miércoles, 12 de octubre de 2016

¿Confías en la Virgen María? Háblale con esta oración "Gracias por ser esa madre que no me va a dejar nunca..."

Virgen María mano

Una persona le rezaba a María: Querida Madre te entrego lo que soy y lo que tengo. Estoy llamado a darte la vida. No importa que esté roto. No importa que esté herido. Mi herida se convierte en la grieta que me abre. No quiero cerrar la herida. No quiero cerrar la grieta. Gracias, Madre, por quererme. Gracias por estar conmigo. Gracias por caminar a mi lado en las huellas del camino. Gracias por ser esa madre que no me va a dejar nunca en medio de la dificultad. Gracias por ser tú mi Madre
Puedo entregarlo todo cuando sé que unos brazos estarán dispuestos a sostenerme.
Decía el padre José Kentenich: “Para fortalecer mi confianza de niño tomaré conciencia en todo momento de que el Padre del cielo es omnipotente, bondadoso y fiel. Nuestra preocupación más grande debe ser vivir cada segundo infinitamente despreocupados. Esta despreocupación no brota de una actitud de negligencia, sino de confianza en Dios. No estamos despreocupados porque nos desinteresamos de lo que ocurre en la tierra; no, nos preocuparemos mesuradamente de lo terrenal, pero detrás de nuestro obrar estará siempre la confianza inconmovible que se expresa en las palabras: – Mater habebit curam– La Madre se ocupará”[1].
Lo sé. Ella se preocupará de mi vida. Y yo quiero aprender a abandonarme, a soltar la cuerda, a dejar lo que me pesa y ata. Esa actitud confiada. Esa mirada puesta en aquella que me sostiene en medio de mi camino.
Quiero aprender a vivir así, totalmente despreocupado, totalmente confiado en los planes de Dios. 
Quiero vivir creyendo, confiando, sabiendo que Dios camina a mi lado. Necesito pedirle a Jesús: “Auméntame la fe”. Seré feliz si creo. Seré más feliz, si confío. Como María, que creyó contra toda esperanza. Que creyó y fue feliz.
Miro a María la que ha creído. La que se mantuvo fiel postrada ante su Dios. Y creyó, y abrazó el querer de Dios con lágrimas en el alma. “Feliz la que ha creído”. Y su vida se llenó de esperanza.

12 de octubre: Nuestra Señora del Pilar, patrona de la hispanidad

12 de octubre: Nuestra Señora del Pilar, patrona de la hispanidad


Cuenta la Tradición que el Apóstol Santiago viajó a España para predicar el Evangelio y que la Virgen María se le apareció en un pilar, mientras ella aún vivía en Tierra Santa. De allí es que surge la advocación de Nuestra Señora del Pilar que se celebra cada 12 de octubre.
Era el año 40 d.c. y San Santiago, en una noche de profunda oración a orillas de río Ebro, vio a la Madre de Jesús, quien le pidió que se le edificase ahí una Iglesia con el altar en derredor al pilar.
"Este sitio permanecerá hasta el fin del mundo para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que imploren mi ayuda", dijo la Virgen María.
Esto se cumplió. El lugar ha sobrevivido a invasiones, la guerra civil española y la caída de bombas que no estallaron. Además, con el fomento de la devoción, se han obrado numerosos milagros.
Después de la aparición, San Santiago y sus discípulos comenzaron a construir una capilla, donde estaba la columna, y le dieron el nombre de “Santa María del Pilar”. Lo que se convirtió en el primer templo del mundo dedicado a la Virgen María.
San Juan Pablo II, en 1984, reconoció a la Virgen del Pilar como “Patrona de la Hispanidad”.
Más información en el siguiente enlace:

Miércoles de la vigésima octava semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Gálatas 5,18-25. 

Hermanos:
Si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje,
idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones
y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.
Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más,
porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos.
Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.

Salmo 1,1-2.3.4.6. 
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.



Evangelio según San Lucas 11,42-46. 
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!".
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros».
El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»