sábado, 2 de junio de 2018

¿Sabías que puedes sacar un alma del Purgatorio en Pentecostés?

Imagen referencial / Crédito: Pixabay

Con el juicio personal al final de la vida terrena, Dios decidirá si una persona es merecedora del cielo o el infierno. En caso el destino eterno sea el cielo, muchas almas deberán purificarse en el Purgatorio, pero puede que ese proceso lleve mucho tiempo.
En la Solemnidad de Pentecostés la Iglesia dispone que todos los católicos pueden ganar una indulgencia plenaria, ya sea para uno mismo o para algún alma del Purgatorio, lo que significaría la entrada directa al cielo en este último caso.
¿Deseas saber cómo ayudar al alma de algún familiar o amigo? ChurchPoppresenta los 5 pasos que todo católico puede seguir para lograrlo:
  • Firme intención de no volver a pecar, incluso venialmente.
  • Confesar sacramentalmente todos los pecados.
  • Recibir la Eucaristía.
  • Orar por las intenciones del Papa.
  • Durante la Solemnidad de Pentecostés, rezar o cantar el himno Veni Creator Spiritus.
El Veni Creaor Spiritus
Esta es la melodía:
Letra:
Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
Qui diceris Paraclitus,
Altissimi donum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,
Digitus Paternae dexterae,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.
Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore.
Deo Patri sit gloria,
Et Filio, qui a mortuis
Surrexit, ac Paraclito
In saecula saeculorum.

Traducción:
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fíeles
y llena de la divina gracia los corazones,
que Tú mismo creaste.

Tú eres nuestro Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios
los tesoros de tu palabra.

Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu dirección,
evitaremos todo lo nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre,
y también al Hijo;
y que en Ti, Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo,

También hay una versión en español:

Cómo (y por qué) hacerse la señal de la cruz antes del Evangelio en la misa

POPE FRANCIS,SIGN OF THE CROSS

Es más que un mero gesto rutinario, está impregnado de simbolismo bíblico

Para los católicos romanos, hay un gesto rápido que a menudo pasa desapercibido antes del recitado del Evangelio durante la misa. Es un dibujo breve de la cruz que no es la seña típica y contiene mucho simbolismo.
El gesto es una imitación directa de lo que el diácono (o sacerdote, cuando no hay un diácono presente) ha de hacer antes de recitar las palabras del santo Evangelio. El Misal Romano estipula: “[tras] haber anunciado el título del libro evangélico del cual se ha tomado la perícopa que va a leer, [el sacerdote traza] con el pulgar de la mano derecha un signo de cruz sobre el libro y tres sobre sí (sobre la frente, sobre la boca y sobre el pecho)”.
Antes, si un diácono va a proclamar el Evangelio, el sacerdote le dará una bendición en la que recita la siguiente oración:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios,
para que anuncies dignamente su Evangelio;
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo
De manera similar, cuando el sacerdote es quien proclama el Evangelio, reza estas palabras silenciosamente:
Limpia mi corazón y mis labios, Dios omnipotente,
para que pueda proclamar dignamente el santo Evangelio
Los laicos y todos los demás que asisten a la misa están invitados a hacer una oración y un gesto similar antes de la lectura del Evangelio. Se les anima a decir interiormente una breve oración que les prepare para recibir la Palabra de Dios.
La Palabra del Señor esté en mi mente, en mis labios y en mi corazón.
Es un acto hermoso con profundas raíces bíblicas. Por ejemplo, Dios explica al pueblo de Israel que recite una frase particular (“Escucha, Israel…”) de forma diaria, pero también que pongan esa frase “como una marca sobre tu frente” (Deuteronomio 6,8). Muchos judíos lo asumieron literalmente y colocaban un pequeño pergamino sobre su frente. Era un recordatorio visible de mantener siempre en mente la Palabra de Dios.
En segundo lugar, la oración evoca a cuando el profeta Isaías recibió una visión en la que un ángel purificó sus labios con carbón ardiendo (ver Isaías 6). Esta conexión se mantiene en la Forma Extraordinaria de la Misa, en la que el sacerdote recita la siguiente oración antes del Evangelio:
Limpia mi corazón y mis labios, Dios omnipotente, Tú que limpiaste los labios del Profeta Isaías con un carbón encendido. Por tu grata misericordia dígnate limpiarme para que sepa anunciar con dignidad Tu santo Evangelio.
Por último, la oración hace referencia a las palabras de la Carta a los hebreos, donde el autor escribe: “la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4,12).
Por tanto, cuando hacemos este gesto en misa, es verdaderamente una oración profunda que nos abre a las palabras de Jesucristo. Cada vez que escuchamos el Evangelio, Jesús llama a las puertas de nuestro corazón, esperando a poder entrar. Solamente tenemos que abrirle la puerta.

Sábado de la octava semana del tiempo ordinario


Epístola de San Judas 1,17.20b-25. 

En cuanto a ustedes, queridos míos, acuérdense de lo que predijeron los Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.
Pero ustedes, queridos míos, edifíquense a sí mismos sobre el fundamento de su fe santísima, orando en el Espíritu Santo.
Manténganse en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la Vida eterna.
Traten de convencer a los que tienen dudas,
y sálvenlos librándolos del fuego. En cuanto a los demás, tengan piedad de ellos, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica contaminada por su cuerpo.
A aquel que puede preservarlos de toda caída y hacerlos comparecer sin mancha y con alegría en la presencia de su gloria,
al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén.

Salmo 63(62),2.3-4.5-6. 
Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,

por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario

para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.

Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada

como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.


Evangelio según San Marcos 11,27-33. 
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él
y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?".
Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.
Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?".
Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'.
¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta,
respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".