sábado, 6 de agosto de 2016

6 de agosto: Se inicia la Novena por la Asunción de la Virgen María Por Abel Camasca

6 de agosto: Se inicia la Novena por la Asunción de la Virgen María


“¡Cómo quisiera que por doquiera y en todas las lenguas se expresara la alegría por la Asunción de María!... Que todo hombre y toda mujer tomen conciencia de estar llamados, por caminos diferentes, a participar en la gloria celestial de su verdadera Madre y Reina”, decía San Juan Pablo II en 1995.
Cercanos a esta gran Solemnidad, que la Iglesia celebra cada 15 de agosto, aquí una novena en honor a la Virgen de la Asunción.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Primer día: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
Versículo introductorio
V. El Señor la eligió.
R. Y la predestinó.
Introducción: El día 1 de noviembre de 1950, Pío XII definió solemnemente la Asunción de la Santísima Virgen María: “Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vidaterrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la Gloria celestial” (DS 3903).
Era obvio que la Madre de Dios, recibiera antes que nadie morada en el cielo y fuera glorificada para que desde allí continuase velando por sus hijos.
En momentos importantes, difíciles de la vida o en fechas memorables, nuestro primer pensamiento debe ir hacia la “madre”: su pensar, su sentir, su actuar… con cariño de hijos, recordar sus palabras, sus consejos. También la Virgen María, antes de su tránsito al cielo, nos dejó unas palabras, pocas, pero que son la clave para desvelarnos su semblanza humano-espiritual, a su paso por este mundo.
Lectura
Lc 1:26-34 “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”
Comentario
María, la joven doncella de Nazaret, a la que Dios le ofrece la maternidad divina, se sorprende del anuncio del ángel, pide una aclaración y recibe una respuesta misteriosa: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc 1:35).
María no comprende, pero cree y confía; no pone inconvenientes, no se para a pensar en sí misma: si está preparada, si tiene capacidades…; sabe que para Dios todo es posible y pone su vida a disposición de su plan divino, siendo Madre y Virgen a la vez.
“Esta opción del estado virginal por parte de María, que en el designio de Dios la disponía al misterio de la Encarnación… constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios” (M.C. 37).
Peticiones
a) Señor, por intercesión de la Virgen María, Virgen oyente, orante y oferente, te pedimos que también nosotros escuchemos y oremos tu Palabra divina y haz que nuestra ofrenda de cada día te sea agradable y sea dedicación a los que sufren para que permanezcamos fieles al evangelio y al espíritu de nuestra Santa Madre Fundadora.
Ave María… y Gloria al Padre
b) Señor, por intercesión de la Virgen María, que permaneció firme y fuerte junto a la cruz de su hijo, te pedimos para que sepamos estar junto a los enfermos y seamos portadores del evangelio, consuelo y paz.
Ave María…y Gloria al Padre
c) Señor, por intercesión de la Virgen María, que fue elevada al cielo y glorificada sobre los coros de los ángeles y santos, te pedimos que Ella mire con materno amor a todos y dirija nuestros pasos y nos impulse a encarnar el espíritu y carisma que vivió Santa María para que, recorriendo el camino de la caridad perfecta, lleguemos un día a la gloria del cielo.
Ave María… y Gloria al Padre
Oración final
Señor, te pedimos conservar la fidelidad a la misión de “estar” junto a los enfermos y ser para ellos signo del amor maternal de la Virgen María. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amen.

Decimonoveno domingo del tiempo ordinario (Fin de semana, 6 y 7 de agosto)


Libro de la Sabiduría 18,6-9. 

Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados.
Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos;
porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti.
Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.



Salmo 33(32),1.12.18-19.20-22. 
Aclamen, justos, al Señor:
es propio de los buenos alabarlo.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Nuestro corazón se regocija en él:
nosotros confiamos en su santo Nombre.

Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.



Carta a los Hebreos 11,1-2.8-19. 
Hermanos:
La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven.
Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa.
Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.
Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria;
y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar.
Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse "su Dios" y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas,
a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.



Evangelio según San Lucas 12,32-48. 
No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla.
Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.
Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!"
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?".
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más."




Leer el comentario del Evangelio por : San Cipriano  

5 cosas que mis hijos están aprendiendo de su abuela No puede hablar y aun así les está dando las mayores lecciones de la vida


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Mi madre tiene párkinson en etapa avanzada y ahora hace unos siete años que vive con nuestra familia, así que ni siquiera mi hijo mayor puede recordar un tiempo anterior en el que no estuviera la abuela.
Somos miembros únicos de la generación sándwich, porque mi madre tenía 42 años cuando yo nací (¡y además tengo dos hermanos menores!) y mi marido y yo nos casamos tarde, así que mientras la mayoría de nuestros colegas ya tiene adolescentes, nosotros tenemos infantes.
En esta situación acabas teniendo pañales a ambos lados del espectro. Es cierto, es duro, pero también es fantástico. Y es particularmente fantástico para nuestros hijos.
Aquí están las 5 lecciones que creo que mis hijos están aprendiendo al tener a la abuela en casa.
  1. La dignidad no está en el hacer.
Ya que ella es prácticamente incapaz de hablar, mis hijos no esperan que les cuente historias de antaño, ni que les lea cuentos.
También saben que si la abuela se queda sola en la mesa del comedor, puede hacer “travesuras”, como echar cereales en el café.
Saben que si dejan algún pastel desatendido al alcance de ella, cuando vuelvan ya habrá desaparecido; ¡no ha dejado de ser golosa con la edad!
Y es que lo que haga —o no haga— no supone una diferencia para ellos. La abuela es parte de la familia, así de claro. Siempre hay una ficha para ella en los juegos de mesa y está por todas partes en las fotos familiares.
  1. Todo el mundo es una “carga”.
Para mis hijos, no hay nada sorprendente ni inquietante en el día a día de las necesidades de mi madre, y no dudarán en defenderla si yo tengo un momento de impaciencia. 
Saben que usa pañales como su hermanito pequeño y como el hijo discapacitado de la niñera. También —y esto es importante— saben de buena tinta que algún día ellos volverán a llevar pañales.
Aún no pueden expresarlo con estas palabras, pero ya tienen una conciencia formada de que todos, de una forma u otra, somos una carga. Perciben que toda relación requiere un esfuerzo. Todas las relaciones exigen sacrificio; todas.
  1. El cielo está a la vuelta de la esquina. 
El abuelo se fue mucho antes de que yo conociera a mi marido, pero a menudo hablamos de él y le recordamos muy especialmente el Día de los Difuntos. Saben que el abuelo “vive en el cielo”.
Y como la abuela está en la sala de estar y el abuelo en el paraíso, se ha formado una conexión natural entre estos dos “lugares”.
El cielo surge mucho en las conversaciones diarias. Una buena señal, porque tenemos que recordar lo que en Hebreos se llama el “ancla del alma”, que “penetra hasta dentro del velo” (6:18-20. Lee alguna vez este pasaje. El papa Francisco me fascinó usando esta imagen de nuestra ancla en el paraíso. No me di cuenta de que hacía referencia a las Escrituras hasta más tarde).
  1. Formar parte de una familia significa ser parte de algo maravilloso. También significa ceder en algunas cosas. 
Hay muchas circunstancias en las que los hijos pueden aprender importantes lecciones sobre por qué el mundo no gira en torno a ellos.
Una buena forma es cuando tienen que replantear o suspender alguna actividad porque no es apta para una silla de ruedas o porque no hay nadie que se quede en casa para cuidar de la abuela. Y esto les ayuda a ser mejores personas.
  1. Una generación va, otra generación viene (Ec 1:4)
A menudo los pequeños hablan de cuando a mí me toque ser la abuela y entonces sea su turno para hacer de mamás y papás.
También tienen claro que, para cuando sea su turno ser abuelos, la abuela ya estará en el cielo. Lo saben, aunque estoy segura de que el concepto de muerte aún es algo difuso para ellos, porque aún no han experimentado la muerte de un ser querido.
De eso hablábamos precisamente mi hijo y yo esta semana.
“Mamá, cuando sea abuelo, la abuela ya estará en el cielo”, me dijo. “Sí”, le dije y (como ya está muy frágil) añadí: “puede que esté en el cielo mucho antes de que seas abuelo. Puede que esté en el cielo cuando tengas, por ejemplo, 26”.
“Nooooo”, respondió incrédulo. “Eso sería dentro de… de…” y empezó a contar con los dedos. Esperé a que hiciera las cuentas y se percatara de que por entonces la abuela ya tendría 102 años.
“¡La gente vive hasta los 102 años, mamá!”, declaró, seguro de que de ninguna forma la abuela se iría tan “pronto”.
“Sí, a veces la gente vive mucho, cariño. Pero… no siempre… La echaremos de menos cuando se vaya al cielo, ¿verdad?”.
Y su cara se ensombreció con el extraño pensamiento de ese día futuro.
Pero luego añadió: “Sí. Pero estará feliz porque podrá estar con Dios”.

Monte Tabor: La Transfiguración




Un video que describe el Monte Tabor, lugar en Tierra Santa que fue testigo de la Transfiguración del Señor.