martes, 7 de noviembre de 2017

¿Qué significado tiene la sede del obispo (cátedra) o del sacerdote?



No va en función de la dignidad de la persona sino del ministerio que ésta ejerce en la Iglesia

Litúrgicamente hablando la sede, junto el ambón y al altar, es uno de los elementos que hacen parte del presbiterio de una iglesia.
La sede, también denominada más específicamente como sede presidencial y cuánto más la cátedra del Obispo,es un lugar más que simbólico; es el signo del mismo Cristo –cabeza, maestro ypastor- que preside, el signo de Cristo cabeza de su Iglesia.
La sede es el ícono visible de Cristo Rey, de Cristo Maestro y Señor de todo, quien, desde ella, enseña con palabras verdaderas a su Iglesia y se visibiliza por medio del ministro ordenado.
La consideración de Cristo Maestro y Rey, sentado, se plasmó muy pronto en una sede para quien debía hacer el oficio sacerdotal en la liturgia, principalmente el Obispo. Ver al Obispo en la sede –cátedra– era contemplar a Cristo mismo presidiendo y enseñando a su Iglesia.
Es por esto que la Iglesia siempre ha valorado y venerado la sede. Prueba de esto son las antiguas basílicas en las que descubrimos el lugar de la sede (en el ábside) de manera sobresaliente.
Una de las representaciones más antiguas de Cristo, junto a la del Buen Pastor, es la de Cristo sentado enseñando como verdadero y único Maestro y Doctor. Un ejemplo de esto es el mosaico del ábside de la basílica de Santa Pudenciana de Roma.
La sede por tanto no va en función de la dignidad de la persona sino del ministerio que ésta ejerce en la Iglesia, por esto la sede es única. La Sede tiene una función que va más allá de una simple funcionalidad (de dar asiento al presidente de la asamblea litúrgica).
En la misma sede es donde el sacerdote-¡y por supuesto el Obispo en su cátedra!- realiza varios ritos y, por supuesto, predica. Pero, según la liturgia, el Obispo debe predicar sentado en la sede o cátedra y el sacerdote predicará desde el ambón o, más apropiadamente, desde la sede pero de píe (IGMR 136).

Martes de la trigésima primera semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Romanos 12,5-16a. 

También todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros.
Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe.
El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe.
El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría.
Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien.
Amense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos.
Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor.
Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración.
Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad.
Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca.
Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran.
Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman de sabios.

Salmo 131(130),1.2.3. 
Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor,
ni mis ojos se han vuelto altaneros.
No he pretendido grandes cosas
ni he tenido aspiraciones desmedidas.

No, yo aplaco y modero mis deseos:
como un niño tranquilo en brazos de su madre,
así está mi alma dentro de mí.

Espere Israel en el Señor,
desde ahora y para siempre.



Evangelio según San Lucas 14,15-24. 
En aquel tiempo:
Uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!".
Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente.
A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'.
Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'.
El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'.
Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'.
A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'.
Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'.
El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa.
Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".