jueves, 18 de mayo de 2017

Contra la homofobia

Hoy es el día internacional contra la homofobia. Es una pena que tenga que haber un día así, aunque por ahora sea necesario. Es triste que en muchos países de nuestro mundo las personas sean perseguidas por su orientación sexual, en ocasiones castigadas por la ley, y en otras por la sombra –más sutil, pero igualmente demoledora- de la ignorancia, la burla, el rechazo y la incomprensión.
Con frecuencia he escuchado a gente buena que, sin embargo, no tiene reparo a la hora de hacer comentarios que van desde lo condescendiente hasta lo insultante hacia las personas homosexuales. Gente que en cuanto oye la palabra gay le añade lo del Lobby, como si la homosexualidad fuese ante todo una militancia, una ideología o un grupo de interés; en lugar de ser la condición de muchos millones de personas en todo el mundo, en todas las sociedades, en todas las épocas y en todas las situaciones sociales.
Como iglesia también tenemos que avanzar para forjar una sociedad y una comunidad libre de discriminación y prejuicio. Se ha recorrido camino. Han cambiado algunas cosas, y cada vez son más las voces que hablan con respeto, con ternura, y con valentía, frente a discursos que parecen anclados en otra sociedad y otra época. Pero hay que avanzar más. Tenemos que contribuir al reconocimiento de la radical dignidad de todas las personas en la sociedad en general, y en la iglesia en particular. Hay muchas personas homosexuales, lesbianas, y transexuales que creen en Dios y que se saben parte de la Iglesia. Pero que en ocasiones se sienten, como me decía un buen amigo, “obligados a ver el partido desde el banquillo”, porque se les dice que eso es lo que hay. 
No es lo que hay. No puede ser. Si de verdad creemos en el Dios que a cada uno nos ha creado únicos y diferentes. Si de verdad creemos en la radical dignidad de todas las personas. Y si no caemos en moralizar lo que no es moral, sino la condición humana, en su complejidad y su diversidad.

¿Cómo transformó Jesús las humillaciones y tormentos en amor, serenidad y ternura?


Fíjate en cuánto amor hay en surostro

El Viernes Santo quedé impresionado por la crueldad con que trataban a quien actuaba de Jesús. El camino que eligieron para el Viacrucis era realmente pesado. Yo mismo ya no aguantaba los pies, el calor me estaba haciendo sufrir; me puse a pensar en el joven que estaba en el lugar de Cristo, lo golpeaban bien fuerte. Además quienes salieron de soldados se tomaban muy bien su papel de gritarle y humillarlo.
Después me detuve y me di cuenta de que la verdadera crucifixión debió ser atroz. No puedo ni imaginar la cantidad de dolor, maltratos, tormentos, humillaciones, groserías, abucheos y demás insultos que recibió Nuestro Señor, sentí un escalofrío terrible… en ese momento me volteé para verlo y me sorprendió su rostro tan sereno. Nos miraba con ternura, con compasión.
Me conmovió mucho su mirada y le pregunté: mi buen Jesús, a pesar de que te llamaron borracho, loco, blasfemo y terminaste muriendo de una forma tan cruel, ¿cómo lo hiciste para no amargarte y envenenarte por todo lo que padeciste? ¿Cómo transformaste esas humillaciones y tormentos en amor, serenidad y ternura?
Y es que basta con mirar en nuestro interior, o voltear la mirada a nuestro alrededor para descubrir que el dolor y el sufrimiento han lastimado mucho.
Encontramos personas que fueron heridas pero que no aprendieron a perdonar, y ahora su corazón es una coraza tan dura que no pueden sentir ni el amor, ni la ternura, ni la felicidad. Han levantado unos muros enormes cuya base es el rencor o el miedo y nadie puede cruzarlos, y ante la menor provocación encuentran el veneno suficiente para mantener la amargura y el resentimiento que les sigue secando el alma.
En cambio en otras personas, como en Jesús mismo, las penas y las humillaciones aunque les hicieron sufrir no les envenenaron el alma, al contrario los transformó y los hizo más comprensivos, más amables, más buena gente. ¿Qué hace que ellos actúen diferente?
Como sacerdote me doy cuenta de que las personas más espirituales, más allegadas a Dios y a su Iglesia, pueden sortear más fácilmente las garras de la amargura.
De verdad que conozco personas que han sufrido mucho, que las han hecho padecer, que les han quitado todo, que las han abandonado, estas personas tendrían muchas razones para vivir resentidas… pero su fe, su confianza en Dios las tiene tan serenas…
Y lo confirmo ahora al mirar a Cristo en la cruz: las personas más cercanas a Dios, aquellas que comprenden bien su entrega pueden transformar todos sus padecimientos en amor.
Seguía viendo el rostro de Cristo y sentí que quería decirme algo:
– He venido para enseñarles el camino, cuánto me aflige que algunos permitan que los dolores, las humillaciones y los padecimientos les causen tanto daño y se dejen envenenar el corazón; siento mucha tristeza por que permitan que sus vidas se queden secas, sin amor, sin alegría; pero más me duele cuando quienes sufrieron, ahora hagan sufrir… cuánto me gustaría que voltearan a verme en la cruz y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón. Quisiera que aceptaran sus heridas y descubrieran que a través de ellas yo podría entrar en sus corazones y desde allí sanarlos y reconstruir toda su vida.
– Mi Jesús, lamento mucho hacerte sufrir por nuestro necio corazón, yo mismo muchas veces me he dejado contaminar, pero el día de hoy al verte transformar todos tus padecimientos en amor y salvación, al contemplar tu mirada tan dulce te prometo ablandar mi corazón para soltar todo lo que me hace daño; quiero dejar mi interior sólo para Ti, para que me salves de la amargura y del resentimiento.
Después de este diálogo con mi Señor parecía que el sol y el cansancio ya no me afectaran. Ahora sólo me falta que las heridas que están en mi corazón y en el tuyo, querido lector, ya no nos lastimen, pidámosle juntos a Dios que venga pronto y sane nuestro dolido corazón. Amén.

Jueves de la quinta semana de Pascua


Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,7-21. 

Al cabo de una prolongada discusión, Pedro se levantó y dijo: "Hermanos, ustedes saben que Dios, desde los primeros días, me eligió entre todos ustedes para anunciar a los paganos la Palabra del Evangelio, a fin de que ellos abracen la fe.
Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio en favor de ellos, enviándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros.
El no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros, y los purificó por medio de la fe.
¿Por qué ahora ustedes tientan a Dios, pretendiendo imponer a los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos soportar?
Por el contrario, creemos que tanto ellos como nosotros somos salvados por la gracia del Señor Jesús".
Después, toda la asamblea hizo silencio para oír a Bernabé y a Pablo, que comenzaron a relatar los signos y prodigios que Dios había realizado entre los paganos por intermedio de ellos.
Cuando dejaron de hablar, Santiago tomó la palabra, diciendo: "Hermanos, les ruego que me escuchen:
Simón les ha expuesto cómo Dios dispuso desde el principio elegir entre las naciones paganas, un Pueblo consagrado a su Nombre.
Con esto concuerdan las palabras de los profetas que dicen:
Después de esto, yo volveré y levantaré la choza derruida de David; restauraré sus ruinas y la reconstruiré,
para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que llevan mi Nombre. Así dice el Señor, que da
a conocer estas cosas desde la eternidad.
Por eso considero que no se debe inquietar a los paganos que se convierten a Dios,
sino que solamente se les debe escribir, pidiéndoles que se abstengan de lo que está contaminado por los ídolos, de las uniones ilegales, de la carne de animales muertos sin desangrar y de la sangre.
Desde hace muchísimo tiempo, en efecto, Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores que leen la Ley en la sinagoga todos los sábados".

Salmo 96(95),1-2a.2b-3.10. 
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.

Día tras día, proclamen su victoria.
Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.

Digan entre las naciones: “¡El Señor reina!
el mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.



Evangelio según San Juan 15,9-11. 
Jesús dijo a sus discípulos:
«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»