lunes, 11 de septiembre de 2017

Oración para cuando tienes problemas financieros



Todo lo entrego en Tus manos, y por eso proclamo: ¡Confio y espero en Ti, Señor!

Señor Jesús, vengo a ponerme en tu presencia en este momento y a ofrecerte mi vida con todo lo que traigo en mi corazón. Mis angustias, mis tristezas, mi soledad y sobre todo, Jesús, la preocupación que tengo por mi vida financiera.
Quiero pedir desde ya que derrames Tu Sangre sobre mí y sobre toda la realidad que envuelve mi vida financiera, y de la forma que afecta a mi familia, a mi trabajo y a las personas con las que me relaciono.
He vivido momentos de mucha aflicción, porque mi vida financiera está completamente desorganizada, hoy tengo muchas deudas y realmente ya no sé qué hacer. Tengo cuentas que pagar, alquiler atrasado, debo a otras personas, y esto está comprometiendo a mi familia y toda nuestra armonía familiar.
Por esto hoy, en este momento, te suplico: ¡Derrama sobre todo eso, Jesús, Tu Sangre, para que si hubiera algún tipo de problema espiritual ligado directamente a mi vida financiera, sea cortado en el poder de Tu Sangre!
Tu palabra dice: “No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción” (Mt 6, 31-34)
Por eso, Jesús, se hasta hoy no viví de acuerdo con Tu voluntad, hoy quiero comprometerme a vivir de acuerdo con ella. Si hasta hoy te busqué sólo por lo que Tu podías darme, hoy Te busco porque entendí que necesito en todo de Tu presencia.
Pero te pido, Señor Jesús, líbrame de todos los problemas que tengo en mi vida financiera. Pues creo en Tu Palabra, y creo que Tú me miras y también te preocupas por la realidad financiera que hoy vivo.
Clamo el poder de Tu nombre, Jesús, sobre todo mi árbol genealógico, sobre todos mis antepasados. Si en mis antepasados hubo peleas por cuestiones financieras, robos o traiciones entre nuestra familia, y se lanzaron palabras de maldiciones, palabras dichas con odio, rabia, envidia, ¡corta todo eso en el poder de Tu nombre, Jesús! Que nada de eso tenga ya poder sobre mí o sobre mi vida financiera.
Si en mis antepasados hubo situaciones de personas apegadas al dinero, situaciones de asesinatos por causa del dinero, ambición, dinero de la familia gastado en cosas ilícitas, drogas, prostitución, sexo, adulterio, mentira,… que en todo eso ahora, Jesús, te hagas presente y que Tu nombre lo cure y lo libere.
Si mis antepasados o yo mismo gastamos dinero en cosas equivocadas o para alimentar situaciones de pecado, hoy pido perdón, porque sé que el dinero malgastado se puede convertir en maldición para nosotros, por eso, líbranos.
Que Tu Sangre redentora también pueda ser derramada sobre mí y sobre mis antepasados si buscamos soluciones en las que Tú no estabas: si buscamos ayuda en hechizos, en el ocultismo, en la Macumba, en la quiromancia, en la nigromancia;  en todo eso, proclamo Tu poder y Tu liberación, Señor Jesús.
Si busqué ayuda financiera por medio de la brujería, si busqué magos, si hice trabajos contra otras personas, si mi casa fue usada para estos fines, mi trabajo, mi escritorio, ¡RENUNCIO a todo eso ahora, Jesús, por el poder de Tu Nombre! ¡Renuncio a todo eso!
¡Te pido perdón si yo o mis antepasados buscamos todas estas cosas, que hoy sé que no son de tu agrado!
¡Te pido perdón, Jesús, si dudé de que Tú cuidas de mí y de mi familia! ¡Perdóname si Te ofendí con malas palabras, si te culpé por esta dificultad financiera, perdón, Señor!
¡Perdóname si maldije mi mi vida financiera, diciendo que lo que gano es una miseria, que paso hambre, que mi salario es una “porquería”, que no da para nada!
¡Perdóname si maldije mi empleo, a mis jefes, si hablé mal de ellos deseándoles la miseria y el dolor!
Quiero también perdonar a aquellos que algún día fueron injustos conmigo, cuando atrasaron el pago de mi sueldo o cuando no me pagaron lo que me correspondía, los perdono ahora en tu Nombre, Jesús. ¡Doy mi perdón a cada uno de ellos!
Y que a partir de hoy, Señor Jesús, pueda coger los frutos de la liberación de todos los problemas y deudas en mi vida financiera.
Derrama tu Espíritu Santo sobre mí y ayuda a mis capacidades naturales, para que encuentre una forma de saldar mis deudas, porque sé que el dinero no cae del cielo. Capacita mis conocimientos, dame sabiduría, organización y capacidad de administrar estas deudas.
Te pido que abras las puertas de nuevas oportunidades de empleo, que las situaciones laborales y financieras vayan adelante por la fuerza de tu Nombre, Jesús.
Que el Espíritu Santo me dé la tranquilidad y la calma necesarias en mi casa, con mis familiares, ¡y que el Espíritu Santo no permita la desesperación y la impaciencia!
¡Quiero proclamar que a partir de hoy soy una nueva persona, y que mi vida financiera se resolverá pronto, y que te buscaré con fidelidad de corazón!
Todo lo entrego en Tus manos, y por eso proclamo: ¡Confio y espero en Ti, Señor!
¡Amén!

¿Por qué hay personas que ya no quieren ir Misa?


Un estudio analiza por qué muchas personas, sobre todo jóvenes, abandonan la práctica religiosa

Hay quienes dicen que la gente ha dejado de ir a la iglesia debido a su falta de flexibilidad en algunos temas, como su postura en cuanto a las uniones entre homosexuales, su negativa a ordenar sacerdotisas, o sus principios en materia de sexualidad; sin embargo, la falta de fieles en los templos puede deberse a otras razones.
En su libro Por qué ya nadie quiere ir a Misa, Thom y Joani Schultz señalan que actualmente muchas personas, sobre todo jóvenes, de países con una antigua tradición cristiana, han decidido apartarse de su religión. Dicha afirmación se basa en una exhaustiva investigación que estos escritores realizaron en ambientes católicos y protestantes, misma que revela además cuatro razones de fondo por las que en realidad la gente decide no acercarse más a los lugares de culto. Dichas razones se describen a continuación:

1. La gente se siente juzgada en la iglesia

Esta es la primera de las cuatro causas explicadas por los esposos Schultz –consultores en materia de religión–, por las que hoy en día muchas personas ponen tierra de por medio con las iglesias o centros de culto.
No se trata tanto de que realmente abunden en estos lugares quienes juzgan, sino de una idea preconcebida por parte de quienes se sienten juzgados, por lo que puede haber para ello una solución eficaz: insistir en que la Iglesia acoge y acepta a todos tal como llegan, en el estado en el que se presentan, independientemente de que a los ojos de Dios sus actos no sean buenos; es decir, se requiere de una “hospitalidad radical”, que abra la oportunidad de tratar posteriormente el tema de los pecados.

2. La imposibilidad de diálogo

En este sentido, Thom y Joani Schultz explican que en occidente, en la época actual, la gente reclama el derecho de hablar y ser escuchada: en el colegio se suscitan los debates, y desde niño cualquier alumno interviene para decir al profesor lo primero que se le ocurre; los periódicos en internet están llenos de comentarios de gente que con toda probabilidad ni siquiera ha analizado bien el tema, pero que tiene muchos deseos de comentar.
Sin embargo, la gente cuando va a Misa o a un culto, no encuentra un momento para expresarse. De hecho, hay quienes dicen que los católicos la llevamos menos complicada en este sentido, ya que al menos recitamos algunas respuestas o rezamos en voz alta; siendo que en muchos cultos protestantes las personas deben limitarse a escuchar al pastor o cantar himnos, por lo que, en cuanto cambian los cantos, para quienes no los conocen deja de haber algo qué hacer.
El caso es que los esposos Schultz detectan que la gente quiere hablar de sus sentimientos religiosos, formular preguntas, sentirse escuchados, lo cual por supuesto no puede hacerse en una Misa, de manera que la Iglesia debe esforzarse en ofrecer espacios en los que los fieles puedan compartir sus opiniones. Y ya que un párroco no puede escuchar a sus 2 mil, 3 mil o 30 mil parroquianos con una escucha atenta, es necesario impulsar la creación de espacios donde se pueda establecer el diálogo, como las células de Evangelización Parroquial, los grupos Carismáticos, los grupos del Camino Neocatecumenal, los grupos de Scouts u otros.

3. El pensamiento de que “los cristianos son hipócritas”

Sobre este punto, el libro refiere que para la gente es fácil pensar que si hay hipócritas, por supuesto son otros, “no yo”. Lo cierto es que los cristianos nunca serán suficientemente virtuosos para los elevadísimos estándares de los alejados. No importa cuánto bien hagan los cristianos de su parroquia o entorno, el alejado “caza-hipócritas” siempre encontrará algún cristiano que no sea lo suficientemente bueno para él; y si en su entorno no encuentra a un miembro de la iglesia pecaminoso, lo encuentra en los medios de comunicación: un cura estafador, un religioso que cometió un crimen. O en el pasado: “No voy a misa porque hace cinco siglos la Santa Inquisición…”.
Así, señalan los escritores, la mejor estrategia para la Iglesia es hacer hincapié en el hecho de que ésta no es una casa para perfectos, sino un hospital para enfermos. Además de fomentar la humildad y hacerla visible, ya que si la humildad es atractiva, también la imagen de humildad es necesaria, razón por la que el Papa Francisco es atractivo para muchas personas alejadas.

4. La sensación de que Dios está “distante” o “muerto”

La última razón que los esposos Schultz ofrecen sobre el porqué del distanciamiento que cada vez más personas tienen con los espacios religiosos o de culto cristiano, es que no sienten que haya un Dios vivo, argumentan que no lo han visto ni han tratado con Él. Por lo que la respuesta aquí es el Kerigma, el anuncio fuerte de que “Cristo ha resucitado, te salva de la muerte y del pecado y cambia tu vida”; o bien, el mensaje de que “Dios te ama y te perdona, de forma personal, a ti”.
Señalan que, más que hablar a las personas acerca de una moral elevada que deberán practicar, lo que se requiere es invitarlas a hacer la prueba de confiar en el Señor, abrirle su corazón y dejarse transformar por Él, ya que un encuentro personal con Él es clave. Por eso, la Nueva Evangelización pide, como decía Juan Pablo II, nuevos métodos, nuevo lenguaje, nuevo ardor.

Lunes de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Colosenses 1,24-29.2,1-3. 

Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.
En efecto, yo fui constituido ministro de la Iglesia, porque de acuerdo con el plan divino, he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios,
el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos.
A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo.
Por esta razón, me fatigo y lucho con la fuerza de Cristo que obra en mí poderosamente.
Sí, quiero que sepan qué dura es la lucha que sostengo por ustedes, por los de Laodicea y por tantos otros que no me conocen personalmente.
Mi deseo es que se sientan animados y que, unidos estrechamente en el amor, adquieran la plenitud de la inteligencia en toda su riqueza. Así conocerán el misterio de Dios, que es Cristo,
en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

Salmo 62(61),6-7.9. 
Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la esperanza.
Sólo él es mi Roca salvadora,
él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo;
desahoguen en él su corazón,
porque Dios es nuestro refugio.


Evangelio según San Lucas 6,6-11. 
Otro sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.
Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo.
Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: "Levántate y quédate de pie delante de todos". El se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: "Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?".
Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.