es misericordioso, que nos ha librado de la esclavitud del pecado por su muerte en Cruz, y así reconozcamos nuestros pecados.
Luego de esto, nos interrogamos acerca de nuestra vida y nuestros actos concretos de cada día.
Primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
Este mandamiento nos pide que, ante todo y en todas las cosas, elevemos nuestra mirada a Dios, al Padre  que nos conduce con amor providente, al Hijo que ha dado su vida por nosotros para que nosotros adquiramos vida en Él, y al Espíritu Santo, que nos conduce en la vida cristiana.
¿He pecado contra la fe poniendo en duda algunas de sus verdades? ¿He negado a Dios, a la Iglesia, a los santos o alguna otra verdad de nuestro Credo? ¿Rechacé a Dios o a la Iglesia delante de los demás? ¿Desesperé de mi salvación, o abuse de la confianza en Dios, pensando que no me abandonará o que me salvaré aún cuando lleve una vida de pecado o no me esfuerce en convertirme para alcanzar la santidad? ¿Murmure interiormente o manifesté mi rebeldía contra Dios cuando me sucedió algo malo o no recibí lo que esperaba? ¿Descuido la oración o rezo con descuido y pereza, olvidándome fácilmente de las cosas de Dios? ¿Trato de formarme cristianamente para conocerlo y amarlo más a Dios? ¿Practico la superstición a través de los horóscopos, el espiritismo, o distintos gestos que no son de la Iglesia? ¿Guardo el debido respeto y uso con devoción y fe de los objetos que manifiestan a Dios y a los santos como las estampitas, el santo Rosario, los Crucifijos y el agua bendita? ¿Participo de las reuniones que hacen las sectas?
Segundo mandamiento: “No tomar su nombre santo en vano”
Este mandamiento me pide sumo respeto por el nombre de Dios y todo aquello que es de Dios.
¿He blasfemado? ¿Lo hice delante de otros? ¿Hice algún voto, juramento o promesa a Dios que después no cumplí? ¿He jurado sin que fuese verdad el contenido del juramento? ¿Juré sin necesidad, sin prudencia o por cosas sin importancia? ¿Tomé a broma o utilicé para hacer chistes objetos sagrados o lo que se refiere a la religión?
Tercer mandamiento: “Santificar las fiestas”.
¿Asisto a la santa Misa los días domingos y las fiestas de precepto? ¿Llegué tarde o participé distraídamente? ¿Impedí a los que dependen de mí, por ejemplo a mis hijos, asistir a Misa porque no los acompañé o no los ayudé a poner los medios para que concurrieran a la celebración? ¿Trabajé sin necesidad o hice trabajar a otros un día domingo, impidiéndoles la concurrencia a la santa Misa o descansar, estar en familia y poder dedicarse a la oración? ¿Dedico el día domingo a mi familia, a Dios y al crecimiento espiritual por la ración y la lectura? ¿Guardo abstinencia o realizo alguna penitencia los días viernes? ¿Sé mortificarme o hacer penitencia por el bien de los demás y para el propio crecimiento espiritual de acuerdo a las indicaciones del confesor o del padre espiritual? ¿Me confieso con la frecuencia debida? ¿Participo en la Semana Santa de las celebraciones de la Muerte y Resurrección de Jesucristo?
Cuarto Mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”
Este mandamiento reclama de nosotros la obediencia debida a la autoridad, expresando en ella respeto y gratitud hacia mis padres, docentes y gobernantes en general
¿He desobedecido a mis padres? Tengo un criterio desordenado de independencia personal que me lleva a rechazar las indicaciones de mis padres sólo porque ellos me lo dicen? ¿Los entristezco con mis rebeldías y caprichos? ¿Los he insultado o les he deseado el mal? ¿He sido responsable ante mis padres o quienes me ayudan por el esfuerzo que hacen por mi educación o he perdido el tiempo y malgastado los recursos económicos que ponen a mi disposición? ¿He dejado de ayudar a mis padres, abuelos o familiares en sus situaciones de necesidad o ancianidad? ¿Soy egoísta en mi familia, peleándome con mis hermanos y familiares? ¿Estoy atento a los demás para ayudarlos? ¿Colaboro para que mi familia sea una buena familia, donde todos crecemos en la ayuda mutua y corrección fraterna? ¿He dado mal ejemplo? ¿Exasperé a mis hijos con mis palabras, ejemplos o reclamos arbitrarios e infundados? ¿Amenacé a mis hijos, los golpeé o amenacé de alguna manera? ¿Me ocupo de la educación de mis hijos? ¿Los educo en la fe con mi palabra y mi ejemplo? ¿Estoy atento a las necesidades de mis hijos, sé donde están y cuido de sus compañías, salidas y diversiones?
Quinto mandamiento: “No matarás”
¿Procuro evitar la enemistad, el odio o el rencor hacia los demás? ¿Dejé de hablar o saludar a alguien y me niego a la reconciliación o no hago nada para lograrla? ¿Me alegro del mal del otro o me entristezco de su bien? ¿Me dejo llevar por la ira, el fastidio o la rabia hacia los demás? ¿Me burlé, critiqué, murmuré de los otros? ¿Soy imprudente cuando conduzco, o no respeto las normas de tránsito? ¿He maltratado de palabra, o de obra a los demás? ¿Soy maleducado o grosero para tratar a ciertas personas? ¿He llegado a herir o a quitar la vida del prójimo? ¿He practicado o colaborado en un acto de aborto? ¿Recomendé a abortar sabiendo que es un pecado muy grave y que lleva consigo la pena de excomunión? ¿Cuido de mi salud y la de aquellos que están a mi cargo? ¿Cómo o bebo de modo excesivo poniendo en peligro cierto a mi salud? ¿He consumido drogas? ¿Escandalicé a otras personas con mis actitudes, con mis palabras o bromas, o por falta de pudor o invitándolos a espectáculos o lecturas que hacen daño?  ¿He sido negligente al hacer mi trabajo o dejé de hacer aquello que debía, y que de alguna manera puede ocasionar un daño a la persona o a su misma muerte?
Sexto mandamiento: “No realizarás actos impuros”
¿Utilicé el don de Dios para comunicar el amor que constituye la sexualidad para la búsqueda egoísta del propio placer? ¿Me entretuve en pensamientos impuros, los deseé o entretuve la imaginación o mirada en ellos? ¿Es mi noviazgo serio y responsable como búsqueda de la maduración en el amor para formar una familia, o hay en ello una búsqueda egoísta de placer? ¿Soy fiel? ¿He tenido relaciones prematrimoniales o extramatrimoniales? ¿Busco conocer y crecer en las virtudes que me ayudan a vivir la castidad, la fidelidad y a respetar a las personas en su dimensión sexual? ¿He utilizado contraceptivos para evitar el embarazo? ¿He permitido una esterilización para no tener más hijos?
Séptimo mandamiento: “No robarás”
¿Robé dinero o algún objeto? ¿Ayudé para que otros robaran? ¿Han sido objetos de valor o una suma importante de dinero? ¿Me han prestado algo que no he devuelto? ¿Perjudiqué a otros con engaños o trampas en los contratos? ¿He cobrado más de lo debido? ¿Gasté más de lo que me es posible hacerlo? ¿He cumplido responsablemente con mi trabajo, ganando con justicia lo que se me pagó? ¿Retengo o retraso indebidamente el pago de jornales o sueldo? ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás? ¿Cumplo con las leyes sociales? ¿Pago mis impuestos? Teniendo a cargo tareas de gestión y servicios públicos, ¿acepté dinero para favorecer un trámite? ¿Hice favoritismos en la elección de personas? ¿He prestado mi apoyo o guardé silencio frente a delitos, inmoralidades, coimas y otros abusos en la función pública o en la acción política? ¿Gasté el dinero en cosas superfluas, como el juego, la bebida, o gustos personales, desatendiendo a mi familia y mis otras responsabilidades? ¿Dejo una limosna para sostener el culto de la Iglesia en la medida de mis posibilidades?
Octavo mandamiento: “No levantarás falso testimonio ni mentirás”.
Este mandamiento nos exige ser sinceros con los demás, conmigo mismo y que mi palabra siempre exprese la verdad.
¿Mentí? ¿Miento habitualmente en cosas sin importancia, para quedar bien o para solucionar situaciones? ¿Descubrí indebidamente defectos de otras personas? ¿Mentí acerca de defectos o presuntas acciones malas de otro para desacreditarlo? ¿He dejado de defender al prójimo cuando correspondía? ¿Hice juicios temerarios, murmuré o hablé mal de los demás? ¿He revelado secretos? ¿Dije aquello que me fue confiado en el ejercicio de mi profesión o trabajo? ¿Desvirtué la información para provecho personal o por otros intereses? ¿Reparé el daño que se siguió a mis revelaciones? ¿Escuché conversaciones ajenas? ¿Puse en práctica la corrección fraterna aún cuando me era difícil?
Noveno mandamiento: “No desearás la mujer de tu prójimo”
¿Puse mi mirada o deseo en otra persona? ¿No fui fiel aún interiormente a la alianza celebrada con mi mujer o mi esposo? ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? ¿No pongo remedio a situaciones o compañías que son causa de pecado? ¿Busco provocar con falta de pudor a otras personas? ¿Tengo actitudes de seducción?
Décimo mandamiento: “No codiciarás los bienes ajenos”
¿Busco enriquecerme indebidamente? ¿Me da envidia lo que otros poseen? ¿Trato de perjudicar a los demás en sus cosas? ¿Quisiera tener lo que el otro tiene, sin aceptar lo que poseo para mi bien y el de mi familia? ¿Tengo un espíritu de lucro desordenado? ¿Pretendo adquirir bienes o dinero inmediatamente, aún recurriendo a medios ilícitos o inmorales?

7 películas para 7 sacramentos: El perdón y “Una historia verdadera”

THE STRAIGHT STORY

El viaje de Alvin es poder volver a unir lo que estaba roto

Hoy iniciamos una serie de artículos que hemos venido a llamar “7 películas para 7 sacramentos”. El fin, nada sencillo, intentar mostrar qué significan (al menos en parte) esos sacramentos a través del cine. Las películas seleccionadas no son de temática religiosa, pero eso ayudará a entender, a aquellos que no sean cristianos, a qué se refieren los que sí lo son cuando hablan de estos sacramentos.
Este método tiene tantas ventajas como límites. La ventaja es sencilla de ver porque la Iglesia define los sacramentos como un itinerario de la vida, así que las películas son relatos de la vida de cualquier persona y son un lazo de unión y un punto de encuentro entre el cristiano y el que no lo es: son experiencias que todos podemos vivir y comprender.
El límite de esas películas es la parte en la que el sacramento adquiere un sentido pleno sólo desde la conciencia de la dimensión trascendente y religiosa de la vida humana.
El primer sacramento del que vamos a hablar es el sacramento de la penitencia. A veces se le llama confesión y a veces se le llama sacramento de la reconciliación. Todos los nombres hacen énfasis en facetas cruciales del mismo evento.
En este caso la película digna de ver es “Una historia verdadera” de David Lynch. Se trata de una historia basada en hechos reales y producida por Walt Disney. No es, pese a ello, una película para jóvenes. Es una película corta en duración, sencilla en su argumento y tan profunda como poética. Lynch hizo un pequeño cuadro costumbrista de la América más rural y la sinceridad del corazón.
Los mayores males y las peleas más inverosímiles siempre ocurren con las personas cercanas. Precisamente su cercanía es lo que las hace voraces y sísmicas, porque es proporcional lo cerca que está alguien a nuestro corazón con la posibilidad de que sea herido.


La trama de “Una historia verdadera” es esa misma: dos hermanos muy unidos en su juventud dejaron de hablarse durante años a causa de una pelea. Viven a cientos de kilómetros. Llevan décadas sin verse ni hablarse. Ya son ambos ancianos. El caso es que uno de ellos sufre un ataque al corazón y el otro se entera.
Alvin Straight es el hermano que descubre que su hermano ha sufrido un ataque al corazón. En ese momento decide emprender un viaje para ir a verle. Sólo hay un problema: quiere ir por sus propios medios, pero ya no tiene carnet de conducir.
Así que ni corto ni perezoso prepara su cortacésped con un pequeño remolque para cruzar varios estados.  La película es ese viaje. Quiere reconciliarse con su hermano, quiere volver a verle y hablar como cuando eran jóvenes, quiere unir lo que se ha roto.
Algunos de sus familiares y amigos (y personajes que se encuentra Alvin en el camino) creen que está medio loco, y se ofrecen para llevarle en coche o similar. Pero no han entendido que es él quien debe ir por sus medios y que su hermano (si llega a tiempo antes de que muera) debe verle llegar en ese cortacésped: porque ese viaje, exagerado y desproporcionado, es el equivalente a la desproporción que es el mal de dejarse de hablar durante años y romper su unión por una causa de la cual ni se acuerdan.
El viaje de Alvin en su extraño vehículo no es tanto el engreimiento del poder (la arrogancia de quien quiere hacerlo solo y por sus medios) cuanto el camino de la penitencia y la enmienda: igual que quien perdona está haciendo algo libre y gratuito (es un per-dón; da de más), también quien pide perdón quiere dar de más en su restitución libre y gratuita: hay que devolver y restituir de más.
El perdón, tanto quien lo pide como quien lo ofrece, es una cierta exageración, algo totalmente libre y gratuito y tan poco exigible como ciertamente deseado. No se puede perdonar si no es desde la pura libertad. Así, quien quiere reparar ese mal, quien solicita el perdón, también quiere dar de más: eso es la penitencia y la enmienda reparativa. Es tanto un camino de reparación como un camino de purificación donde agradecimiento y penitencia se dan la mano.
Por supuesto que es una exageración ir en un cortacésped cientos de kilómetros para reconciliarse, pero es que, en cierto sentido, el perdón es también algo que desborda, rebosa y excede toda previsión.
Esa exageración del perdón (donde no se está obligado a perdonar) es parte del sentido del “escándalo” que tiene el cristianismo. La película muestra uno de los mayores escándalos que produce el cristianismo en la historia del a humanidad: el mal de una persona, por grande y brutal que sea, nunca es definitivo, no tienen la última palabra.
El escándalo es de tal calibre que hay males que al ser humano le parece inconcebible perdonar. Pero lo que al hombre le parece imposible reparar Dios lo puede hacer. Efectivamente, esto es un escándalo para el ser humano porque hay hechos y situaciones con las que se sólo se puede lidiar con la justicia en la mano, es decir, con el castigo proporcional al mal.
Pero el perdón no es lo antagónico a la justicia, porque el perdón no pretende omitir el mal, sino algo más profundo y perfecto, repararlo, reunir lo que se había roto y hecho pedazos. Dios es todopoderoso no sólo porque es justo sino porque los cristianos le damos el poder más grande: el de perdonar, es decir, el de reparar el bien que se había hecho pedazos.
Dicho de otra forma: es obligatorio hacer justicia, pero no es obligatorio perdonar. Eso quiere decir que quien tiene el poder de perdonar y no solo de hacer justicia tiene más poder y es más libre que aquel que solo puede hacer justicia. Ese es el escándalo que el ser humano se encuentra.
La justicia tiene el deber de reparar aún sin el arrepentimiento del culpable, pero el perdón solo es total bajo la participación de ambas libertades: el dañado y el autor del mal. Realmente el culpable sólo ofrece su culpa a quien puede eximirle de ella. El perdón no anula la justicia, pero posee mayor gratuidad, y por tanto libertad, y por tanto, perfección. Es más libre quien puede perdonar que quien solo puede hacer justicia, aunque ni la una ni la otra se excluyen.
Lo imperdonable humanamente se ve bien en dos situaciones. Una es la fantástica escena de Alvin con un excombatiente de la Segunda Guerra Mundial en un bar: hablarán de secretos inconfesables. La otra es el personaje de Rose, la hija de Alvin (Sissy Spacek hace un gran papel).
Hay veces que el mal que ha pasado es perdonable, pero somos incapaces de asumirlo, es decir, es como esas veces en que perdonamos y no deseamos mal a nadie, pero no podemos volver a la situación inicial con quien nos ha hecho daño, nos vemos superados. Ese es uno de los espacios en el que los cristianos sabemos que el perdón humano es sólo una estela (real pero débil) de un perdón más grande, y que, al final, solo perdonamos como efecto de ser perdonados por un perdón más fuerte y trascendente.
También es la consciencia de ese espacio de nuestras vidas que, incluso sin mala intención por nuestra parte, está lleno de mal y fragilidad (vea el espectador la escena del atropello del ciervo): ahí también se reclama una reparación que va más allá de lo simplemente humano.
Por eso el sacramento del perdón o la confesión también es llamado el sacramento de la reconciliación, es decir, volver a estar en concilio, reunidos, juntos, de un modo tan inconcebible como cruzar varios estados en un cortacésped. El viaje de Alvin es poder volver a unir lo que estaba roto.
Eso significa que hay ser consciente al menos de una cosa: del mal que se ha hecho y del bien perdido que se quiere volver a tener (en la tradición cristiana es el dolor de contrición y el dolor de aflicción). En un momento dado, a Alvin le preguntan: ¿qué ventajas tiene el hacerse mayor? Y responde: aprendes a separar el grano de la paja. No hay perdón posible si no se sabe discernir, si no se es consciente.
La película es digna de ser vista con calma. De todo el simbolismo que rebosa animo al espectador a que descubra el significado metafórico de las estrellas. En la película el cielo estrellado y el deseo de verlo con la persona amada es un símbolo evidente. No solo Rose lo hace, no solo Alvin lo hace, sino que además es lo que él y su hermano solían hacer de jóvenes y lo que Alvin sueña con poder volver a hacer.
Hay un deseo en el corazón del ser humano que se escapa a sí mismo. Dicho de otra forma: hay un deseo de unión y reconciliación en el ser humano que sólo por desearlo no consigue realizarse, sino que reclama algo más fuerte que nuestro propio deseo.
Nuestro deseo de amor y unión es un dedo que apunta como una flecha en llamas y que nos reclama a un bien esperanzador y nos recuerda un amor perdido que quiere ser restituido. Nostalgia y esperanza del bien se dan la mano en el perdón. Ese es el inicio y el sentido del sacramento y también de nuestra película.

Ficha Técnica

Película: Una historia verdadera.

Director: David Lynch

Año: 1999

Guion: John Roach, Mary Sweeney

Productora: Walt Disney

Música: Angelo Badalamenti

Actores: Richard Farnsworth, Sissy Spacek, Harry Dean Stanton, Everett McGill, John Farley, Jane Galloway Heitz, Dan Flannery, Kevin P. Farley, Wiley Harker, Tracey Maloney 

¿Cíngulo? ¿Estola? ¿Casulla? ¿Introito? San Antonio María Claret nos explica la misa



Para entender mejor los misterios representados en la misa, nadie mejor que un santo para explicarla

San Antonio María Claret nos explica la Santa Misa no de forma “enciclopédica”, describiendo objetos, paramentos y ritos, sino de forma espiritual y esencial, comentando su profundo contenido: la Santa Misa es la Pasión de Cristo. En las actuales celebraciones, hay diferencias en términos de rito y usos en comparación con la celebración descrita por el santo tal como se hacía en su tempo, pero la esencia de la Santa Misa es inmutable. Nos dice:

Breve explicación de los misterios que se representan en la Misa

El sacerdote, revestido con los sagrados paramentos, representa a Cristo, nuestro Redentor, en su sagrada Pasión.

El Amicto, con lo se cubre la cabeza cuando empieza a revestirse, simboliza la corona de espinas y el sudario que, cubriendo su Divino Rostro, escarnecieron los soldados que decían: “Adivina quién te ha pegado”.

El Alba simboliza el vestido blanco con que le trataron como un loco en la casa de Herodes, despreciándolo.

El Cíngulo o Cordón simboliza las cuerdas con que fue atado en el Huerto.

La Estola representa la cuerda que llevaba en el cuello, cuando le llevaron preso.

El Manípulo es el símbolo de la cuerda con que le sujetaron a la columna para azotarlo.

La Casulla simboliza el vestido de púrpura que le pusieron en la casa de Pilatos, estando ya coronado de espinas

El Cáliz representa el sepulcro, y los Corporales el lienzo en que fue amortajado Su Cuerpo Santísimo.

El Introito, o entrada de la Misa, significa el gran deseo con que en el limbo esperaban los Santos Padres la venida de Cristo al mundo, para redimirles a ellos y a nosotros. Y, para significar sus clamores, dicen inmediatamente los Kyries, que, en nuestro idioma, significan: “Señor, ten misericordia de nosotros”.

El Glória in excelsis nos recuerda el regocijo de los ángeles y de los pastores en el Nacimiento de Cristo.

Las Oraciones que dice el sacerdote después del Dominus vobiscum son símbolo de las muchas veces que Cristo oró por nosotros durante su vida.

La Epístola significa la predicación de los Profetas, especialmente la del Bautista.

El Gradual, que es lo que se lee después de la Epístola, significa la solitud de Cristo en el desierto; y el Aleluya representa los servicios que le prestaron los ángeles después de las tentaciones del demonio, del que salió victorioso.

El Evangelio significa la predicación de Cristo. Para decir el Evangelio el misal pasa al otro lado del altar, para significar que Cristo pasaba de unos lugares a otros predicando el Evangelio. Cuando se lee el Evangelio estamos de pie, para significar la prontitud con que debemos obedecer la ley de Cristo, que se nos promulga en el Evangelio; al final del Evangelio se dice: Laus tibi, Christe, inclinando la cabeza en señal de sumisión.

El Credo es un compendio de lo que el cristiano debe creer; se arrodilla el sacerdote cuando dice “Et homo factus est”, para dar a entender la gran humildad del Señor en tomar nuestra naturaleza, y cuanto, por consiguiente, nos debemos humillar ante Dios, que es nuestro Señor.

El ofertorio que el sacerdote hace de la hostia y del cáliz nos recuerda la prontísima y entera voluntad con que Cristo se ofreció para padecer y morir por nosotros.

Al volverse el sacerdote al pueblo y decir Orate, frates, nos recuerda ese paso en que Cristo, después de haber orado en el huerto con sudor de sangre, se llegó a sus discípulos y les dijo: vigilad y orad, para no caer en tentación.

El Prefacio y el Sanctus simbolizan la entrada solemne y pública de Cristo en Jerusalén el día de Ramos, y el júbilo con que el pueblo le recibió.

En el Canon el sacerdote dice las oraciones en voz baja, recordándonos que Cristo se retiró de los judíos y fue, en secreto, con sus discípulos a Efrén; y también para inspirarnos gran respeto, porque es sabido que lo que se hace con demasiada publicidad se vulgariza, y con facilidad se desprecia.

Se eleva la hostia y el cáliz para recordarnos que Cristo fue levantado en la cruz.

El Pater Noster simboliza aquellas palabras que Cristo dirigió al Eterno Padre inmediatamente antes de expirar; así como ese poco tiempo que el sacerdote está en silencio después del Pater Noster significa el tempo que estuvo Cristo en el sepulcro, en que su alma descendió al seno de Abraham para dar libertad a las almas de los Santos Padres, que esperaban su venida.

El Pax Domini simboliza la aparición de Cristo a sus discípulos y a las Marías, después de la resurrección.

El Agnus Dei nos recuerda que Cristo, después de su Resurrección, subió a los cielos para ser allí nuestro abogado.

Las Oraciones finales que el sacerdote reza son símbolos de las que Cristo dirige en el cielo, en nuestro favor, al Eterno Padre.

El Ite Missa est significa que el sacerdote hace el oficio de embajador y de ministro enviado por Dios, para ofrecerle ese sacrificio por toda la Iglesia católica, por las almas del purgatorio y para alcanzar para todos la divina gracia.

La Bendición que el sacerdote da al final de la misa significa la que Cristo dará a los justos en el día del Juicio Final.

San Antonio María Claret en “Caminho Reto e Seguro para Chegar ao Céu” (7ª Edición, Editora Ave Maria)

Dedicación de la basílica de Letrán, fiesta

Evangelio según San Juan 2,13-22.

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén
y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas
y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".
Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".
Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.