lunes, 2 de mayo de 2016

Oración de santa Teresita para pedir la humildad ¡Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!

Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, tú nos dijiste: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y vuestra alma encontrará descanso”.
Sí, poderoso Monarca de los cielos, mi alma encuentra en ti su descanso al ver cómo, revestido de la forma y de la naturaleza de esclavo, te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles.
Entonces me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a practicar la humildad: “Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más que su maestro… Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”.
Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón manso y humilde, y quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia.
Quiero abajarme con humildad y someter mi voluntad a la de mis hermanas, sin contradecirles en nada y sin andar averiguando si tienen derecho o no a mandarme.
Nadie, Amor mío, tenía ese derecho sobre ti, y sin embargo obedeciste, no sólo a la Virgen Santísima y a san José, sino hasta a tus mismos verdugos.
Y ahora te veo colmar en la hostia la medida de tus anonadamientos. ¡Qué humildad la tuya, Rey de la gloria, al someterte a todos tus sacerdotes, sin hacer alguna distinción entre los que te amen y los que, por desgracia, son tibios o fríos en tu servicio…!
A su llamada, Tú bajas del cielo; pueden adelantar o retrasar la hora del santo sacrificio, que Tú estás siempre pronto a su voz…
¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la blanca hostia! Para enseñarme la humildad, ya no puedes abajarte más.
Por eso, para responder a tu amor, yo también quiero desear que mis hermanas me pongan siempre en el último lugar y compartir tus humillaciones, para “tener parte contigo” en el reino de los cielos.
Pero tú, Señor, conoces mi debilidad. Cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo.
Por eso, quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en ti. Ya que tú lo puedes todo, haz que nazca en mi alma la virtud que deseo. Para alcanzar esta gracia de tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces: “¡Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!”.
Por Santa Teresa de Lisieux
Artículo originalmente publicado por Oleada Joven

Si Dios no nos regala la paz volverán los terroristas Estando en la patera por el estrecho, le sorprendió una tormenta, hizo la promesa a Dios de ponerse a su disposición si vivía


WEB-NIGERIA-SPAIN-PRIEST-Kenneth Iloabuchi-Diócesis de Cádiz y Ceuta



Se embarcó, como otros cientos, en un largo viaje hacia Europa con el sueño de ser abogado. Sufrió el maltrato de las mafias y vio morir a su amigo. Cuando, estando en la patera por el estrecho, le sorprendió una tormenta, hizo la promesa a Dios de ponerse a su disposición si vivía. Superó la tormenta… y olvidó su promesa hasta que, a través de distintas señales, Dios le hizo ver su vocación como sacerdote. Kenneth Iloabuchi, natural de Nigeria y sacerdote en Murcia concedió una entrevista a la Oficina de Prensa del Obispado de Cádiz y Ceuta tras compartir su testimonio ante los jóvenes participantes en el Encuentro Diocesano de Jóvenes celebrado en Algeciras.
Usted tenía unos planes… y vino Dios y se los cambió y esa es su felicidad. Éste podría ser un resumen de su intervención en este encuentro diocesano de Jóvenes ¿Dios no para hasta hacernos ver su voluntad? Y si es así, ¿estamos dispuestos a aceptarla?
Estoy convencido de que Dios tiene maneras de llegar a los jóvenes. Lo que ocurre es que, en un mundo lleno de ruido, muchas veces, tapamos los oídos porque no tenemos ganas de escuchar a Dios; pero como en los tiempos antiguos, Dios sigue hablando a los hombres. Hoy he intentado llamar la atención de los jóvenes y decirles que verdaderamente somos instrumentos para transmitir el amor y la misericordia de Dios, ya que estamos celebrando el año de la Misericordia, en un mundo donde el hombre está cansado, no ve el sentido de su vida, el hombre esta llamado a reconfirmar su fe en Dios y a confiar más plenamente en Aquel que nos ha dado la vida. Creo que los jóvenes están dispuestos a dar la vida por Cristo. Para mi esta intervención ha sido ocasión de dar muchas gracias a Dios. Han venido muchos jóvenes a este encuentro y espero que el fruto de este día no se quede aquí sino que se extienda a aquellos que no han podido acudir.
En esta misma línea, se habla mucho de vocación pero sobre todo, de la crisis vocacional. Usted que pareció «olvidar» que Dios quería algo de usted ¿qué responde ante esta realidad?
En primer lugar, me gusta repetir lo que decía San Juan Pablo II a los jóvenes «No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo»; ¿Qué significan estas palabras?
En nuestra sociedad, donde hay muchas posibilidades, el hombre primero tiene sus planes ¿qué es lo que me interesa? ¿me va a favorecer? ¿Voy a sufrir?… Intentamos evitar siempre el sufrimiento, es lógico. Ser sacerdote, misionero, también conlleva sufrimiento porque es dar la vida por los hermanos, ahora bien, es apasionante porque no eres tu el que está llevando a cabo esta obra sino el mismo Cristo que trabaja en nosotros.
Cuando hablamos de crisis vocacional, creo que España tiene una gran suerte de contar con seminaristas, comparando con los países de Europa. Yo animo a los jóvenes a que no tengan miedo, porque es verdad que vemos poca gente que va a la Iglesia, o que va a la Iglesia pero que parece que la palabra de Dios no cala… a mi me gustaría terminar con esas palabras de Cristo «Venid a mi, los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré».
Usted llegó a nuestro país como uno de esos miles de inmigrantes que se juegan la vida cada día, en un momento crucial, como el que está viviendo Europa y en el que se necesita una respuesta generosa ¿Cómo abordar de manera cristiana la llegada de cientos de miles de personas?
La cuestión de los inmigrantes que dejan sus casas para ir a otros lugares es muy importante en la vida de la iglesia. Voy a ser muy sincero en este tema: es muy difícil porque, es verdad que habrá algunos que se quejan de que están llegando gente, que vienen y pueden crear problemas. Pero hemos de ver estas cosas bajo la luz del Evangelio, no es que yo lo diga por el hecho de ser un inmigrante. Todos, cada ser humano, somos inmigrantes ¿Sabes por qué? Porque un día dejaremos la tierra y moriremos, y marcharemos a otro lugar.
Hemos de mirar lo que ha sucedido en España y otros países del primero mundo. Ha habido épocas en los que han sufrido y algunas personas abandonaron su país, por ejemplo, desde España hacia Alemania o Suiza, abandonaron sus países, emigraron para llevar adelante sus familias. Hablamos de una inmigración organizada donde podemos ir y venir libremente para buscar una vida mejor. Los inmigrantes no abandonan sus lugares, casa, hermanos, familia, para estar apartados en otro sitio. Han dejado todo eso porque algo está pasando. Yo quiero mirar también desde la luz del Evangelio, Cristo mismo fue inmigrante y tuvo que abandonar su casa con su madre y su padre y marchar a Egipto y luego regresaron.
Por mucho que pongamos vallas, si no atacamos el problema fundamental de estos inmigrantes estamos construyendo unas murallas que serán como las murallas de Jericó, que cayeron ante las canciones y oraciones. Por muchas vallas que se pongan las seguirán atravesando, la historia nos lo enseña, vemos lo que está pasando en las fronteras. Vamos a ver por que dejan estas personas sus lugares para venir aquí ¿podemos mejorar su situación allí? Si los gobiernos tuvieran programas que puedan beneficiar a estos inmigrantes para que no tengan que abandonar estos lugares y que vengan aquí mejor para ellos. Por ejemplo, por la corrupción de los gobiernos con la colaboración de los gobiernos de aquí, porque cuando roban a su pueblo lo traen a bancos europeos, o si hablamos del tráfico de armas, donde el negocio se pone por encima de Dios, de la vida del hombre…
Trabajemos para atacar los problemas que tienen estos inmigrantes y después construir una sociedad donde puedan venir de forma coordinada, que puedan estar un tiempo y volver a su país libremente, hacer un mundo de «turistas» donde visitamos un sitio y pueden volver a su casa.
Usted ha terminado su intervención mostrando a los jóvenes la dura realidad que está ocurriendo en muchos países: esa persecución cruenta, repetida y a la vez olvidada, contra los cristianos ¿Cómo vive, desde aquí, esta realidad tan dura?
Esa es la cuestión. Muchas veces cuando estoy sólo estoy como aquella frase de Cristo camino de la cruz, «mujeres no lloréis por mi, llorad por vosotras y por vuestros hijos». Y eso ha cruzado la frontera. En estos últimos años no estamos hablando de los terroristas sólo en esos países, porque, poco a poco, los fundamentalistas, los terroristas están aterrizando en Europa.
Si tapamos nuestros oídos y nuestros ojos y seguimos viviendo como si no ocurriese nada, nos engañamos a nosotros mismos. Lo que ocurre en Nigeria hoy con los cristianos perseguidos, en Irak, Siria… y en otros países del mundo, puede suceder perfectamente en España o en otros países de Europa. Como ha sucedido en Bélgica o París. Lo único que pido es la oración, que es fundamental.
Podemos reconstruir las iglesias, hacer más cosas, intentar animar a la gente, pero si Dios no nos regala la paz volverán los terroristas y volverán a quemar las iglesias y echar a las gentes de sus casas. Quizás pasamos de lado porque no hemos perdido un hermano, una hermana o un familiar, que no sea así con nosotros que construyamos un verdadero espíritu de solidaridad: si ellos sufren, yo sufro con ellos; si están alegres, estoy alegre con ellos… Espero esta respuesta de la gente y sobre todo la oración.
Mª José Atienza Amores
Obispado de Cadiz y Ceuta
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega

¿Qué pueden hacer los laicos en la Iglesia? Los ministerios laicales son servicios especialmente pastorales de determinados laicos a la comunidad, como proclamar o introducir las lecturas de la misa, llevar la Comunión a los enfermos, catequizar,...


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Los ministerios laicales son servicios de determinados laicos a la comunidad cristiana de carácter eminentemente pastoral, como proclamar o introducir las lecturas de la misa, animar los cantos de las celebraciones, distribuir la comunión, ayudar al sacerdote en el altar, ser catequista, llevar la comunión a los enfermos, …
Se basan en una concepción de la Iglesia como misterio de comunión: todos somos Iglesia y todos tenemos, como células del cuerpo místico de Cristo, una función. Por eso no sólo los sacerdotes o religiosos ejercen ministerios, sino también los laicos.
Se puede leer en la primera Carta a los Corintios que todos formamos un único cuerpo en Cristo (1 Cor 12,12 y ss).
Todos nos necesitamos y debemos poner al servicio de los demás los dones, funciones, carismas  y ministerios que el Señor, el Espíritu y la misma Iglesia ha suscitado y sigue  suscitando.
Por tanto la Iglesia desde sus orígenes ha aprovechado una importante variedad de servicios, funciones y tareas que reciben el nombre genérico de ministerios; todo de cara a la misión. Es por esto que la Iglesia es definida también  como “ministerial”, tal y como se deduce de las cartas paulinas (Rm 12,6-8).
Según el Nuevo Testamento los ministerios eclesiales pueden ser de tres tipos:
a) Los queridos por Jesús: Los apóstoles -pastores y  evangelistas– (Lc 6,13; Lc 10,1);
b) Los inspirados por la acción del Espíritu Santo. Son los ministerios señalados en las cartas paulinas: el ministerio de apóstol, de profeta y de maestro, etc. (1 Cor 12,28; Ef 4,11).
c) Los elegidos por la Iglesialos “colaboradores” de San Pablo, que no son otra cosa que los responsables de las comunidades cristianas (Rm 16,3; 1 Tes 3,2; 2 Cor 8,23; 1 Tes 5,12; 1 Cor 16,16).
Los ministerios que suscita el Espíritu hacen a la comunidad y ésta es la que los discierne, como vemos en la elección de los primeros diáconos (Ac 6,1-6).
Ahora bien, Dios ha querido no solamente la existencia de ministerios en todas y cada una de las comunidades, sino que además ha querido también la diversidad y la creatividad de acuerdo a las necesidades que se iban presentando (Hech 1,21-26; 6,1-3).
Los ministerios laicales son signo de vitalidad de la Iglesia, un don del Señor a la comunidad de creyentes y una exigencia de fidelidad a la vocación de servicio que debe caracterizar a los seguidores de Jesús de Nazaret.
Estos ministerios están intrínsecamente relacionados con el ministerio ordenado pero no son una prolongación del ministerio ordenado. Se fundamentan en la gracia bautismal; ésta es la condición indispensable para el ministerio, y los fieles participan en la vida y misión de la Iglesia desde su condición de laicos.
Los ministerios laicales tienen su dignidad; y esto significa señalar su propio lugar dentro de la Iglesia.
Claro, el servicio del ministro laico necesita una capacitación especializada, una competencia demostrada y una específica aceptación pública al interior de la misma Iglesia. 
Es el llamamiento de la Iglesia lo que convierte el carisma personal en ministerio eclesial.
El ministerio laical es un elemento fundamental en la estructuración y organización de la comunidad cristiana, la cual tiene derecho a poseer los ministerios y ministros que necesita.
Para acceder al ministerio se necesita el estímulo y formación por parte de la comunidad, la aceptación y envío por la autoridad eclesial legítima.
Los ministerios laicales tienen una duración temporal, a diferencia del ministerio ordenado.
La Iglesia, a través del Concilio Vaticano II y de muchos documentos, aboga por el redescubrimiento de la identidad de los laicos y su misión en la Iglesia y en el mundo.
El primer texto oficial que nombra los ministerios de los laicos es la carta apostólica Ministeria quaedamdel año 1972, en la que Pablo VI afirma que los ministerios pueden confiarse a los laicos de manera que dejan de estar reservados a los candidatos al sacramento del Orden.
Entre otros documentos tenemos, por ejemplo,  el Catecismo de la Iglesia (1994) que al hablar de los fieles cristianos (nn.871-873) reconoce que entre los bautizados se da una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, pero existen diversos ministerios, carismas y dones. 
Algunos, incluso, pueden ser llamados a colaborar con los pastores (n. 910). Todo para la común edificación del único cuerpo de Cristo.
También tenemos la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (Del papa Pablo VI, del año 1975).
Este documento ya señala (n. 70), que los seglares, en primer lugar, tienen como vocación específica la evangelización en medio del corazón del mundo, en los complejos ámbitos de la política, de lo social, de lo económico, de la cultura, de la ciencias y de las artes. Y están llamados a ejercer ciertos ministerios dentro de la Iglesia. 
Y en la exhortación apostólica del papa Juan Pablo II Christifideles Laici del año 1988 podemos comprender mucho mejor qué son los denominados “ministerios y funciones laicales”.
A partir de esta exhortación se podría hacer la siguiente distinción:
a) Ministerios sacramentales y públicos: tienen como base el sacramento del orden.
b) Ministerios estables no sacramentales o instituidos: los principales, hoy, son lector y acólito.
c) Ministerios laicales ocasionales, ejercidos en circunstancias determinadas y puntuales: voluntariado de caridad, catequistas, sacristanía, etc;
Estos ministerios denominados “laicales”, tanto los ocasionales como los  estables, ayudan a concretar las cuatro dimensiones tradicionales de la Iglesia: caridad (diakonia), comunión (koinonia), evangelización (martyria) y culto (leiturgia).
Son ministerios importantes y necesarios y expresión del sacerdocio común bautismal de los fieles y de la riqueza de manifestaciones del Espíritu para la edificación de la Iglesia.

8 curiosidades sobre los monaguillos La palabra monaguillo quiere decir “pequeño monje” y se utiliza para referirse cariñosamente a un niño o niña que auxilia a los religiosos en la Santa Misa.

Sabías que…
1. La palabra monaguillo quiere decir “pequeño monje” y se utiliza para referirse cariñosamente a un niño o niña que auxilia a los religiosos en la Santa Misa.
2. Los monaguillos visten pequeñas sotanas o ropas similares a los hábitos religiosos por la dignidad e importancia de la ayuda que prestan.
3. Los monaguillos aprenden a ser puntuales, ordenados y muy cuidadosos de su apariencia y limpieza por servir a Cristo mismo en el Altar.
4. Cuando un pequeño es admitido en un grupo de monaguillos se le presenta ante la comunidad de su iglesia para que todos lo identifiquen y le brinden respeto y lo animen.
5. Todo monaguillo se vuelve muy hábil porque, si algo falta o anda mal, debe resolverlo con rapidez y casi siempre por sí mismo, pues cada uno tiene una encomienda específica.
6. A los monaguillos se les tiene total confianza porque son honestos, responsables y obedientes de los mandamientos de Dios.
7. Los monaguillos adquieren una alta autoestima, buen sentido del humor y del compañerismo por su trato con sacerdotes y obispos, y por sus dinámicas y juegos.
8. Cada iglesia tiene un grupo de monaguillos en el que te están esperando con mucha alegría ¿Qué esperas para informarte? ¡Anímate!
Artículo originalmente publicado por SIAME

Lunes de la sexta semana de Pascua

Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,11-15. 
En aquellos días, nos embarcamos en Tróade y fuimos derecho a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis.
De allí fuimos a Filipos, ciudad importante de esta región de Macedonia y colonia romana. Pasamos algunos días en esta ciudad,
y el sábado nos dirigimos a las afueras de la misma, a un lugar que estaba a orillas del río, donde se acostumbraba a hacer oración. Nos sentamos y dirigimos la palabra a las mujeres que se habían reunido allí.
Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo.
Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: "Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa"; y nos obligó a hacerlo.



Salmo 149(148),1-2.3-4.5-6a.9b. 
Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas;
ésta es la victoria de todos sus fieles.





Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4a. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Les he dicho esto para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.
Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»



Leer el comentario del Evangelio por : San Cirilo de Alejandría  
«También vosotros daréis testimonio»