miércoles, 20 de junio de 2018

Tú podrías ser familia (de sangre) de Jesús de Nazaret

JESUS,SALVATOR MUNDI

Quiero hacerlo todo bien pero no puedo. Y me lleno de ansiedades y de miedos. No confío, quiero ser perfecto. Y me alejo de Dios

Hoy llega su familia a buscar a Jesús. Llegan sus hermanos. Llegan a buscarlo cuando Él está predicando. Llegan hasta Él. Quieren hablar con Él. Lo buscan.
Sospechan de Él: “En aquel tiempo volvió Jesús a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”.
Piensan que no está en sus cabales. Esa afirmación me impresiona. Piensan que está loco, fuera de sí.
Me sorprende, pero sólo en parte. Porque Jesús no actúa como actúan todos los jóvenes de su época. No hace lo que hacen todos. Se sale de la norma. Actúa de una forma nueva. Se despiertan las sospechas.
Habla con fuerza. Reúne a otros hombres en torno suyo. Una comunidad. Milagros. Muchos seguidores.
Hace signos visibles del poder de Dios. Perdona pecados. ¡Cómo no creer que se ha vuelto algo loco! Sana enfermos y libera a los endemoniados.
Su familia, los más cercanos, piensan que está fuera de sí, que está enfermo. Quieren tal vez llevarlo de regreso a Nazaret, protegerlo y protegerse. Puede que tengan miedo.
Quizás quieren salvar la imagen de la familia. No aceptan todo lo que hace uno de los suyos. Me sorprende esa mirada sobre Jesús. No creen tal vez en la misericordia de Dios. En el amor infinito que me salva.
No creen que Jesús sea Dios de verdad. Era el hijo de un carpintero. Temen por su vida. Son la familia de aquel que parece estar loco.
Jesús hoy no se incomoda al oír hablar de su familia. Conoce sus dudas y sus miedos. No hace caso y sigue predicando.
Pero entonces insisten: “Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: – Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Les contestó: – ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el corro, dijo: – Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
Su madre y sus hermanos. María no piensa que está fuera de sus cabales. Pero tal vez teme por su vida. Quiere protegerlo. Quiere que salga.
Y entonces Jesús habla de la actitud del discípulo. El que cumple la voluntad de Dios. El que escucha el querer de Dios y lo hace vida. Ese es de su misma sangre.
Yo puedo llegar a ser familia de Jesús si hago lo que Dios quiere de mí. Y no me dejo tentar por el demonio. Y no me dejo llevar lejos de Dios. Y no me endurezco.
Jesús me necesita a mí. Quiere que lo siga, que esté con Él para cambiar el mundo. Me necesita en mi pobreza, en mi debilidad.
No le importa mi perfección. No desea que no cometa errores. Sabe que los voy a cometer. Pero quiere que me abra a la misericordia.
Soy su familia cuando deseo hacer siempre su voluntad aunque caiga, aunque no haga siempre lo que me pide. Dios tiene misericordia. Es paciente con mi miseria.
Decía santa Teresa de Calcuta: “Sí, tengo muchas debilidades humanas, muchas miserias humanas. Pero Él baja y nos usa, a usted y a mí, para ser su amor y su compasión en el mundo, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras miserias y defectos. Él depende de nosotros para amar al mundo y demostrarle lo mucho que lo ama”.
Me gusta mirar así mi vida. Dios sí está en sus cabales. Soy yo el que me cierro tantas veces a la salvación y pierdo mi juicio.
Quiero hacerlo todo bien pero no puedo. Y me lleno de ansiedades y de miedos. No confío, quiero ser perfecto. Y me alejo de Dios.
No creo en su misericordia. No creo que pueda hacer conmigo una gran obra. ¡Me siento tan pequeño!
Me gustaría ser como Dios. Pero soy hombre empecatado y pobre. Necesitado de misericordia. Humillado.
Saber que Dios depende de mí para regalar su amor me turba. Me siento tan incapaz… Yo soy su madre, su hermano, su familia.
Soy yo aquel en quien Él se hace presente. En mis manos su cuerpo, en mi voz su perdón, en mis gestos torpes su amor infinito. 
Él me necesita. Soy de los suyos, de su sangre. Pero no porque lo haga todo bien. Sino porque me ha llamado y me ha dicho que me ama.
Y yo quiero entonces hacer vida en mí lo que Él me pide. Lo que Él sueña para mí.
Ese consuelo me levanta cada mañana, me anima, me da fuerzas. Me hace mejor persona. Saca lo mejor que hay en mi alma enferma.
Me alegra creer que mi pecado no me limita, no me ata, no me priva de su amor.
Sólo cuando dejo de creer en su misericordia es cuando muero. Sólo cuando veo la oscuridad y me quedo en ella, me endurezco. Sólo cuando me atormento pensando que no tengo fuerzas para caminar.
Hoy confío en su amor inmenso.

10 anécdotas de san Antonio de Padua

Prodigios de la fe que siguen moviendo corazones hoy

San Antonio de Padua es conocido en todo el mundo con el calificativo de taumaturgo, que quiere decir el que “obra milagros”, porque durante su vida Dios realizó a través suyo numerosos prodigios. Aquí te relatamos sólo diez de los muchos que nos han llegado a través de los siglos.
1. Los gorriones encerrados
Fernando (su nombre de bautismo) era un niño muy obediente, tanto con Dios como con sus papás terrenales. Por esa razón su Papá del cielo un día lo premió. Era la época en que los gorriones en bandadas hacían estragos en los trigales, y el padre de Fernando le había dado la tarea de cuidar el campo de los pájaros en su ausencia.
El niño contento obedeció, pero en un momento sintió un fuerte deseo de ir a rezar en la iglesia. Entonces llamó a todos los gorriones y los encerró en una habitación. Cuando llegó su padre se enojó mucho al ver que Fernando no estaba en el campo y lo llamó para reprocharle, pero el niño le aseguró que los pájaros no comieron ni un grano de trigo y lo llevó hasta donde estaban encerradas las aves, y las soltó. El padre, maravillado, abrazó muy fuerte a su hijo.
2. Tormentas del diablo
San Antonio, como muchos grandes santos, era perseguido por el demonio, enojado porque le quitaba muchas almas. Por lo tanto siempre buscaba molestarlo cuando predicaba.
Un día, cuando el santo predicaba en la ciudad de Limoges, en Francia -al aire libre, porque la iglesia no podía contener toda la gente que había ido a escuchar su predicación-, de repente el cielo se nubló amenazando con una terrible tormenta.
El público comenzó a marcharse y Fray Antonio los llamó asegurando que no les caería ni una gota. Y así fue, llovió fuertemente alrededor de la gente, dejando completamente seca la parte donde ellos estaban. Al final de la predicación, todos los que asistieron alabaron al Señor y dieron gracias por lo que acaban de presenciar.
3. La mula de rodillas
Este es uno de los milagros más conocidos de san Antonio. Una vez, encontrándose en Rimini, el santo trató de convertir a un hereje. Discutían sobre la real presencia de Jesús en la Eucaristía.
El hereje, llamado Bonvillo, lanza el desafío al fraile afirmando: si tú, Antonio, lograras probar con un milagro que en la Comunión de los creyentes está, velado, el verdadero cuerpo de Cristo, yo renunciaré a cada herejía y abrazaré sin demora la fe católica. Antonio acepta el desafío convencido de conseguirlo todo de Dios, por la conversión del hereje.
Entonces Bonfillo, dice: yo tendré encerrada mi mula por tres días privándola de comida. A los tres días, la sacaré ante la presencia del pueblo y le dejaré el heno listo para que coma. Tú mientras tanto estarás por el otro lado con aquello que afirmas ser el cuerpo de Cristo. Si el animal incluso hambriento rechaza el alimento y adora a tu Dios yo creeré sinceramente en la fe de la Iglesia.
Antonio rezó y ayunó todos los tres días. El día establecido, la plaza estaba repleta de gente, todos a la espera de ver quién ganaba la disputa. Antonio celebró la misa delante de la muchedumbre y luego con suma reverencia acercó el cuerpo de Cristo ante la mula hambrienta y al mismo tiempo Bonfillo le enseñó el heno.
Entonces san Antonio ordenó al animal: “En virtud y en nombre del Creador, que yo, por indigno que sea, tengo de verdad entre mis manos, te digo, oh animal, y te ordeno que te acerques rápidamente con humildad y le presentes la debida veneración, para que los malvados herejes comprendan de este gesto claramente que todas las criaturas están sujetas a su Creador, tenido entre las manos por la dignidad sacerdotal en el altar”.
El santo ni siquiera había acabado estas palabras cuando el animal, dejando a un lado el heno, inclinándose y bajando la cabeza, se acercó arrodillándose delante de la Eucaristía. Una gran alegría contagió a los fieles y el hereje renegó de su doctrina en presencia de toda la gente y se convirtió a la fe católica.
4. Genuflexiones extrañas
Un día, san Antonio se cruzó en la calle con un hombre famoso por su vida disoluta. Al verlo inmediatamente le hizo una genuflexión, llamando la atención del hombre. Y así lo hizo las varias veces que lo encontraba. El hombre, molesto porque pensaba que se estaba burlando de él, irritado le dijo: “ Si no terminas de burlarte de mí, te atravesaré con mi espada”, a lo que respondió el santo: “Oh glorioso mártir de Dios, acuérdate de mí cuando estés en el paraíso”. El hombre al oír sus palabras se echó a reír. Años después el pecador estando en Palestina se convirtió, predicó su fe a los sarracenos y fue martirizado, cumpliéndose la profecía del santo.
5. La predicación a los peces
En una ocasión, cuando un grupo de personas impedían al pueblo acudir a sus sermones, san Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar: “Oigan la palabra de Dios, ustedes los peces del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar”.
Mientras hablaba, los peces empezaron a unirse y a acercarse a él, sacando sus cabezas fuera del agua para escuchar atentos las palabras del fraile que los invitaba a alabar a Dios, creador del agua en la que encontraban su alimento y vivían en serenidad.
Maravillados, los pescadores corrieron a la ciudad a contar lo que apenas habían visto a los habitantes de la aldea, y con ellos, también los herejes, se arrodillaron escuchando las palabras de Antonio.
6. Limpieza total
Un día se presentó delante del santo un gran pecador, decidido a cambiar de vida y reparar todos los males cometidos. Se arrodilló a sus pies para hacer la confesión pero fue tal su conmoción que no logró abrir la boca, y lloraba desconsoladamente . Entonces el santo fraile le aconsejó apartarse y escribir sobre una hoja todos sus pecados.
El hombre obedeció y volvió con una larga lista. Fray Antonio leyó todos los pecados en voz alta y le devolvió la hoja. ¡Cuál fue la maravilla del pecador arrepentido, cuando vio la hoja perfectamente limpia! Los pecados desaparecieron del alma del pecador e incluso del papel.
7. San Antonio y el Niño Jesús
Al santo lo vemos representado casi siempre con el Niño Jesús, y esto se debe a que cuando era todavía un joven fraile estaba rezando solo en una habitación donde fue hospedado para un periodo de descanso, y el dueño, espiando a hurtadillas por una ventana, vio que el fraile tenía en sus brazos un hermoso niño al que abrazaba y besaba con intensa contemplación.
El hombre, atónito y extasiado por la belleza de aquel niño, se preguntaba de dónde había salido y el mismo Niño Jesús le reveló a Antonio que el huésped estaba observándolo. Después de larga oración, desapareció la visión, el santo llamó al hombre y le prohibió contar lo que había visto. Con este acto de ternura, Jesús demostraba su amor a su siervo bueno y fiel.
8. El recién nacido que habla
En Ferrara había un caballero extremadamente celoso de su mujer, que poseía una innata gracia y dulzura. Quedando embarazada, injustamente la acusó de adulterio y una vez nacido el niño, que tenia la tez bastante oscura, el marido se convenció aún más de que esta la había traicionado.
En el bautismo del niño, mientras el cortejo se dirigía a la iglesia con el padre, parientes y amigos, Antonio pasó cerca de ellos y sabiendo las acusaciones del hombre, impuso el nombre de Jesús al niño. Preguntándole quién era su padre, el pequeño, de solo poco días de vida, apuntó con el dedo hacia su padre y luego, con voz clara, dijo: “¡éste es mi padre!”.
La maravilla de los presentes fue grande, y sobre todo de aquel hombre, que retiró todas las acusaciones contra su esposa y vivió felizmente con ella.
9. La comida envenenada
Una vez, los herejes, movidos por el odio que tenían hacia el santo, pensaron en hacerlo morir envenenándolo y fingiendo querer discutir con él sobre algunos puntos del catecismo y lo invitaron a un almuerzo. Nuestro fraile, que no quiso perder la ocasión para hacer un bien, aceptó la invitación. Y le sirvieron un plato con comida envenenada.
Fray Antonio, inspirado por Dios, se dio cuenta y los regañó diciendo: “¿Por qué hicieron esto?”. “Para ver – contestaron – si son verdaderas las palabras que Jesús les dijo a los Apóstoles: “Beberéis el veneno y no os hará mal”.
Fray Antonio se recogió en oración, trazó una señal de cruz sobre la comida y luego serenamente comió, sin que le sucediera absolutamente nada. Confusos y arrepentidos de su mala acción, los herejes pidieron perdón, prometiendo convertirse.
10. ¿Quién es el culpable?
Cuando Antonio se encontraba en Padua, sucedió en Lisboa, su ciudad natal, que un joven mató a su mayor enemigo y lo enterró en el jardín de la familia del santo. Cuando encontraron el cuerpo, culparon a su padre, el dueño del jardín. Trató de demostrar su inocencia y no pudo.
Entonces el santo viajó hasta Lisboa y se presentó ante el juez declarando la inocencia de su padre. El juez no le creyó, así que hizo traer el cadáver ante el tribunal y le preguntó: “¿Fue mi padre el que te mató?”. El cuerpo, resucitando, respondió: “no, no fue tu padre” y cayó de nuevo exánime. Y el juez se convenció de su inocencia.

Miércoles de la undécima semana del tiempo ordinario

Segundo Libro de los Reyes 2,1.6-14. 
Esto es lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías y lo hizo subir al cielo en el torbellino. Elías y Eliseo partieron de Guilgal,
Elías le dijo: "Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán". Pero Eliseo respondió: "Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré". Y se fueron los dos.
Cincuenta hombres de la comunidad de profetas fueron y se pararon enfrente, a una cierta distancia, mientras los dos estaban de pie a la orilla del Jordán.
Elías se quitó el manto, lo enrolló y golpeó las aguas. Estas se dividieron hacia uno y otro lado, y así pasaron los dos por el suelo seco.
Cuando cruzaban, Elías dijo a Eliseo: "Pide lo que quieres que haga por antes de que sea separado de tu lado". Eliseo respondió: "¡Ah, si pudiera recibir las dos terceras partes de tu espíritu!".
"¡No es nada fácil lo que pides!, dijo Elías; si me ves cuando yo sea separado de tu lado, lo obtendrás; de lo contrario, no será así".
Y mientras iban conversando por el camino, un carro de fuego, con caballos también de fuego, los separó a uno del otro, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Al ver esto, Eliseo gritó: "¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!". Y cuando no lo vio más, tomó sus vestiduras y las rasgó en dos pedazos.
Luego recogió el manto que se le había caído a Elías de encima, se volvió y se detuvo al borde del Jordán.
Después, con el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, pero estas no se dividieron. Entonces dijo: "¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?". El golpeó otra vez las aguas; estas se dividieron hacia uno y otro lado, y Eliseo cruzó.

Salmo 31(30),20.21.24. 
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.

Tú los ocultas al amparo de tu rostro
de las intrigas de los hombres;
y los escondes en tu Tienda de campaña,
lejos de las lenguas pendencieras.

Amen al Señor, todos sus fieles,
porque él protege a los que son leales
y castiga con severidad a los soberbios.



Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18. 
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.