viernes, 22 de diciembre de 2017

¿Para qué ir a Misa el domingo? Esta es la respuesta del Papa Francisco

El Papa Francisco durante la Audiencia General. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

En una nueva catequesis sobre la Misa, el Papa Francisco se preguntó en la Audiencia General de este miércoles 13 de diciembre celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano: “¿Para qué ir a Misa el domingo?”.
“La celebración dominical de la Eucaristía está en el centro de la vida de la Iglesia”, fue la respuesta del Santo Padre.
Profundizando más, el Pontífice explicó que “los cristianos vamos a Misa el domingo para encontrar al Señor resucitado, o mejor, para dejarse encontrar por Él, escuchar su palabra, alimentarse en su mesa, y así hacerse Iglesia, es decir, hacerse parte del Cuerpo místico viviente hoy en el mundo”.
Esta realidad estuvo muy presente en la Iglesia desde el principio: “así lo comprendieron los discípulos de Jesús desde el primer momento, los cuales celebraron el encuentro eucarístico con el Señor en ese día de la semana que los hebreos denominaban ‘el primero de la semana’ y los romanos ‘el día del sol’, porque aquel día Jesús resucitó de entre los muertos, y se apareció a los apóstoles hablando con ellos, comiendo con ellos y enviándoles el Espíritu Santo”.
“Incluso –continuó Francisco– la gran efusión del Espíritu en Pentecostés tiene lugar el domingo. Por esta razón, el domingo es un día santo para nosotros, santificado a la celebración eucarística, presencia vivía del Señor entre nosotros”.
Por lo tanto, “es la Misa la que hace el domingo cristiano. ¿Qué clase de domingo es para un cristiano aquel en el que falta el encuentro con el Señor?”.
El Papa hizo un llamado a los cristianos a valorar la Misa dominical: “Por desgracia, hay comunidades cristianas que no pueden gozar de la Misa cada domingo; también esos están llamados en ese día a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y manteniendo vivo el deseo de la Eucaristía”.
“Algunas sociedades secularizadas han perdido el sentido cristiano del domingo iluminado por la Eucaristía”, lamentó. “En este contexto es necesario revivir esta conciencia para recuperar el sentido de la fiesta, de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad, del descanso que restaura el alma y el cuerpo”. “De todos estos valores es maestra la Eucaristía domingo tras domingo”, destacó.
En este sentido, recordó que “la abstención dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es una aportación específica del cristianismo. Por tradición bíblica los hebreos reposan el sábado, mientras que en la sociedad romana no estaba previsto ningún día semanal de abstención de los trabajos serviles. Fue el sentido cristiano de vivir como hijos y no como esclavos, animado por la Eucaristía, la que hace del domingo, casi universalmente, el día de reposo”.
La presencia de Cristo en la vida ayuda a dinamizarla, aseguró. “Sin Cristo, estamos condenados a ser dominados por el tedio de lo cotidiano, con sus preocupaciones, y del miedo del mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza de vivir el hoy con confianza y con valentía, y de ir adelante con esperanza”.
“¿Qué podemos responder a los que nos dicen que no hace falta ir a Misa, tampoco en domingo, porque lo importante es vivir bien, amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida cristiana se mide en la capacidad de amar, como dijo Jesús. Pero, ¿cómo podemos practicar el Evangelio sin obtener la energía necesaria para hacerlo, un domingo tras otro, de la fuente inagotable de la Eucaristía?”, se preguntó el Pontífice.
Subrayó que “no vamos a la Misa para dar nada a Dios, sino para recibir de Él aquello de lo que tenemos necesidad”.
En conclusión, “¿para qué vamos a Misa el domingo? No basta contestar que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a conservar su valor, pero por sí mismo no basta. Nosotros cristianos tenemos necesidad de participar en la Misa dominical porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento, y así ser sus testigos creíbles”.

¿Por qué confesarse antes de Navidad?


Navidad es un buen momento para volver a acercarse a Dios

¿Es necesario estar en estado de gracia antes de la Navidad? “Una celebración comunitaria de la penitencia puede resultar muy beneficiosa para los fieles durante estos días de Adviento, en particular durante la semana que precede a la Navidad”. ¿Qué significa este consejo y esta invitación en el ordo litúrgico? ¿Es una directiva del Vaticano transmitida por las conferencias episcopales del resto de países?
“¡La Tradición más antigua de la Iglesia!”
“No –responde el padre Alexis Leproux, sacerdote de la parroquia Saint-Jean Baptiste-de-La-Salle, en París–. ¡Es la Tradición más antigua de la Iglesia!” Al igual que muchos de sus colegas, tanto en París capital como en la provincia, este joven sacerdote con alzacuellos ha estado confesando, junto a media docena de sus compañeros, el pasado jueves 17 de diciembre de 13h a 22:30h, en ejercicio su cargo pastoral en esta gran parroquia del distrito quince de París.
Muchas han sido las personas, tanto feligreses como transeúntes, que fueron a aliviar su alma de aquello que les acongojaba en ocasión de esta “Jornada del Perdón”. “La santidad de cada uno no es nada en soledad, pero sí en relación a los demás –avisa el padre Leproux–. Por supuesto, es un acto personal, pero de importancia comunitaria”.
De ahí la propuesta de varias celebraciones de actos penitentes en las parroquias ante la llegada de la Navidad. La conversión de un fiel aumenta la grandeza de su parroquia y la de la Iglesia; más aún si se trata de la conversión de muchos. La conversión no es un acto brusco, abrupto, repentino ni espectacular. Es un recorrido, una evolución.
Ahora bien, no es en el sacramento del perdón donde está el origen de la conversión; el perdón es más bien el camino que hay que recorrer. Es el encuentro entre una persona y el Amor infinito de Cristo que le ofrece su Misericordia. Como dice el Papa Francisco: “¡El Señor nunca se cansa de perdonar! Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”.
“Un camino de verdad y de felicidad”
Albane, de paso por la parroquia Saint-Jean-Baptiste-de-La-Salle antes de volver a su cassa en extrarradio, al sur de París, está convencido de ello: “No podemos vivir con un peso sobre nuestra conciencia. Llega un momento que hay que aliviar la carga. Cuanto más cerca de Cristo, más felices nos sentimos. Es algo que siento profundamente: ¡es un camino de verdad y de felicidad!”. La confesión, que hoy llamamos Sacramento del Perdón, nos despoja de aquello que nos aleja de Dios y de Cristo. Al reunirnos con un sacerdote para recibir el perdón de Dios, nos estamos acercando a Él, a Jesús y a todos los hombres.
Marc, un padre de familia que vuelve a casa del trabajo en el barrio de negocios de La Défense, también ha decidido entregarse a la Misericordia: “Tenía ganas de confesarme antes de la Navidad. Es un momento muy intenso. Me permite acercarme más a Dios. Quiero presentarme ante Dios más limpio antes de esta celebración de la Natividad”, declara.
En la iglesia, todo invita “a la calma”, tal y como aconseja el padre Leproux “para evitar las distracciones”, y los fieles acuden a las cuatro esquinas del recinto, donde les esperan sendos sacerdotes. El Santísimo Sacramento, expuesto para la ocasión, invita a adorar al que vendrá con los rasgos de un niño el 25 de diciembre.
¿Qué es el pecado?
“Si tenemos dificultades con la confesión, tal vez sea porque no sabemos muy bien qué es el pecado –explica Christine Gilbert, del Instituto Católico de París–. A menudo confundimos la equivocación, la culpa y el pecado. El pecado es el que guarda relación con Dios y, por tanto, con los demás y con uno mismo. No se trata de experimentar un sentimiento de culpa, que es una expresión que nos devuelve a nosotros mismos, sino que debemos considerar nuestra relación con Dios ante la pregunta de cómo nos situamos respecto de la Alianza que nos propone. El pecado es, por tanto, la ruptura de la Alianza con Dios”.
Ahí es donde debemos poner el punto de mira: ¿somos fieles o infieles a la Alianza? Nadie está obligado a confesarse, pero todo el mundo puede hacer examen de conciencia para salir del aislamiento y volver finalmente entre los brazos del Padre.

¿Tenemos que ir dos veces a Misa este domingo 24 de diciembre?




Este año, el cuarto domingo de Adviento coincide el 24 de diciembre. ¿Es posible comulgar dos veces el mismo día? Aquí algunas respuestas prácticas y espirituales a esta cuestión

El 24 de diciembre la tradición es ir a la “Misa del gallo”, a la Misa de Nochebuena. Esta es una de las cuatro Misas que celebran los misterios de la Natividad. En Nochebuena se celebra el nacimiento del Príncipe de la Paz. Este año tendrá lugar el domingo por la noche, el mismo día de la Misa del cuarto domingo de Adviento. ¿Estamos ante un auténtico rompecabezas?

¿Se cancelará la misa del domingo por la mañana?

Esta solemnidad no suprime la liturgia del cuarto domingo de Adviento, explica el padre Aymeric de Salvert, sacerdote de las Misiones Extranjeras de París: “La liturgia es diferente: los textos bíblicos y la fiesta son diferentes”. El cuarto domingo de Adviento se celebrará la misma mañana (y el sábado 23 por la tarde) para “prepararnos para recibir Al que vendrá por la noche”, completa el hermano Thierry Hubert, dominico y capellán de Edhec.

¿Y se puede comulgar dos veces el mismo día?

De manera general, la Iglesia pide una sola comunión diaria para evitar las excesos, subraya el dominicano. Sin embargo, en este caso son dos Misas diferentes. Por este motivo, recuerda el padre de Salvert, es importante que a la hora de  “recibir la comunión uno esté en un estado espiritual adecuado para hacerlo: consciente del sacramento que uno recibe y en un estado de gracia. Para estarlo, las puertas de la misericordia están abiertas: Dios nos está esperando para darnos su perdón a través del sacramento de la reconciliación”. Siempre es bueno confesarse ante de Navidad.

Entonces, ¿Qué hay que hacer?

“Cuando queremos rezar a Dios en la iglesia no nos preguntamos si es obligatorio o no. Simplemente acudimos a ella para dar gracias”, nos recuerda el Hermano Thierry.
Para las familias con niños pequeños, se aplica el principio de realidad: “La Virgen María lo entenderá”. La Misa del gallo no es “obligatoria”. Por lo tanto el 25 de diciembre tanto grandes como pequeños pueden acudir a una segunda o a una tercera Misa,  la de la aurora donde se celebrará a Cristo como luz naciente o la misa de Navidad para festejar el nacimiento de Cristo hecho hombre.

Cuatro consejos para una mejor oración en la misa


Durante sus dos primeras catequesis sobre la Eucaristía, el papa Francisco nos recordó cuatro actitudes fundamentales que respetar durante la misa. 

En este mes de noviembre, el papa Francisco inició un nuevo ciclo de catequesis sobre la Eucaristía, recordando en dos ocasiones que la misa es la “oración por excelencia”, es decir, la oración más elevada y concreta. Como tal, Francisco nos recuerda que no hemos de ir a la misa como si fuéramos a un espectáculo cualquiera o a un museo.
Subrayó que la Palabra de Dios debe resonar en los corazones y que el creyente puede entrar así en una relación perfecta de amor con Él. Y para preservar esta “interioridad”, el Santo Padre pronunció las cuatro buenas disposiciones que tener desde el momento de la entrada: silencio, confianza, fascinación y la capacidad de llamar “Padre” a Dios.
La oración en 4 etapas, de Aleteia

1. El silencio

Una actitud esencial de los fieles para prepararse para recibir la Palabra de Dios y permitirle actuar en los corazones. La Palabra brota del “silencio misterioso” de Dios. La Palabra y el silencio actúan juntos, nutriendo la participación activa de los fieles.

2. Llamar “Padre” a Dios

Para facilitar nuestra relación de confianza con Dios, Francisco recomienda que lo llamemos “Padre”, como Jesús animó a sus discípulos. El Papa insiste en esta necesidad: “Estemos atentos: si yo no soy capaz de decir ‘Padre’ a Dios, no soy capaz de rezar. Tenemos que aprender a decir ‘Padre’, es decir ponerse en la presencia con confianza filial. Pero para poder aprender, es necesario reconocer humildemente que necesitamos ser instruidos, y decir con sencillez: Señor, enséñame a rezar”.

3. La confianza

La oración, que es “intercambio”, debe decirse de manera humilde y confiada, así como un niño pequeño confía en su padre y su madre. “Dios se acuerda de ti, cuida de ti, de mí, de todos”, recordó el Papa. Por lo tanto, nos dirigimos a Dios con confianza, sin preocuparnos por el futuro, para salir de la misa más fuertes y valientes frente las adversidades de la vida.

4. La fascinación


Un niño “se maravilla ante la menor de las cosas porque todo es nuevo para él”, nos dice el papa Francisco. De la misma forma, en la oración, un fiel entra en relación con el “Dios de las sorpresas”. Rezar no es hablar con Dios como lo hacen los “loros”, sino maravillarse “porque es un Dios vivo, es un Dios que habita en nosotros, un Dios que mueve nuestro corazón, un Dios que está en la Iglesia y camina con nosotros; y en este camino nos sorprende siempre”, explicaba el Santo Padre en una de sus misas matutinas hace unos meses.

Feria de Adviento: Semana antes de Navidad (22 dic.)


Libro de Isaías 56,1-3a.6-8. 

Así habla el Señor: Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia.
¡Feliz el hombre que cumple estos preceptos y el mortal que se mantiene firme en ellos, observando el sábado sin profanarlo y preservando su mano de toda mala acción!
Que no diga el extranjero que se ha unido al Señor: "El Señor me excluirá de su Pueblo"; y que tampoco diga el eunuco: "Yo no soy más que un árbol seco".
Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza,
yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.
Oráculo del Señor, que reúne a los desterrados de Israel: Todavía reuniré a otros junto a él, además de los que ya se han reunido.

Salmo 67(66),2-3.5.7-8. 
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.

Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.
La tierra ha dado su fruto:

el Señor, nuestro Dios, nos bendice.
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.


Evangelio según San Juan 5,33-36. 
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.