lunes, 28 de agosto de 2017

¿Por qué los católicos encienden velas a los santos?


¿Se trata de una superstición?

No existe nada más “católico” que las velas votivas, sobre todo si se encuentran ante imágenes en un entorno eclesiástico. Siempre que en una película o una serie de televisión se quiere mostrar a la audiencia que un personaje es católico, con toda seguridad aparecerá un confesionario o una repisa con estas velas.
La confesión es un sacramento, por supuesto, pero ¿de dónde viene el uso de las velas? ¿Se trata de una práctica supersticiosa?
Más bien lo contrario, de hecho.
“Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8: 12).
Durante la Vigilia Pascual, cuando el diácono o el sacerdote entra en la iglesia oscura con el cirio pascual, recita “Luz de Cristo”, a lo que los fieles responden “Demos gracias a Dios”. Este canto nos recuerda cómo Jesús llegó a nuestro mundo de pecado y muerte para traernos la luz de Dios.
Además de su empleo en lugares donde los primeros cristianos celebraban la misa, las velas también iluminaban los sepulcros de los mártires. El padre William Saunders explica que “existen pruebas de que se encendían velas o lámparas de aceite en las tumbas de los santos, concretamente de mártires, ya en los años 200, y ante reliquias e imágenes sagradas a partir de los años 300”.
En este contexto, “la luz representa nuestras oraciones ofrecidas en la fe que se convierten en la luz de Dios. Con la luz de la fe, suplicamos a nuestro Señor por nuestras plegarias o a un santo para que rece con nosotros”. La palabra “vigilia” proviene del latín vigilia y significa velar o supervisar.
La vela de la vigilia permanece encendida durante un periodo de tiempo, ya sean horas o días, y simboliza el anhelo de la persona de “estar presente ante el Señor en su oración aunque nos vayamos para continuar con nuestras tareas diarias”. También recuerda a la persona que el santo siempre está rezando por sus súplicas.
Otra palabra que se emplea para referirse a este tipo de velas es “votiva” y proviene del latín votum, que significa promesa, compromiso o simplemente plegaria. Refuerza la idea de que las velas representan nuestras oraciones ante Dios.
Como seres humanos, tenemos cuerpo y alma y, a menudo, nuestras oraciones deben expresarse de un modo físico y tangible. De esta forma ayudamos a que el alma descanse y podamos profundizar en nuestra espiritualidad. Parecida al incienso, la luz de las velas es un recordatorio físico que hace dirigir nuestras almas hacia Dios. No las encendemos porque creemos que así Dios escuchará mejor nuestras plegarias, sino porque necesitamos un elemento visual que conecte nuestro cuerpo y nuestra alma.

28 de agosto: San Agustín, doctor de la Iglesia y “patrón de los que buscan a Dios”

28 de agosto: San Agustín, doctor de la Iglesia y “patrón de los que buscan a Dios”

“Tarde te amé, oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé”, dijo San Agustín. Este gran Santo es uno de los 36  doctores de la Iglesia y es patrón de "los que buscan a Dios”; también fue autor de varios libros de teología y filosofía, siendo sus obras más famosas las “Confesiones” y "La ciudad de Dios".
San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre en el año 354 en la ciuad de Tagaste, ubicada al norte de Africa. Fue hijo de Patricio y de Santa Mónica, quen rezó durante varios años por la conversión de su esposo y de su hijo.
Durante su juventud, se entregó a una vida libertina y cometió varios pecados de impureza. Convivió con una mujer durante 14 años y ambos tuvieron un hijo llamado Adeodato, que murió siendo joven.
También perteneció durante nueve años a la secta de los Maniqueos hasta que conoció a San Ambrosio, cuyo testimonio le impresiona  y le motiva a acercarse a Dios.
Un día, cuando Agustín estaba en un jardín, sumido en una profunda crisis existencial, escuchó la voz de un niño que le decía : "Toma y lee ; toma y lee". El Santo abrió una biblia que tenía al lado y abrió una página al azar. Se encontró con el capítulo 13,13-14 de la carta de San Pablo a los romanos que decía :
"Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos...revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupeís de la carne para satisfacer sus concupiscencias".
Esta lectura marcó su conversión y desde ese momento resolvió  permanecer casto y entregar su vida a Cristo.
En el año 387 es bautizado junto a su hijo. Su madre fallece ese mismo año. Regresó a África y quiso llevar un estilo de vida monástica. Sin embargo, Dios tenía otros planes para él.
Un día fue asistió a la Eucaristía en Hipona. El Obispo, Valerio, lo vió y se enteró de su conversión y santidad. Entonces le dijo que necesitaba con urgencia a un sacerdote que lo asistiera en su labor. A pesar de su resistencia y lágrimas, Agustín entendió el llamado del Señor. 
Es ordenado sacerdote y cinco años después fue ordenado Obispo, dirigió la diócesis de Hipona por 34 años. San Agustín utilizó sus dotes intelectuales y espirituales para atender a las necesidades de su rebaño.
Combatió las herejías del tiempo, debatió contra las corrientes contrarias a la fe, acudió a varios consejos de obispos en África y viajó constantemente para predicar el Evangelio. Su intenso trabajo pastoral le forjó un gran prestigio dentro de la Iglesia.
El 28 de agosto del 430 enfermó y falleció. Su cuerpo fue enterrado Hipona, pero luego trasladado a Pavia, Italia. 
Para Benedicto XVI, San Agustín ha sido un “buen compañero de viaje” en su vida y ministerio. En enero del 2008 se refirió a él como “hombre de pasión y de fe, de altísima inteligencia y de incansable solicitud pastoral… dejó una huella profundísima en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo”.
En agosto del 2013, el Papa Francisco, durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín, se refirió al santo como un hombre que “comete errores, toma también caminos equivocados, peca, es un pecador; pero no pierde la inquietud de la búsqueda espiritual. Y de este modo descubre que Dios le esperaba; más aún, que jamás había dejado de buscarle Él primero”.
San Juan Pablo II  difundió la vida y obra de este Doctor de la Iglesia. En 1986, con ocasión del XVI Centerario de la Conversión de San Agustín, redactó la Carta Apostólica “Augustinum Hipponensem”.
Conoce más de este gran Doctor de la Iglesia:

Lunes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario


Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,1-5.8b-10. 

Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios Padre y al Señor Jesucristo. Llegue a ustedes la gracia y la paz.
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones,
y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia.
Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido elegidos.
Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo y de toda clase de dones. Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes.
En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto.
Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero,
y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera.

Salmo 149(148),1-2.3-4.5-6a.9b. 
Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas;
ésta es la victoria de todos sus fieles.



Evangelio según San Mateo 23,13-22. 

"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?
Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar'.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.