miércoles, 31 de octubre de 2018

¿Por qué los católicos veneran reliquias?

Reliquias por la canonización de Santa Teresa de Calcuta / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
Una de las tradiciones más fascinantes y, tal vez, de las que más interrogantes genera en la Iglesia Católica, es por qué los católicos veneran las reliquias.
Para explicar la importancia de esta práctica, CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– entrevistó al P. Carlos Martins, un custodio de reliquias y director del ministerio Tesoros de la Iglesia, que lleva los restos de varios santos a Estados Unidos para su veneración.
El sacerdote definió así las reliquias: “Son objetos físicos que tienen una asociación directa con los santos o con nuestro Señor”.
El P. Martins precisó que la palabra reliquia significa “fragmento” o “remanente de una cosa que fue, pero que ahora ya no es”.
Asimismo, explicó que las reliquias pueden ser de tres clases:
Las de “primera clase” o también llamadas de primer grado, son “el cuerpo o los fragmentos del cuerpo de un santo, como carne o un hueso”.

Hueso de Santa Rosa / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)

Cabellos de San Maximiliano Kolbe / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)
2. Las reliquias de “segunda clase” son “algo que le perteneció al santo como una camisa o un libro (o los fragmentos de esos objetos)”.

Vestiduras de San Francisco y Santa Clara / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)

Sotana San Maximiliano Kolbe / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)
3. Las de “tercera clase” que son “los objetos que el santo tocó o que han sido tocados por una reliquia de primera, segunda u otra de tercera clase”.

Reliquia tercer grado sobre hueso de Santo Tomás de Aquino / Foto: Ximena Rondón (ACI Prensa)
El presbítero aclaró que “cualquier parte del cuerpo del santo es sagrada y puede ser colocada en un relicario”. También los huesos, la carne, los cabellos y la sangre son considerados como reliquias.
Respecto a los orígenes de la veneración de las reliquias, el P. Martins indicó que se remonta al siglo II cuando los cristianos recuperaban los restos de los mártires, quienes habían sido discípulos fieles de Cristo.
El presbítero comentó que durante los primeros siglos también “era tradición construir un templo sobre la tumba de un santo”. Dio de ejemplo la basílica de San Pedro y la de San Pablo de Extramuros, en el Vaticano, donde la tumba de los santos está debajo del altar.
En ese sentido, destacó que con esta evidencia arquitectónica se puede confirmar la autenticidad de una reliquia, lo cual es “críticamente importante”.
Sobre el valor de las reliquias, indicó que la Biblia “enseña que Dios actúa a través de ellas, especialmente en los términos de sanación”. Indicó que algunos de estos sucesos se encuentran narrados en 2 Re 13, 20-21; Mt 9, 20-22; Hch 5, 15; Hch 5, 15; y Hch 19, 11-12.
Asimismo, aclaró que “las reliquias no son mágicas. No contienen un poder propio, un poder separado de Dios” y dijo que el Señor las utiliza como un medio para hacer sus milagros porque “quiere dirigir nuestra atención a los santos como ‘modelos e intercesores’”.
En cuanto a la forma en la que deben ser conservadas, el presbítero manifestó que “el mayor honor que puede concederle la Iglesia a una reliquia es colocarla dentro de un altar, donde se pueda celebrar la Misa”.
“Esta práctica data desde los primeros siglos de la Iglesia. De hecho, los sepulcros de los mártires eran los altares más valiosos para la liturgia. Otra alternativa es colocarlas en un nicho devocional donde la gente pueda venerarlas. Tales santuarios son importantes porque proporcionan a la gente una experiencia más profunda de la intimidad con el santo”, agregó.
Por otro lado, indicó que “la Iglesia no prohíbe que los laicos posean reliquias. Ellos pueden tenerlas en sus casas”.
Sin embargo, dijo que debido a los numerosos abusos perpetrados contra las reliquias –como la venta o el descuido– “la Iglesia ya no emitirá reliquias a los individuos, ni siquiera al clero”.
En cuanto a la devoción a las reliquias que se presentan en las ceremonias de beatificación y canonización, el P. Martins explicó que antes de que la persona sea beatificada, “la tumba es exhumada y los restos mortales son recuperados”. Estos pueden ser trasladados a una iglesia, capilla u oratorio.
Tras la beatificación, la Iglesia Católica “solo permite la devoción local. Es decir, la devoción en el país en que el individuo vivió y murió”.
“Cuando la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada, solo en la India y en Albania, donde nació, se permitió su devoción. Por ejemplo, no se podía celebrar una Misa en su honor en Estados Unidos ni colocar sus reliquias en los altares de ese país”, destacó.
Luego de la canonización, la Iglesia ya permite “una devoción universal”.

Cómo obtener misericordia y gracia: mira las oraciones de santa Faustina



"Abro el cáliz de mi corazón ante Ti, como un capullo de rosa se abre al frescor del rocío..."

De un diálogo continuo con Jesús, santa Faustina Kowalska recibió sugerencias e indicaciones muy precisas sobre la Divina Misericordia:
Cristo misericordioso
A partir de la célebre imagen del Cristo misericordioso, representación iconográfica de la visión que tuvo santa Faustina el 22 de febrero de 1931, en que Cristo ordena que se le pinte así como se revela, cuenta la mística:
“En la noche cuando estaba en mi celda, vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y, el otro blanco.(…)
Después de un rato, Jesús me dijo: 
Pinta una imagen Mía, según la visión que ves, con la Inscripción : “¡Jesús, yo confío en Ti!” Yo deseo que esta Imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero”.

La salvación de las almas
En las visiones Jesús le indicó muchas veces el deseo de salvar a todas las almas, como informa santa Faustina, al transcribir en su Diario las palabras el Mesías:
“De todas Mis llagas, como de arroyos, fluye la misericordia para las almas, pero la herida de Mi Corazón es la Fuente de la Misericordia sin límites, de esta fuente brotan todas las gracias para las almas. Las llamas de la compasión me devoran, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres, háblale a todo el mundo de mi Misericordia”.
Las palabras de Jesús han inspirado a santa Faustina en la redacción de algunas oraciones, referidas en Gesù, confido in te (edizioni Messaggero Padova) – (Jesús, yo confío en ti), que te proponemos a continuación.
Oración. Un himno de alabanza:
“Oh dulcísimo Maestro mío, oh buen Jesús. Te doy mi corazón y Tú modélalo, fórmalo según Tu agrado. Oh Amor inconcebible, abro el cáliz de mi corazón ante Ti, como un capullo de rosa se abre al frescor del rocío; el perfume de la  flor de mi corazón es conocido sólo por Ti. Oh Esposo mío, que la fragancia de mi sacrificio Te sea agradable, oh Dios inmortal, mi eterna delicia. Tú eres mi cielo ya aquí en la tierra, que cada latido de mi corazón sea un nuevo himno de adoración a Ti, oh Santísima Trinidad. Si tuviera tantos corazones cuantas gotas de agua hay en el océano, cuantos granos de arena en toda la tierra, Te los ofrecería todos, oh Amor mío, Tesoro de mi corazón. Con cuantos me encuentre en la vida, deseo atraerlos todos a amarte, oh Jesús mío, mi Belleza, mi Sosiego, mi único Maestro, Juez, Salvador y Esposo a la vez; sé que un título atenúa el otro, he puesto todo en Tu misericordia”.
“Oh Jesús, tendido sobre la cruz, Te ruego, concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de Tu Padre, en todo, siempre y en cualquier lugar. Y cuando esta voluntad de Dios me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que Te ruego, Jesús, que de Tus heridas hagan fluir sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan: Hágase Tu voluntad, Señor.
Oh Jesús mío, sosténme cuando vengan los días difíciles y nublados, los días de las experiencias, los días de las pruebas, cuando el sufrimiento y el cansancio empiecen a oprimir mi cuerpo y mi alma. Sosténme, oh Jesús, dame fuerza para soportar los sufrimientos. Pon un centinela a mis labios para que no salga ni una sola palabra de queja ante las criaturas. Toda mi esperanza es Tu Corazón misericordiosísimo, no tengo nada en mi defensa, sólo tu misericordia, en ella toda mi confianza.
Oración para obtener la Misericordia de Dios para el mundo entero.
“Oh Dios de gran misericordia, Bondad infinita, hoy toda la humanidad clama desde el abismo de su miseria a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios, y grita con la potente voz de la miseria.
Oh Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh Señor, Bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, te imploramos anticípanos tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros, para que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y en la hora de la muerte.
Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación para que con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última venida, ese día que conoces solo Tú. Y a pesar de toda nuestra miseria, esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido, porque Jesús es nuestra esperanza: a través de Su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta, entramos al cielo.”
Oración para obtener la gracia (por intercesión de santa Faustina)
“Oh Jesús, que hiciste de santa Faustina una gran devota de Tu infinita misericordia, concédeme por su intercesión, si fuera esto conforme a Tu santísima voluntad, la gracia de (pedir gracia) que te pido. Yo, pecador, no soy digno de Tu misericordia pero dígnate mirar el espíritu de entrega y sacrificio de Sor Faustina y recompensa sus virtudes atendiendo a las súplicas que a través de ella te presento confiando en Ti”.
Padre nuestro – Ave María – Gloria

Día de los muertos: Con estas oraciones puedes pedirle a Dios por tus difuntos

Foto referencial: Flickr - Bartheird (CC BY-NC-ND 2.0)

"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios", decía San Agustín. Cada 2 de noviembre la Iglesia recuerda con mucho cariño a los fieles difuntos y por ello te recomendamos estas oraciones por las almas de tus familiares que ya partieron a la Casa del Padre.
Por un niño
Señor, tú que conoces nuestra profunda tristeza por la muerte del (de la) niño(a) N., concede a quienes acatamos con dolor tu voluntad de llevártelo(a), el consuelo de creer que vive eternamente contigo en la gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Por un joven
Concede, Señor, la felicidad de la gloria eterna a tu siervo(a) N. a quien has llamado de este mundo cuando el vigor de la juventud embellecía su vidacorporal; muestra para con él (ella) tu misericordia y acógelo(a) entre tus santos en el canto eterno de tu alabanza. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Por los padres y abuelos
¡Oh Dios! Nos mandaste honrar padre y madre. Por tu misericordia, ten piedad de mi padre (madre) y no recuerdes sus pecados. Que yo pueda verlo (la) de nuevo en el gozo de eterno fulgor. Te lo pido por Cristo nuestro Señor. Amén.
En caso de accidente o suicidio
Escucha, Señor, las súplicas de tu pueblo unidas a las lágrimas de dolor que sentimos por la muerte inesperada de nuestro(a) hermano(a) N., y haz que alcance tu misericordia y goce para siempre de la luz de aquella patria en que no hay más sufrimiento ni muerte. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración en el cementerio el día de los fieles difuntos
La costumbre de visitar los cementerios el día de difuntos es una buena oportunidad para orar por ellos y afirmar nuestra fe en la resurrección. Proponemos para esta ocasión la siguiente celebración.
A/. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. T/. Amén.
A/. Bendigamos al Señor que, por la resurrección de su Hijo, nos ha hecho nacer a una esperanza viva. T/. Bendito seas por siempre, Señor.
A/. Hermanos: Todos tenemos familiares y amigos que han muerto. Hoy los recordamos a ellos y a todos los que han fallecido y los encomendamos a la misericordia de Dios. En este cementerio nos unimos para afirmar nuestra fe en Cristo que ha vencido la muerte y nuestra esperanza de que él vencerá también nuestra muerte y nos reunirá con nuestros seres queridos en su reino de gloria. Que esta celebración nos anime a ser fieles al Señor y a seguir los buenos ejemplos que nuestros familiares nos dejaron en su vida. Comencemos reconociendo nuestros pecados ante el Señor (momentos de silencio).
  • Tú que resucitaste a Lázaro del sepulcro, SEÑOR, TEN PIEDAD.
  • Tú que has vencido la muerte y has resucitado, CRISTO, TEN PIEDAD.
  • Tú que nos has prometido una vida eterna contigo, SEÑOR, TEN PIEDAD.
A/. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. T/: Amén.
L/. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6, 3-4. 8-9).
“Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva... Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él”. Palabra de Dios. T/. Te alabamos, Señor.
A/. Hermanos: Invoquemos con fe a Dios Padre todopoderoso que resucitó de entre los muertos a su Hijo Jesucristo para la salvación de todos.
  • Para que afiance al pueblo cristiano en la fe, la 28 esperanza y el amor, roguemos al Señor. Todos: TE LO PEDIMOS, SEÑOR.
  • Para que libere al mundo entero de todas sus injusticias, violencias y signos de muerte, roguemos al Señor.
  • Para que acoja e ilumine con la claridad de su rostro a todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección, roguemos al Señor.
  • Para que reciba en su reino a N. y N. (se pueden decir nombres) y a todos los difuntos de nuestras familias, roguemos al Señor.
  • Para que nuestra visita y nuestras ofrendas de flores, velas y comida sean signos de nuestra fe en la vida más allá de la muerte, roguemos al Señor.
  • Para que la fe en Cristo mueva nuestros corazones para dar frutos de solidaridad y de justicia, roguemos al Señor.
A/. Oremos, hermanos, como Jesús mismo nos enseñó.
T/. Padre nuestro... Dios te salve María... Gloria al Padre...
A/. El Dios de todo consuelo, que con amor inefable creó al hombre y en la resurrección de su Hijo ha dado a los creyentes la esperanza de resucitar, derrame sobre nosotros su bendición. T/. Amén.
A/. Él nos conceda el perdón de nuestras culpas a los que vivimos en este mundo y otorgue a los que han muerto el lugar de la luz y de la paz. T/. Amén.
A/. Y a todos nos conceda vivir eternamente felices con Cristo, al que proclamamos resucitado de entre los muertos. T/. Amén.
A/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre. T/. Amén.
A/. Dales, Señor, el descanso eterno T/. Y brille para ellos la luz perpetua.
A/. Que las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. T/. Amén.

Miércoles de la trigésima semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Lucas 13,22-30.

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió:
"Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.
Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'.
Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'.
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos".