jueves, 24 de marzo de 2016

Esperando la HORA de la MISERICORDIA

He dejado mi celular en el cuarto y me olvido de él.  Hay tanto que hacer y esto me ayuda a no distraerme.  Como sabes, procuro escribir y compartir mis experiencias con Dios
Qué lejos está la santidad de mi vida. La veo distante,  a veces inalcanzable. Sobre todo cuando caigo en estos pequeños pecados que tanto desagradan a Dios.
Sé que por mis fuerzas nunca podré remontar las alturas del cielo, ni escalar la montaña de Dios, por eso busco ayuda. Como santa Teresita le pido al buen Jesús que ayude a llegar. Que sea Él quien me lleve al cielo.  Me encuentro escribiendo estas líneas y de pronto empieza a sonar la alarma de mi celular.  Es persistente y debo buscarlo para desconectarla.
Miro la hora. Cinco minutos para las tres. 
Me da tiempo para pensar en el buen Jesús y recordar el sacrifico supremo que hizo por nosotros.
En unos momentos darán las tres, la Hora de la Misericordia.
Hoy más que nunca necesitamos la misericordia de Dios.
“A las tres de la tarde en punto, implora Mi misericordia, especialmente por los pecadores; y, aunque sea por un breve momento, sumérgete en Mi pasión, particularmente en Mi abandono al momento de la agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para todo el mundo. Yo te permitiré entrar en Mi dolor mortal. En esta hora, Yo no rehusaré nada al alma que Me pida algo en virtud de Mi pasión. (Diario de sor Faustina, 1320)
Me lo he tomado muy en serio, tengo un tesoro en las manos y pido muchas gracias para mí y los demás.
Te recomiendo leer el Diario de sor Faustina en estos días santos. Te hará mucho bien.
Solía trabajar en una empresa y siempre salía unos minutos antes de las tres.  Me estacionaba en un parque cercano y allí trataba de “sumergirme en la pasión de Jesús”.  Veía lo que Él sufrió.  Con cada golpe que Jesús recibía me sentía tan mal, era como si me dijera: “Lo hice por ti”.  Rezaba la CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA. Luego regresaba al trabajo y terminaba lo pendiente con más ánimo y entusiasmo.
Esta oración me fortalecía y me ayudaba a tomar buenas decisiones.
¿Ha cambiado en algo mi vida esta costumbre?
No soy mejor, si esa es tu pregunta, sigo siendo el mismo Claudio, terco, impaciente, pecador, pero ahora lo amo más y me siento más unido a Él por su pasión.
Lo que antes no me atrevía a decir, por lo que pudieran  pensar de mí, ahora lo digo abiertamente y me siento feliz al decirle:
“TE AMO JESÚS”.


Te veo preocupado, Señor…

Entra la brisa por la puerta, siempre abierta, de tus amigos, Señor. El sol domina estas horas inciertas y aquí estamos, rodeados de cariño pero, a la vez, con una sensación desconocida que me asfixia por momentos.
No es la primera vez que venimos a Betania, a casa de Lázaro y sus hermanas, pero tu alegría, hoy, no es la misma que en momentos anteriores. Te veo preocupado, Señor. Tu mirada, ojerosa, sigue mirando con amor infinito a todo con el que se cruza pero, a la vez, está teñida de tristeza. Tu sonrisa no ha desaparecido, pero se ha suavizado y, entre nosotros, se percibe que esta Pascua no va a ser una más.
Dicen que en Jerusalén la gente está entusiasmada contigo. No es una novedad. Desde que le devolviste la vida a tu amigo Lázaro, hay muchos que quieren verte y conocerte. Ya sabes cómo somos las personas, nos encanta observar, comentar y conocer aquello que se sale de lo normal. Y tú, Señor, para muchos, no eres uno más. Estoy convencido de que no saben muy bien qué eres, quién eres, pero todos se dan cuenta de algo hay en ti que te hace diferente de los otros rabinos. Ayer, cuando llegaste montado en el asno, todo fueron vítores y alabanzas…
Te veo hablar con Marta y detecto en tus palabras cierto aire a despedida. Los otros no se han dado ni cuenta, pero yo sí. Desde que nos dijiste aquello de que el Hijo del Hombre debía ir a Jerusalén, ser tomado preso y… bueno, ya sabes, no soy capaz de dormir nada más que un ratito seguido. No lo entiendo, Señor. Si lo que yo me imagino tiene que acontecer, no lo entiendo. Ni lo acepto. Sencillamente, no puede ser. Tú has venido al mundo para acercarnos a Dios, para cambiar la vida de las personas, para traernos el Reino, para salvarnos a todos. ¿Qué sentido tiene lo que nos has dicho? ¡No tiene ningún sentido! ¡¿De qué serviría morir ahora Señor?!  Eso sería un fracaso rotundo…
El corazón me late con fuerza y está empezando a correr. Noto mi pecho palpitando y cierto sudor frío que empieza a llenar mi frente. Respiro agitadamente y parece como si la cabeza se me fuera por momentos. No puedo dejar de mirarte sin quitarme de la cabeza qué nos espera cuando volvamos a Jerusalén. Y no soy capaz de compartir todos estos pensamientos con ninguno de los demás. Juan es demasiado joven, a Judas lo veo ido y el resto, simplemente, sólo está pensando en la Pascua y en sus preparativos. Ni siquiera se les pasa por la cabeza que algo malo pudiera pasar…
Voy a cerrar los ojos. Necesito descansar y dejar de pensar. En poco tiempo, nos despediremos de tus amigos y presiento que, tal vez, no sea la única despedida.
Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Es posible amar desinteresadamente? Tal vez nuestra intención no sea totalmente pura, porque siempre, cuando amamos, recibimos algo a cambio

¿Puede ser que alguien sea capaz de servir sólo por amor, sin esperar nada a cambio? Sí. Hay personas que están dispuestas a ayudar a los más necesitados sin recibir dinero a cambio. Sólo por amor a Dios. La caridad es un don en el alma.
Tal vez nuestra intención no sea totalmente pura, porque siempre, cuando amamos, recibimos algo a cambio. El amor de los niños o ancianos a los que cuidamos. El amor de aquel al que ayudamos sin exigirle nada.
Seguro que un poco de esperanza se nos pega en el alma cuando sembramos esperanza. Puede que el amor se nos quede prendido en las manos cuando amamos. Y aunque no recibamos nada, no importa, nos sentimos bien, realizados, plenos.
El otro día leía: “Siento que mi vida se hace más rica cuando doy, se hace más sana cuando me dedico al enfermo, y cubro mi propia desnudez cuando visto al desnudo. Nuestro obrar tiene siempre una repercusión en nosotros mismos. Las obras de misericordia también nos hacen bien”[1].
Hemos nacido para el amor, para amar y ser amados. Y amando nos sentimos en la senda correcta. Amamos y recibimos algo que nos llena el corazón. Hay más alegría en dar que en recibir. Eso lo sé.
Pero amar y recibir la muerte a cambio parece absurdo, un sinsentido. ¿Lo puede querer Dios? ¿No desea Dios mi vida, que siga amando y sirviendo?
El otro día leía algo sobre la voluntad de Dios: “El alma sencilla que ofrece cada mañana todas sus oraciones, sus obras, sus alegrías y sufrimientos del día y actúa aceptando cualquier situación diaria como enviada por Dios sin cuestionársela y respondiendo amorosamente a ella, ha entendido con una fe casi de niño la profunda verdad acerca de la voluntad divina. Predecir cuál será la voluntad de Dios, argumentar cómo debería ser, es al mismo tiempo una estupidez humana y la más sutil de las tentaciones. La verdad pura y simple es que su voluntad consiste en lo que Él desea enviarnos a través de las circunstancias, los lugares, las personas y los problemas diarios[2].

[1] Anselm Grün, Entrañas de misericordia
[2] Walter Ciszek, Caminando por valles oscuros

¿Cómo vivir la Semana Santa en casa? La Semana Santa, vivida desde mi lecho de enfermo o desde una sillita en casa, puede ser una oportunidad



Qué paradoja, muchos que podrían ir a la iglesia en esta Semana Santa no irán, simple y llanamente, porque no se les da la gana; y otros que desearían ardientemente ir a los oficios, no les será posible, o porque están enfermos o son ancianos, o simplemente porque no hay quien los lleve a una iglesia, y justo ahora, cuando por su propio estado comprenden mejor la Pasión del Redentor.
Pero para todos ellos hay una verdad consoladora de la que hoy quisiera hablarles. Quien más participa en la Redención, no es el que materialmente asiste a los oficios de Semana Santa, sino el que se une vitalmente al Misterio Pascual del Señor; y es que alguien puede ir a todo lo que organice su parroquia pero por mera costumbre, o sin recta intención; incluso se puede ir con deseos de protagonismo, de fama y prestigio, o para sacar ventajas personales, etc., etc.
Aquí no estamos en los países orientales en donde acudir a la iglesia es arriesgar la vida. Quien no rectifique su intención le aprovechará poco ir a la iglesia, a lo mejor no le aprovechará nada, o a lo mejor le hará daño; se le dormirá más la conciencia y pensará que es un héroe por llegar cansado a casa. Pero ¿de qué me valdrían los sacrificios físicos si no me llevarán a la conversión?, ¿de qué serviría mi cansancio si mi vida se queda sin tocar y sigo con los mismos vicios?
Cierto que la enfermedad o ancianidad por sí mismas no me harían cambiar de actitud con respecto a Dios y la salvación que me ofrece, pero cuando uno se siente visitado por la enfermedad y el sufrimiento aqueja, cuando se experimenta la propia impotencia, los límites y la finitud temporal, cuando se vislumbra la cercanía de la muerte, todo cambia. Es la oportunidad de volver la mirada a Dios, a las realidades eternas, de suplicar la asistencia divina para no caer en la angustia, de pedir la gracia para no replegarse lastimosamente sobre uno mismo y hundirse en la depresión.
La Semana Santa, vivida desde mi lecho de enfermo o desde una sillita en casa, puede ser la oportunidad que esperaba de salir de mi rebelión contra Dios, de maravillarme del amor que me ha tenido al entregar a su Hijo por mi salvación, de unirme a la Pasión de ese Hijo para colaborar con la Redención de mi familia y de la humanidad.
Otros lo han logrado, ¿por qué no yo? Santa Teresita del Niño Jesús, enferma de tuberculosis, postrada en una cama, con accesos terribles de tos y vómitos de sangre, con ratos de inconciencia por el dolor y espantosas dudas de fe, sabía que, aunque no viera en esos momentos la luz por las espesas nubes que la rodeaban, detrás de esos nubarrones seguía el sol brillando y que, pasada la hora de las tinieblas, esa luz no sólo la iluminaría sino que la envolvería y la transformaría en luz.
Si el Señor nos ha visto con ojos de predilección y nos ha participado de su cruz, aunque ahora no lo entendamos, aunque para nosotros sea como una noche oscura. ¡Aprovechemos! contemplemos la Pasión del Señor, unámonos a ella, aceptemos nuestro sufrimiento y ofrezcámoslo a aquél que “me amó y se entregó por mí”, a aquél que “me ha amado primero”, ofrendémoslo por nuestra propia salvación, la de los nuestros, por los sacerdotes, por el santo Padre y por la humanidad entera.
Desde nuestra casa, desde nuestro lecho, podemos rezar; podemos ver alguna película (sólo alguna, porque no hace falta estar pegados a la televisión) que nos mueva el corazón; alguna alma caritativa nos puede leer las lecturas de las Misas y otros oficios de esta semana, o ponernos las celebraciones por internet; y desde allí, desde nuestra cruz, con nuestra oración sostener a la Iglesia y salvar a la humanidad. Amén.
Artículo originalmente publicado por SIAME

Es Semana Santa ¿De qué lado estás? ¿con Jesús? o con….

Hace muchos años, cuando mi hijo mayor estaba pequeño, jugábamos una noche al escondite en la casa. Nos dividimos en dos equipos, los papás y los hijos. Nos divertimos en grande. Al terminar el juego fuimos a comprar unos refrescos. Y de repente mi hijo exclamó:
“¡Papá, yo quiero ser del equipo de Jesús!”.
Me sonreí feliz ante esta observación.  Él tenía toda la razón.
“Yo también.”  le respondí sorprendido.
La sabiduría de los niños no tiene comparación. Es natural, sincera y pura.
En mi país, Panamá, hay una historia muy simpática y conocida, de los principios de la Patria; que aprendimos en el Colegio. Existían dos partidos políticos en pugna, los conservadores y los liberales. Se cuenta que había un chinito que se dedicaba a lavar ropa. Caminaba cierta noche para entregar la ropa que había lavado y un grupo le salió al paso.
“¡Alto!… ¿De qué lado estás?”, le preguntaron amenazantes.
“Libelal”, respondió el chinito.
Eran conservadores y lo molieron a golpes.
La  siguiente noche volvió a salir y encontró otro grupo.
“¡Alto!… ¿De qué lado estás?” le preguntaron.
Rápidamente el oriental respondió: “Conselvadol”.
Eran liberales y nuevamente recibió una tanda de golpes.
La  tercera noche salió por su trabajo y volvieron a detenerlo.
“¡Alto!… ¿De qué lado estás?”
El  chinito angustiado, rápidamente respondió
“Di tú plimelo”.
Empieza la semana santa, querido lector. ¿De qué lado estás?
Yo, con Jesús. Aunque a menudo le doy la espalda. Y parece que estoy del otro lado, de los no hacen la voluntad de Dios.
Seguir a  un crucificado no es fácil, es exponerse a que te hagan lo mismo.Probablemente te harán falsas acusaciones, a menudo humillándote, desacreditándose, crucificándote con las palabras.
Nos habían advertido que esto pasaría. Recuerda lo que dice Eclesiástico (2, 1-5)
Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba…  Acepta todo lo que te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo. Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación”. 
Hoy leí estas fuertes palabras que me inquietaron:
“N
o todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial”. (Mateo 7, 27)
Esto me preocupa. Soy de esos que dicen: “Señor, Señor…”  Pero no siempre le demuestro. A veces dudo y confió poco.
Yo quiero estar con Jesús, al pie de la cruz, como san Juan, aunque sea un pecador y no siempre le demuestre mi fe.
Que sepa que lo amo. Y que le agradezco lo que hizo por nosotros, por ti y por mí.
Quiero cambiar… Decidirme por  Jesús, aunque vengan las pruebas.
Esta semana santa si te detienen y te preguntan: “¿De qué lado estás?…”
¿Qué responderás? ¿Estás seguro?
Yo sí. 
“Estoy del lado de Jesús”.
………………..



Nos gustaría recomendarte estas bellas reflexiones que podrían ayudarte a vivir estos días santos.

Papa Francisco: Oren por la conversión de los terroristas


Pope Francis General Audience March 23, 2016
© Antoine Mekary / ALETEIA

Tras los atentados de Bruselas y en el contexto de la semana santa, 

el Pontífice invitó a confortar a los corazones afligidos.


El papa Francisco invitó a “confortar los corazones afligidos” por el terrorismo y rezar para que se conviertan las “personas cegadas por el fundamentalismo cruel”.
Después del mensaje enviado ayer, Francisco dirigió un llamado contra la cultura de la muerte detrás de los atentados en Bruselas reivindicados por el ISIS(Califato islámico), durante la audiencia general en Plaza de San Pedro de este miércoles 23 de marzo de 2016.
“Me he enterado con corazón adolorado de los atentados ocurridos ayer en Bruselas y que han causado numerosas víctimas y heridos…aseguro mi oración y cercanía a la amada población belga, a todos los familiares de las víctimas y a todos los heridos”, comentó el Papa.
El balance del terror, hasta el momento, según el ministro de salud belga, Maggie De Block, es de 31 muertos y alrededor de 250 heridos. En la tarde del martes varias agencias informaban de 34 víctimas.
“Dirijo nuevamente un apelo a todas las personas de buena voluntad a unirse en la unánime condena de estos crueles hechos que están causando muertes, terror y horror”.
“A todos les pido de perseverar en la oración y de pedir al Señor en ésta Semana Santa de confortar los corazones afligidos y de convertir el corazón de éstas personas cegadas por el fundamentalismo cruel“, añadió.
Una día gris recibió a los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, al mismo tiempo que fue evidente la intensificación de los controles de seguridad de la policía italiana y de la gendarmería vaticana luego de los atentados de este martes en la capital de Bélgica.
El Papa celebrará todos los ritos de Semana Santa 
El jefe de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi, confirmó este martes que el Papa Francisco no cambiará su agenda de cuatro días de celebraciones intensas, un total de siete, en ocasión de la Semana Mayor.
Asimismo, papa Francisco lavará los pies a 12 refugiados de un Centro de primera acogida ubicado a las afueras de Roma. El Pontífice en otras ocasiones ha llamado a que las instituciones apoyen las medidas humanitarias para asistir a los prófugos.
El gesto del rito de Jueves Santo, se convierte, asimismo, en un símbolo de la acogida y servicio que se espera de Europa para los refugiados que escapan de zonas de guerra y que pueden ser ‘objeto’ de campañas políticas xenófobas y extremistas que mueven la bandera del ‘anti-terrorismo’.
Por otro lado, el Papa continuó la serie de catequesis sobre la misericordia de Dios y, en ocasión de la Semana Santa, habló del significado del Triduo Pascual.
“Tres días intensos que nos hablan de la misericordia de Dios, pues hacen visible hasta dónde puede llegar su amor por nosotros”, expresó.
“El Triduo Pascual es el memorial de un drama de amor que nos da la certeza de que nunca seremos abandonados en las pruebas de la vida”.
De esta manera, indicó el Evangelio de San Juan: “Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.
Sucesivamente, explicó los tres días que hacen de ante sala a la resurrección de Jesús. “El Jueves Santo, con la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies, Jesús nos enseña que la Eucaristía es el amor que se hace servicio”.
“El Viernes Santo, llegamos al momento culminante del amor, un amor que quiere abrazar a todos sin excluir a nadie con una entrega absoluta”.
“El Sábado Santo, es el día del silencio de Dios, Jesús comparte con toda la humanidad el drama de la muerte, no dejando ningún espacio donde no llegue la misericordia infinita de Dios”, constató.
De ahí, sostuvo que el Sábado Santo, es el día en que “el amor no duda, sino que espera confiado en la palabra del Señor hasta que Cristo resucite esplendente el día de pascua”.
Por ello, se refirió a la Virgen como icono de ese Sábado Santo. “Nos hará bien guardar silencio, cómo lo ha hecho ella”.
“Este es nuestro Jesús que a cada uno de nosotros nos dice: Si pudiera sufrir más por ti lo haría”, reiteró Francisco.
“Un amor inmenso y sin limites que el Señor tiene por cada uno de nosotros”.
El Papa invitó a dejarse envolver por este amor misericordioso. “Acojamos en nuestro corazón su amor y, como la Virgen guardemos silencio a la espera de la resurrección”, concluyó.



Jueves Santo en la Cena del Señor

Libro del Exodo 12,1-8.11-14. 
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto:
«Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año.
Digan a toda la comunidad de Israel: "El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia.
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito.
Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel.
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman.
Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto.
Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua."»



Salmo 116(115),12-13.15-16bc.17-18. 
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo? 
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor. 

¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos! 
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor. 
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.




Carta I de San Pablo a los Corintios 11,23-26. 
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan,
dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía".
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.



Evangelio según San Juan 13,1-15. 
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes."



Leer el comentario del Evangelio por : Beato Guerrico de Igny  
“Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.” (Jn 13,1)