sábado, 30 de abril de 2016

¿Qué relación tienen los ángeles con la familia? En cada miembro de la familia los Ángeles ven un reflejo de la Santísima Trinidad, y por ello tienen un gran respeto y reverencia por cada uno


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El Papa Francisco en su exhortación apostólica “Amoris Laetitia” al hablar de la espiritualidad sobrenatural que acompaña a las familias menciona que: “La presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos.
Cuando se vive en familia, allí es difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. Si el amor anima esa autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz. La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones y de encuentros que maduran la comunión, Dios tiene su morada. Esa entrega asocia “a la vez lo humano y lo divino”, porque está llena del amor de Dios” (n. 315).
Lo anterior nos permite descubrir la presencia, la acción y la ayuda que brindan los Santos Ángeles a todas las familias. Precisamente por esta presencia del Señor los Ángeles se alegran al poder servir a la familia y, al mismo tiempo, la contemplan como un espacio donde el amor de Dios se manifiesta.
Los Santos Ángeles se alegran con toda familia, pues la familia es el primer y el gran amor de Dios. En este sentido “Amoris Laetitia” enseña que “la fecundidad de la pareja humana es “imagen” viva y eficaz, signo visible del acto creador. La pareja que ama y genera la vida es la verdadera “escultura” viviente —no aquella de piedra u oro que el Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al Dios creador y salvador.
Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios… la relación fecunda de la pareja se vuelve una imagen para descubrir y describir el misterio de Dios, fundamental en la visión cristiana de la Trinidad que contempla en Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu de amor. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo viviente…La familia no es pues algo ajeno a la misma esencia divina” (nn. 10-11).
Y es que la Santísima Trinidad es familia: “Nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo” (n. 11).
Esto hace que los Santos Ángeles se admiren y asombren, pues ellos por su naturaleza no pueden conocer lo que es tener un Padre, lo que significa ser Hijo. Así en cada miembro de la familia los Ángeles ven un reflejo de la Santísima Trinidad, y por ello tienen un gran respeto y reverencia por cada uno de los miembros de la familia.
Cabe anotar que asi como los Ángeles contemplan esta realidad sobrenatural presente en cada familia, también los demonios desean destruir esta imagen de la Santísima Trinidad poniendo falsas visiones de lo que constituye una familia dentro del plan de Dios.
En este sentido, el Papa Francisco en el Capítulo Segundo de “Amoris Laetitia” presenta algunos desafíos para las familias, ante los cuales desafíos surge una pregunta: ¿cómo ayudan los ángeles a las familias?, ¿cuál es la asistencia que prestan?.
  • Los Ángeles traen a la familia la alegría del amor; y esto porque la mayor alegría posible es la unión con Dios, es hacer parte de la familia de Dios. Así mismo los Ángeles nos ayudan para ver y alegrarnos por el gran bien que es la familia, tú familia, la de cada uno es un bien. Alégrate por ella, alégrate por los miembros de tu familia y esto nos lleva a la gratitud interior, no encerrarnos en nosotros mismo o en mantener relaciones por conveniencia. Alegrarnos simplemente por el hecho de estar juntos, de compartir.

  • Los Santos Ángeles son portadores de la luz de Dios para toda familia. Ellos al contemplar es rostro de Dios (Mt.18,10) están llenos de la luz divina y quieren irradiarla, iluminar nuestro hogar, nuestra familia con esa luz. Para ello los Ángeles nos invitan a orar, la oración en familia trae, alumbra, calienta el hogar. Con esta luz se vence toda oscuridad, toda desesperanza y tristeza, esta luz impide que las tinieblas se ciernan sobre el hogar, por ello esta luz nos trae la esperanza, el optimismo y el valor ante dificultades o situaciones de dolor y tristeza.

  • Nos comunican la voluntad de Dios y esto lleva a que el Ángel de la Guarda de cada miembro de la familia le inspire la vocación, este es el mensaje más importante, pues en la vocación, en responder a este llamado se encuentra el plan de Dios para nuestra felicidad y santificación. En este sentido es necesario respetar y acoger con agradecimiento cada vocación que surge en la familia.

  • Los Ángeles, como el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, son invitados a entrar en la fiesta de la misericordia de Dios y ellos, a diferencia del hermano mayor en la parábola mencionada, entran y se alegran de la reconciliación ofrecida por Dios a cada uno. En este sentido, los Santos Ángeles nos invitan a la reconciliación con Dios y con los demás miembros de la familia.

  • Así como el profeta Isaías tuvo que ser purificado por los Ángeles (Is. 6,6), de igual manera el Ángel de la Guarda nos lleva a purificar nuestro amor, un amor desinteresado, donde no se haga cuentas de cobro, sino un amor que se entregue, incondicional.

  • Los Santos Ángeles buscan que las familias se comprometan en la lucha contra el demonio y el pecado, que solo more el amor y la santidad de Dios. Precisamente esto nos enseña el libro de Tobias donde el arcángel San Rafael presta su ayuda y presenta sus oraciones. El hogar de Tobias es un hogar donde hay el temor de Dios y un celo por el cumplimiento de la ley de Dios, asi como la obediencia de los hijos hacia los padres.

  • La fidelidad entre los miembros de la familia. No hablar mal de mi familia con otros, no criticar con otros a los que son de mi familia y en esto San Miguel Arcángel nos presta una gran ayuda pues es el Arcángel que se mantuvo fiel.

Todas estas ayudas nos prestan los Ángeles para que nuestra familia viva esa alegría del amor, esa alegría de la presencia del Señor en medio de nosotros.
Te dejo la oración de una mamá al Ángel de su hijo:

A vosotros, Santos Ángeles de la Guarda, amigos fieles enviados por Dios a mis hijos, me dirijo con confianza. Alcanzadme, ante todo, la gracia de poder educarlos a todos para Dios y para el cielo. Protegedlos donde mis ojos no les pueden ver. Acompañadlos donde mis pies no les pueden seguir. Exhortadlos donde ya no les alcanza mi voz. Guiadlos y salvadlos para el cielo. Dios os recompense vuestro amor. Amén.

Sexto domingo de Pascua (fin de semana 30 de abril y 1 de mayo)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29. 
Algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse.
A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros.
Entonces los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos,
y les encomendaron llevar la siguiente carta: "Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto,
hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje.
El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber:
que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós".



Salmo 67(66),2-3.5.6.8. 
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.

Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.

¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.





Apocalipsis 21,10-14.22-23. 
Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios.
La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino.
Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel.
Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste.
La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero.
No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero.



Evangelio según San Juan 14,23-29. 
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.



Leer el comentario del Evangelio por : San Bernardo  
“Vendremos a él y haremos morada en él”

Se detuvo el tiempo… y allí ESTABA DIOS

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A mis 58 años Dios me muestra un nuevo camino. Está lleno de sorpresas.
Suele ponerme en una encrucijada cada cierto tiempo. Es algo que espero, sabiendo que inevitablemente ocurrirá.
No son crisis. Es como si de pronto el tiempo se detuviera.  Todo empieza a ir mal.  Te quedas sin trabajo, se daña todo en tu casa… los problemas llegan en racimo. Sé entonces que mi vida cambiará de rumbo. Algo mejor está por llegar.
Es la pedagogía de Dios. 
Te pone en camino. Estás muy cómodo con ese trabajo, con tu auto y tu vida en general. No quieres avanzar.  Llega Dios y te saca de tu comodidad.
Por algún motivo que no termino de comprender, las dificultades hacen que busquemos a Dios y las riquezas, que lo olvidemos. 
Llegan los problemas y empiezas a caminar.  Te detienes en medio de la nada, hay un cruce con diferentes caminos frente a ti y debes escoger. ¿Cuál seguir?
He transitado el camino del orgullo y no llegué a ninguna parte. Fue una pérdida de tiempo.  Luego, a la vuelta descubrí un camino ancho, agradable, con aromas embriagadores, cerré los ojos y me adentré. Corrí por sus avenidas cantando y riendo.  Cinco años demoré en salir. No encontré más que tristeza y vacío. Allí no estaba Dios.
Yo lo buscaba por el conocimiento, quería comprender, saber, entender lo que nos ocurre, qué plan tiene para esta pobre humanidad.
Pero no es fácil entender al Eterno cuando somos simples mortales sumergidos en un mundo temporal.
Aquí todo pasa. En el Paraíso, todo queda, todo es virtud,belleza felicidad y pureza.
Buscaba un tesoro olvidado en el tiempo: “El conocimiento de Dios”.  
Nuestro Catecismo nos dice que:  “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí…” (Cap. 1, 27)
Tal vez, en algún lugar encontraría un mapa, algo que me guiara a la verdad. Me parece haber escuchado que las Bienaventuranzas eran ese mapa que tanto yo buscaba.
Las he leído con ingenuidad. ¿Puede una palabra transformar el mundo?
Pero después pensé: “No son palabras, son un camino, nuevo, inexplorado. ¿A dónde llevarán?”
Los que practicaron esta forma novedosa de vida me dieron la clave.
Leí con avidez sus vidas. Todos fueron santos, y se acercaron más que nadie a Dios. Fueron personas ordinarias que tuvieron vidas extraordinarias: San Francisco de Asís, santa Teresa de Jesús, sor María Romero, en Costa Rica,  san Alberto Hurtado en Chile…
Ocurre como me dijo María Jesús, una prima de mi esposa Vida:
“Tú pones lo ordinario, Dios lo convierte en extraordinario”.
Conocemos tan pocos santos hoy en día, pero son miles los que viven en santidad, sin que sepas de ellos. Son los santos anónimos.
Olvidados del mundo, con sus oraciones y sus vidas, le permiten al mundo seguir. Calman la ira de Dios cuando pocos escuchan la súplica de Nuestra Señora en Fátima: 
“¡No ofendan más a Dios Nuestro Señor, pues ya está muy ofendido!”
Es una gracias que haya personas que busquen agradar a Dios. Me recuerdan ese hermoso salmo (53):
“Se asoma Dios desde el cielo, mira a los hijos de Adán, para ver si hay alguno que valga, alguien que busque a Dios”.
Son sus santos amados, aquellos que en lo cotidiano llevan a Dios y lo ponen en medio de todo, el trabajo, la familia. Convierten sus trabajos en ofrendas y oraciones gratas a Dios.
Ofrecen cada día al Creador. Le piden que bendiga al mundo y convierta sus trabajos en oración.
¿Acaso podemos hacer lo mismo? Ser santos sin llamar la atención, sin que nadie nos señale: “Allá va ese, que se cree santo”.
Quisiera ser santo sin que se note. Olvidado. Desapercibido. Humilde. Es mi sueño de infancia.  Ser santo para Dios. Darle esa alegría.
 Me gustaría ayudar a Dios, aunque suene ingenuo, con mis pobres oraciones. Salvar almas ofreciendo por ellas mis sufrimientos e inquietudes. Trato, pero es muy poco lo que puedo ofrecer. Estoy muy lejos de la santidad.   Aún así, no me desanimo.
Sé que Dios, en alguna medida, mira tu esfuerzo.
 Mi papá solía llamarme naif. Ahora lo entiendo.