miércoles, 5 de julio de 2017

Joaquín Navarro-Valls, portavoz de Juan Pablo II, fallece a los 80 años de edad

"Un día recibí una llamada telefónica, yo estaba en mi trabajo, en mi oficina: 'Tiene que ir usted a almorzar con el Papa'. Naturalmente le dije a mi secretaria: 'Llame usted al Vaticano porque alguien me quiere tomar el pelo”. Llamó y le confirmaron que sí... 

Y recuerdo claramente aquel almuerzo con el Papa que planteó el tema, de si yo tenia alguna idea de cómo mejorar el modo de comunicar (no ya de comunicar él, que no necesitaba ningún consejo, sino de comunicar ese universo de valores humanos y cristianos que el Vaticano tenía que hacer). 

Dije alguna cosa que me pareció, pasó algún tiempo y luego llegó la llamada telefónica. El papa le ha nombrado a usted director de...

Dudé mucho antes de aceptar. E inmediatamente después de aceptar, dije que quería hablar con el Papa, que quería conocer en profundidad cuál era su idea, cuál era su idea, qué es lo que efectivamente quería... Y así comenzó aquella etapa de mi vida que yo pensaba que iba a durar un par de años y que en realidad duró 22 años. 

Recuerdo una cosa que me ha servido muchas veces luego. Le dije: 'Santo Padre, esto es una responsabilidad muy grande para mí. Es un tema capaz de angustiar a cualquier persona'. Y me dijo algo que me ha servido muchas veces en la vida: 'No se puede hacer bien un trabajo si sólo se piensa en la responsabilidad. Si sólo se piensa en la responsabilidad entonces te sientes como amarrado, como encerrado dentro de esa responsabilidad'. Fue un consejo muy sabio que me ha ayudado muchas veces y del que he sacado mucho partido a lo largo de esos 22 años trabajando con él. 

El día en que Santa Teresa de Ávila venció al demonio con el poder del agua bendita

Santa Teresa de Ávila / Crédito: Wikimedia Commons

Santa Teresa de Ávila es una religiosa, mística y Doctora de la Iglesia del siglo XVI, que en sus memorias relató cómo, tras una larga experiencia, aprendió “que no hay nada como el agua bendita para hacer huir a los demonios y evitar que regresen”.
Lo que no es tan conocido son las experiencias que la llevaron a esa conclusión, que ella describe en su autobiografía, el “Libro de la vida”.
“Estaba una vez en un oratorio, y se me apareció hacia el lado izquierdo, una abominable figura; le miré especialmente la boca, porque me habló, y la tenía espantosa. Parecía que le salía una gran llama del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. Me dijo espantosamente que bien me había librado de sus manos, mas que él me tornaría a ellas”, reveló Santa Teresa al inicio del Capítulo 31 de su obra.
Luego, asustada, trató de espantarlo con el signo de la Cruz. El demonio la abandonó, pero pronto regresó. Esto sucedió varias veces, hasta que notó que tenía agua bendita cerca: “Dos veces me sucedió esto. Yo no sabía qué hacer. Tenía allí agua bendita y lo eché a aquella parte, y nunca más retornó”.
En otro momento, Santa Teresa escribió que el demonio estuvo cinco horas atormentándola “con tan terribles dolores y desasosiego interior y exterior, que no sabía si podía soportar más. Las que estaban conmigo estaban espantadas y no sabían qué hacer ni yo cómo valerme”.
La santa admitió que solo encontró alivio después de pedir agua bendita y arrojarla al lugar donde vio a un demonio cerca. Es en la explicación de este hecho que se da a conocer su cita más famosa.
“Tras muchas ocasiones, tengo la experiencia de que no hay nada como el agua bendita para hacer huir a los demonios y evitar que regresen. De la cruz también huyen, mas vuelven. Debe ser grande la virtud del agua bendita”, señaló.
Más tarde, aseguró que conoció la consolación del alma luego de tomar el agua, que le generó “como un deleite interior” que la confortaba.
“Esto no es un antojo, ni cosa que me ha acaecido sola una vez, sino muchas, y he mirado con gran advertencia. Digamos, es como si uno tuviese mucho calor y sed, y luego bebiese un jarro de agua fría, y sintiera un gran alivio. Considero que es una gran cosa todo lo que está ordenado por la Iglesia, y me conforta mucho ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras, que así se pongan en el agua, para que sea tan grande la diferencia con lo que no es bendito”, continuó.
Santa Teresa de Ávila cuenta muchas otras historias sobre el poder del agua bendita en el resto del capítulo.
Puede leerlas AQUÍ.

Oración por los hijos a la Virgen del Perpetuo Socorro


¡Socorre a mis hijos!

¡Madre mía, socorre a mis hijos!
que esta palabra sea el grito de
mi corazón desde la aurora.
¡Oh María! que tu bendición
los acompañe, los guarde, los defienda
los anime, los sostenga en todas
partes y en todas las cosas.
Cuando postrados ante la
presencia del Señor le ofrezcan
sus tributos de alabanza y
oración, cuando le presenten
sus necesidades, o imploren
sus divinas misericorias.
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando se dirijan al trabajo
donde el deber los llama,
cuando pasen
de una ocupación a otra,
a cada movimiento que ejecuten,
a cada paso que den
y a cada nueva acción.
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando la prueba venga
a ejercitar su debilísima virtud
y el cáliz del sufrimientose
muestre antes sus ojos,
cuando la Divina Misericordia,
quiera instruirlos y
purificarlos por el sufrimiento.
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando el infierno
desencadenado contra ellos
se esfuerce en seducirlos
con los atractivos del placer,
las violencias de las tentaciones
y los malos ejemplos.
¡Madre mía socorre y preserva
de todo mal a mis hijos!

Cuando se dirijan a buscar
el remedio de sus males
y la curación de sus heridas
en el Tribunal de la
reconciliación y de la paz
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando se acerquen
a la Sagrada Mesa
para alimentarse con el
Pan de los Angeles,
con el Verbo hecho carne
por nosotros
en tus purísimas entrañas.
¡Madre mía bendice a mis hijos!

Cuando en la noche se
dispongan al descanso
a fin de continuar con nuevo fervor
al día siguiente su camino hacia la patria eterna
¡Madre mía bendice a mis hijos!

Que tu bendición, Madre mía,
descienda sobre ellos,
en el día, en la noche,
en el consuelo, en la tristeza,
en el trabajo, en el descanso,
en la salud y en la enfermedad,
en la vida y en la muerte
y que esta no sea repentina,
y por toda una eternidad. Así Sea

(Se rezan tres avemarías).

La Trinidad explicada de modo (bastante) sencillo


Dios Padre es Creador; Dios Hijo Redentor y Dios Espíritu Santificador

¿Cómo has encontrado a Dios como Trinidad? (Exodo 34,4-9; 2 Corinti0s 13,11-13; Juan 3,16-18)
El Nuevo Testamento llama a Dios Trinidad. En la segunda lectura de hoy, por ejemplo, Pablo les ofrece a los corintios su despedida con la bendición de Dios, Jesús y el Espíritu. El Evangelio de Mateo es aún más explícito. Jesús envía a los discípulos a bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Esta línea aparece en todas las versiones antiguas del texto y en los primeros textos como el Didache. Otro ejemplo aparece en 1 Pedro 1, 1-2, que contiene una teología explícitamente trinitaria de la salvación. Aunque los detalles tomaron siglos, la naturaleza trinitaria de Dios fue clara para muchos cristianos primitivos.
El Padre era el Creador trascendente, el ser inspirador, tan grande que hasta el borde de su vestido llenaba el Templo en la visión de Isaías 6, 1. Fue él quien llevó a Israel de la esclavitud a la libertad y el que restauró a Israel repetidamente cuando se rebelaron.
El Padre era el “Todopoderoso”, gobernante del cielo y de la tierra, Adonaien las Escrituras hebreas y kyrios entre los judíos que hablaban griego.
El Hijo era Jesucristo, el siervo obediente, glorificado y sentado a la diestra del Padre. Volvería en algún momento futuro para juzgar a los vivos y los muertos. Dentro de una generación de la muerte y resurrección de Jesús, los primeros cristianos también llamaron al Hijo kyrios, viendo en él al “como hijo de hombre” de Dn 7,14 que compartía los atributos del Padre.
El Espíritu era la esencia del Padre, literalmente, su “aliento vital”. Fue este “aliento vital” el que habló a Moisés, resucitó a Jesús de entre los muertos y ahora estaba disponible para cualquiera que recibiera el bautismo. Esta “vida-aliento” es la “vida eterna” del Evangelio de hoy: “Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. El Espíritu debía ser sumergido en el fuego del Sinaí y la pasión de Cristo.
Lo que podría perderse en esta teología elegante es que la Trinidad no actúa sólo para la propia gloria de Dios, sino para formar un pueblo, ya que la Santísima Trinidad es la mejor comunidad.
Que la humanidad había encontrado a Dios en estas tres maneras fue obvio para los primeros cristianos. La pregunta que tomó siglos para resolver fue: “¿Es Dios realmente como esto, o es la debilidad de la mente humana lo que hace que Dios parezca de esta manera?” Con el tiempo, los cristianos llegaron a reconocer que Dios realmente era una Trinidad.
Parafraseando a Atanasio de Alejandría, el Padre es una fuente, el Hijo es el agua y el Espíritu es la bebida que tomamos. Cada uno juega un papel en cada acción divina. También podemos hablar de Dios Padre como Creador; Dios Hijo como Redentor y Dios Espíritu como Santificador.
El creador cósmico terminó de trabajar con el primer hombre y la primera mujer. El Todopoderoso y misericordioso llamó a Moisés para establecer a Israel. El Padre rescató a su Hijo de la muerte y dio a luz a la Iglesia por el don del Espíritu.
Toda la creación se extiende desde una comunidad trinitaria. Para los cristianos, esta es la verdadera naturaleza de la realidad. No hay Dios solitario ni humano sin amigos. El amor que la Trinidad comparte en sí mismo es la legítima herencia de cada persona.
Si la fiesta de hoy enseña cualquier lección, es que el alejamiento es un sacrilegio y una alienación una blasfemia. Cristo atrae a sus discípulos al amor del Padre sólo para enviarlos en el Espíritu para buscar a los perdidos y llamarlos a casa. Por eso la esencia de la Santísima Trinidad es ser misericordia.

Miércoles de la decimotercera semana del tiempo ordinario


Libro de Génesis 21,5.8-20. 

Abraham tenía entonces cien años de edad.
El niño creció y fue destetado, y el día en que lo destetaron, Abraham ofreció un gran banquete.
Sara vio que el hijo de Agar, la egipcia, jugaba con su hijo Isaac.
Entonces dijo a Abraham: "Echa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac".
Esto afligió profundamente a Abraham, ya que el otro también era hijo suyo.
Pero Dios le dijo: "No te aflijas por el niño y por tu esclava. Concédele a Sara lo que ella te pide, porque de Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
Y en cuanto al hijo de la esclava, yo haré de él una gran nación, porque también es descendiente tuyo".
A la madrugada del día siguiente, Abraham tomó un poco de pan y un odre con agua y se los dio a Agar; se los puso sobre las espaldas, y la despidió junto con el niño. Ella partió y anduvo errante por el desierto de Berseba.
Cuando se acabó el agua que llevaba en el odre, puso al niño debajo de unos arbustos,
y fue a sentarse aparte, a la distancia de un tiro de flecha, pensando: "Al menos no veré morir al niño". Y cuando estuvo sentada aparte, prorrumpió en sollozos.
Dios escuchó la voz del niño, y el Angel de Dios llamó a Agar desde el cielo: "¿Qué te pasa, Agar?", le dijo. "No temas, porque Dios ha oído la voz del niño que está ahí.
Levántate, alza al niño y estréchalo bien en tus brazos, porque yo haré de él una gran nación".
En seguida Dios le abrió los ojos, y ella divisó un pozo de agua. Fue entonces a llenar el odre con agua y dio de beber al niño.
Dios acompañaba al niño y este fue creciendo. Su morada era el desierto, y se convirtió en un arquero experimentado.

Salmo 34(33),7-8.10-11.12-13. 
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El Ángel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.

Teman al Señor, todos sus santos,
porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre,
pero los que buscan al Señor no carecen de nada.

Vengan, hijos, escuchen:
voy a enseñarles el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que ama la vida
y desea gozar de días felices?


Evangelio según San Mateo 8,28-34. 
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino.
Y comenzaron a gritar: "¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?"
A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.
Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara".
El les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados.
Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.