martes, 20 de marzo de 2018

Catequesis del Papa Francisco sobre el Padre Nuestro

El Papa Francisco pronuncia su catequesis. Foto: Daniel Ibañez / ACI Prensa

En la catequesis de la Audiencia General celebrada el pasado miércoles 14 de marzo en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco reflexionó sobre el Padre Nuestro.
En su enseñanza, el Santo Padre explicó que esta oración no es una de tantas oraciones cristianas, sino que es la oración del Hijo de Dios.
“Entregado a nosotros en el día de nuestro Bautismo, el Padre Nuestro hace resonar en nosotros los mismos sentimientos que pertenecieron a Jesucristo”, subrayó.
A continuación, la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos la catequesis sobre la santa misa. En la Última Cena, después de que Jesús tomó el pan y el cáliz de vino, y dio gracias a Dios, sabemos que "partió el pan". A esta acción corresponde, en la Liturgia eucarística de la misa, la fracción del Pan, precedida por la oración que el Señor nos ha enseñado, o sea, el “Padre nuestro”.
Y así comienzan los ritos de Comunión, prolongando la alabanza y la súplica de la Plegaria Eucarística con el rezo comunitario del "Padre Nuestro". Esta no es una de las tantas oraciones cristianas, sino que es la oración de los hijos de Dios: es la gran oración que nos ha enseñado Jesús. De hecho, dado el día de nuestro bautismo, el "Padre Nuestro" hace que resuenen en nosotros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús.
Cuando rezamos el “Padre nuestro” rezamos como rezaba Jesús. Es la oración que hacía Jesús y nos la enseñó a nosotros; cuando los discípulos le dijeron: “Maestro, enséñanos a rezar como rezas tú”. Y Jesús rezaba así.  Es muy bello rezar como Jesús. Formados en su divina enseñanza, nos atrevemos a recurrir a Dios llamándolo "Padre", porque hemos renacido como hijos suyos a través del agua y del Espíritu Santo (véase Ef. 1: 5). Nadie, en verdad, podría llamarlo familiarmente "Abbá" –Padre- sin haber sido generado por Dios, sin la inspiración del Espíritu, como enseña San Pablo (ver Rom 8:15).
Tenemos que pensar: ninguno puede llamarlo “Padre” sin la inspiración del Espíritu. ¡Cuántas veces hay gente que dice “Padre nuestro”, pero no sabe lo que dice! Porque sí, es el Padre, pero ¿tu sientes que cuándo dices “Padre”, Él es el Padre, tu Padre, el Padre de la humanidad, el Padre de Jesucristo? ¿Tú tienes una relación con este Padre?  Cuando rezamos el “Padre nuestro” nos unimos con el Padre que nos ama, pero es el Espíritu quien nos da esta unión, este sentimiento de ser hijos de Dios.
¿Qué mejor oración que la enseñada por Jesús puede disponernos a la Comunión sacramental con él? El "Padre Nuestro" se reza, además de en la misa, por la mañana y por la noche en laudes y vísperas; de esta manera, la actitud filial hacia Dios y de fraternidad con el prójimo contribuyen a dar una forma cristiana a nuestros días.
En la Oración del Señor  - en el “Padre nuestro”- pedimos "el pan de cada día", en el que vemos una referencia específica al Pan eucarístico, que necesitamos para vivir como hijos de Dios. Imploramos también "el perdón de nuestras ofensas", y para que seamos dignos de recibir el perdón nos comprometemos a perdonar a quienes nos han ofendido.
Y esto no es fácil. Perdonar a las personas que nos han ofendido no es fácil; es una gracia que debemos pedir: “Señor, enséñame a perdonar como tú me has perdonado”.
Es una gracia, Con nuestras fuerzas no podemos: perdonar es una gracia del Espíritu Santo. Por lo tanto, mientras abre nuestros corazones a Dios, el "Padre Nuestro" también nos dispone al amor fraterno.
Finalmente, pedimos nuevamente a Dios que nos "libre del mal" que nos separa de él y nos divide de nuestros hermanos. Entendemos bien que estas son peticiones muy adecuadas para prepararnos para la Sagrada Comunión (ver Instrucción General del Misal Romano, 81).
De hecho, lo que pedimos en el "Padre Nuestro" se prolonga con la oración del sacerdote que, en nombre de todos, suplica: "Líbranos, Señor, de todos los males, concede la paz en nuestros días".
Y después recibe una especie de sello en el rito de la paz: En primer lugar, se invoca de Cristo que el don de su paz (cf. Jn 14,27) - tan diferente de la paz del mundo – haga que la Iglesia crezca en la unidad y la paz según su voluntad; luego, con el gesto concreto intercambiado entre nosotros, expresamos "la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental." (IGMR, 82).
En el rito romano, el intercambio del signo de la paz, colocado desde la antigüedad antes de la comunión, se ordena a la comunión eucarística. De acuerdo con la advertencia de San Pablo, no se puede compartir el mismo pan que nos hace un solo cuerpo en Cristo, sin reconocerse pacificados por el amor fraterno (cf. 1 Cor 10,16-17; 11,29).
La paz de Cristo no puede echar raíces en un corazón incapaz de vivir la fraternidad y de recomponerla después de haberla herido. La paz la da el Señor: Él nos da la gracia de perdonar a los que nos han ofendido.
El gesto de la paz es seguido por la fracción del Pan, que desde los tiempos apostólicos dio su nombre a toda la celebración de la Eucaristía (cf. IGMR, 83; Catecismo de la Iglesia Católica, 1329). Hecho por Jesús durante la Última Cena, partir el pan es el gesto revelador que hizo que los discípulos lo reconocieran después de su resurrección.
Recordemos a los discípulos de Emaús, quienes, hablando del encuentro con el Resucitado, relatan "cómo lo reconocieron al partir el pan" (cf. Lc 24,30-31,35).
La fracción del Pan eucarístico va acompañada de la invocación del "Cordero de Dios", figura con la que Juan Bautista indicó en Jesús "al que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). La imagen bíblica del cordero habla de redención (véase Ex 12: 1-14, Is 53: 7, 1 Pt. 1:19, Ap 7:14).
En el pan eucarístico, partido por la vida del mundo, la asamblea orante reconoce al verdadero Cordero de Dios, que es Cristo Redentor, y le ruega: "Ten piedad de nosotros ... danos la paz".
"Ten piedad de nosotros", "danos la paz" son invocaciones que, desde la oración del "Padre Nuestro" a la fracción del pan, nos ayudan  a prepararnos para participar en el banquete eucarístico, fuente de comunión con Dios y con los hermanos.
No olvidemos la gran oración: la que nos ha enseñado Jesús y que es la oración con que Él rezaba al Padre. Y esta oración nos prepara a la Comunión.

Si estás en pecado grave no debes recibir la Comunión, recuerda el Papa Francisco

Foto referencial: Pixabay dominio público

En los saludos posteriores a su catequesis durante la Audiencia General celebrada el pasado miércoles 14 de marzo en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco recordó que “aquel que ha cometido un pecado grave no debería  acercarse a la Sagrada Comunión sin haber obtenido antes la absolución en el sacramento de la Reconciliación”.
El Santo Padre, que dedicó la catequesis a reflexionar sobre el Padre Nuestro, señaló que con la referencia que se hace en esta oración a “nuestro pan de cada día” pedimos "no solo comida para nuestro cuerpo, sino también el pan eucarístico, alimento del alma”.
El Pontífice también aseguró que “la Cuaresma es una ocasión para acercarse al sacramento del perdón, confesarse bien y encontrar a Cristo en la Santa Comunión".
"El encuentro con Él confiere sentido a nuestra vida”, concluyó.

¿Qué es la Liturgia de la Palabra?


Una de las partes importantes de la misa, de la que muchos no conocen el significado

La Liturgia de la Palabra es la parte que sigue a los ritos iniciales de la Eucaristía. Una vez  reunidos, los católicos se disponen a escuchar el mensaje divino.
La Liturgia de la Palabra se compone de lecturas de la Biblia, cantos, meditación silenciosa para que pueda ser asimilada, la homilía, la proclamación de la fe y la oración universal.

1. La proclamación de la Palabra

La proclamación de la Palabra se remonta a la historia del Pueblo de Israel. Durante varios siglos, las leyes, costumbres, la alianza y las promesas de Dios a su Pueblo, así como las tradiciones se fueron pasando oralmente de generación en generación.
Con el destierro y la crisis de valores, los israelitas percibieron la necesidad de poner por escrito todas las tradiciones.
Hacia el Siglo VI antes de Cristo, surgió la experiencia de la sinagoga. El pueblo reunido escuchaba la Palabra de Dios, haciendo de la Palabra escrita y proclamada, una palabra viva.
Esa costumbre de las reuniones sinagogales fue transmitida a las primeras comunidades cristianas (1), y continúan hasta ahora en nuestras celebraciones litúrgicas, aunque bajo otro esquema.
Lo que no ha cambiado es que en cada lectura, Dios habla a Su Pueblo: “En diversas ocasiones y bajo diferentes formas, Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas, hasta que en estos días, que son los últimos, nos habló a nosotros por medio de Su Hijo”. (2)
El Concilio Vaticano II pidió que se abrieran los tesoros de la Sagrada Escritura para el enriquecimiento espiritual del pueblo cristiano. (3)
La Iglesia eligió los libros del Antiguo Testamento para que fueran proclamados en el primer momento (primera lectura) para tener un encuentro con fragmentos de la Ley Mosaica, episodios de la historia de Israel, de los libros proféticos o de algunas frases de la sabiduría popular del pueblo elegido. Todos ellos nos hablan del Mesías que los profetas esperaban.
Después del salmo, sigue la proclamación de los escritos de los apóstoles (segunda lectura), es decir, los primeros testigos de Cristo. Con el título de “epístola” se designan las cartas que los apóstoles dirigen a las primeras comunidades cristianas que se formaron y a través de ellas les exhortan, enseñan, amonestan y dirigen para que no se pierda la fe que les han transmitido.
Pero ¿para qué la liturgia de la palabra? El alimento de la Palabra de Dios, tomado de la Biblia, nutre la fe de los cristianos y prepara el corazón para que luego asimile el Cuerpo y Sangre del Señor.
Las dos mesas que Dios nos ofrece se complementan en un solo sacramento. En la Liturgia de la Palabra, el Pueblo de Dios escucha con atención las lecturas de la Biblia que previamente han sido preparadas, tal y como si fueran una carta escrita por Dios para cada uno de nosotros; en la liturgia de la eucaristía, prepara para recibir el pan de ángeles que transformará nuestra vida.
El número de lecturas varía de acuerdo al día, tenemos dos lecturas en los días de la semana, tres lecturas los domingos y en las celebraciones especiales de la Vigilia Pascual o Pentecostés podemos tener siete.
Al término de la proclamación, que no lectura propiamente dicha, los cristianos unidos en asamblea responden “Te alabamos Señor” dando realmente gracias a Dios que quiso de nuevo hablar a Su Pueblo con palabras de amor.

2. El salmo

El salmo es un elemento bellísimo de la liturgia de la Palabra que se conoce como “responsorial” o “gradual”. Es una oración que fue escrita para cantarse y tiene por base el libro de los salmos, que contiene 150 poesías cuyo autor es el pueblo de Israel en su conjunto y que constituyen un legado para el pueblo cristiano.
Existen varias formas de proclamarlo:
1) El salmista o un lector proclama los versículos del salmo y la asamblea responde la antífona prevista en el leccionario, que es el libro litúrgico en varios volúmenes clasificados según los ciclos de la liturgia, que contiene la Palabra de Dios.
2) El salmista canta la antífona y proclama el salmo a lo que la asamblea responde recitando de memoria la antífona intercalándola entre los versículos.
3) El salmista canta la antífona y la asamblea la repite. Luego el salmista canta todo el salmo, canta nuevamente la antífona y la asamblea responde repitiéndola.
Los salmos ayudan a aprender a orar a través de la alabanza y la petición a Dios. En la celebración de la liturgia, el salmo es la respuesta a la primera lectura; es como si Dios nos diera sus propias palabras para responderle.

3. Aclamación y proclamación del Evangelio

Antes de la proclamación del Evangelio se canta o se recita la Aclamación o aleluya. Esta palabra hebrea que significa “que viva Dios, hay que darle gracias y alabarlo” era usada por el pueblo hebreo como una verdadera oración en los salmos y en la celebración de la Pascua.
En los primeros siglos de la Iglesia, se cantaba el aleluya para celebrar a Cristo resucitado. Actualmente se canta el aleluya todos los domingos excepto en tiempo de Cuaresma.
La proclamación del Evangelio, es decir, la Buena Nueva, es un momento de gran alegría en la liturgia de la Palabra. Las dos anteriores lecturas y el salmo preparan a escuchar al mismo Cristo hablando a su pueblo. Se escucha de pie en señal de respeto.
Los libros de los evangelios son cuatro y corresponden a lo que pusieron por escrito los apóstoles san Mateo y san Juan, además de san Lucas, compañero de san Pablo y Marcos, discípulo de Pedro.
Todas estas lecturas, lo mismo que el salmo responsorial se hacen desde el ambón, la mesa de la Palabra de Dios.

4. La homilía

El Concilio Vaticano y la renovación de la Iglesia precisan lo que debe ser la homilía: una conversación familiar por la que el pastor de almas alimenta y ayuda a aplicar en las circunstancias concretas de la existencia el mensaje del Evangelio.
La homilía debería ayudar a revelar la voluntad de Dios, expresada en la Palabra, a tomar conciencia de ella, explicando, anunciando, exhortando y animando a la comunidad, pero siempre aplicando el mensaje revelado a la vida diaria.
En los documentos del Concilio Vaticano II se explica: “Aunque la palabra divina en las lecturas de la sagrada Escritura se dirija a todos los hombres de todos los tiempos y sea inteligible para ellos, sin embargo, su más plena inteligencia y eficacia se favorece con una explicación viva, es decir, con la homilía, que viene así a ser parte de la acción litúrgica”(5).
Y tiene también una cierta presencia del Señor, como afirma el papa Pablo VI: “(Cristo) está presente en su Iglesia que predica, puesto que el Evangelio que ella anuncia es la Palabra de Dios y solamente se anuncia en el nombre, con la autoridad y con las asistencia de Cristo…”(6).
(1) Hch 20, 7-11
(2) Heb 1, 1-2
(3) Sacrosanctum Concilium # 51
(4) 1 Sam. 3, 10
(5) idem
(6) Sacrosanctum Concilium # 35,2; y # 52

Lo que debes saber de la tradición popular de Semana Santa


Existe una cultura particular para estas fechas

Desde los orígenes del cristianismo, la Semana Santa ha sido particularmente celebrada por los cristianos, hasta el punto de crear una cultura particular para estas fechas, que engloban desde la música, las artes pláticas, la repostería, la vestimenta, la floristería, las organizaciones de fieles en hermandades o cofradías y hasta el teatro popular.
Todas estas manifestaciones creadas por el pueblo tienen como única finalidad conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios. Se unen sentimientos de dolor, de sufrimiento, y de gloria, según sea la conmemoración de la pasión o de la resurrección. 
1.- Las procesiones
Las procesiones son una característica típica en todos los países latinos. Las procesiones más conocidas en el mundo son las de Sevilla (España) y Ayacucho (Perú). En Colombia están las celebraciones de la ciudad de Popayán, declaradas por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. 
La pasión y muerte están representadas por “pasos” o conjuntos escultóricos que representan alguna escena de la pasión, como la Oración en el Huerto, La Crucifixión, el encentro de Jesús con su Madre Santísima… En este sentido es muy emocionante el momento del encuentro entre Jesús Nazareno y la Virgen Dolorosa en la procesión de Ayacucho. 
Las procesiones son normalmente silenciosas. Algunas se llaman la Procesión del Silencio, que es la del Viernes Santo, porque en ese día murió Jesús en la cruz. En otras, instrumentos de viento principalmente irrumpen en el silencio entonando marchas o cánticos de los fieles, con marcado carácter fúnebre.. 
En las procesiones van también penitentes particulares que quieren hacer una penitencia especial, como cadenas, llevar una cruz, descalzos, etc.
En la procesión de Málaga desfila también un preso que es indultado el día de miércoles santo por la autoridad gubernativa, entre los presos que han hecho méritos al respecto. Este indulto fue concedido a la Cofradía de Jesús el Rico de Málaga por el rey Calos III. 
2.- La música
Hay piezas musicales previstas solo para Semana Santa, todas dirigidas a la devoción a la pasión del Señor. Entre estos cánticos, en las procesiones del sur de España, son muy famosas las Saetas o canciones que cantan algunos fieles espontáneos al paso de la procesión. 
Son coplas cortas, disparadas a modo de flechazo, cantadas desde el sufrimiento y el dolor. Hay saetas muy famosas cuya música se encuentra en el género del flamenco y cante “hondo”, cantadas por cantantes profesionales. 
3.- Las flores
Tanto en los “monumentos” –donde se guarda a Jesús Sacramentado la noche del Jueves al Viernes Santo—como en las procesiones, se utilizan flores lilas y amarillas, mezcladas con rosas blancas y rojas. Normalmente son manojos grandes, que comparten espacio con cirios también grandes que rodean los “pasos” y los “monumentos”.
4.- Los “pasos” o conjuntos escultóricos
En toda procesión hay “`pasos” que representan la pasión y muerte de Nuestro Señor. Son a veces auténticas obras de arte que convocan a la devoción popular a vivir la Semana Santa con mayor fervor. Los pasos son llevados a hombros, en sentido penitencial, por los llamados “costaleros”.
Los escultores más famosos de estos pasos son Alonso Berruguete, (1490-1561), el franco español Juan de Juni (1506-1577), Gregorio Fernández (1576-1636),  Juan de Mesa (1583-1627), el sevillano Felipe Morales (1620-1694) y el murciano Francisco Salzillo (1707-1783), que procesionan por distintas ciudades. 
5.- Los vestidos
Para quienes toman parte en los actos de Semana Santa deben utilizar la vestimenta adecuada. Es para los hombres, llamados “nazarenos”, una túnica de colores morado, blanco o negro (algunos utilizan también el verde) que los distingue como miembros de una cofradía y custodios de alguno de los pasos que desfilan en la procesión. Estas túnicas van rematadas por un cono sobre la cabeza llamado “capirote”. Se tapan la cara para que su penitencia sea sin rostro, anónima. 
Las señoras van con vestido negro, sin escote, y tocadas por una mantilla. También pueden ir vestidas con túnica y capirote. 
6.- Representaciones teatrales
A lo largo de la cuaresma, en algunos lugares existe la tradición de hacer representaciones teatrales de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Normalmente son representaciones teatrales llevadas a cabo por los habitantes de un lugar y cuyos actores no son profesionales. El oficio de actor se hereda y pasa de un ciudadano a otro. Suelen tener mucha audiencia en aquellos lugares. 
7.- Los dulces y repostería
Es riquísima en todo el mundo donde se celebra la Semana Santa la elaboración de dulces, buñuelos y repostería típica de estas fechas. Ahí están las rosquillas, las torrijas, la leche quemada, los buñuelos de distinto tipo, etc. 
Suelen ser dulces que se comen para el desayuno especialmente en Semana Santa para soportar mejor el ayuno y la abstinencia. 
8.- Los Viacrucis
Otra de las devociones típicas de cuaresma y Semana Santa más típicas es el Viacrucislas 14 estaciones del camino de la cruz de Jesús, que desde muy antiguo (desde la época apostólica) la devoción popular forma parte de la piedad popular. Son las catorce cruces que cuelgan en los laterales y rodean la nave central del templo.

Martes de la quinta semana de Cuaresma


Libro de los Números 21,4-9. 

Los israelitas partieron del monte Hor por el camino del Mar Rojo, para bordear el territorio de Edóm. Pero en el camino, el pueblo perdió la paciencia
y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!".
Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes". Moisés intercedió por el pueblo,
y el Señor le dijo: "Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado".
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.

Salmo 102(101),2-3.16-18.19-21. 
Señor, escucha mi oración
y llegue a ti mi clamor;
no me ocultes tu rostro
en el momento del peligro;
inclina hacia mí tu oído,
respóndeme pronto, cuando te invoco.

Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.

Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.



Evangelio según San Juan 8,21-30. 
Jesús dijo a los fariseos:
"Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir".
Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no pueden ir'?".
Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo.
Por eso les he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados".
Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.
De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo".
Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.
Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó.
El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada".
Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.