Una de las tradiciones más fascinantes y, tal vez, de las que más interrogantes genera en la Iglesia Católica, es por qué los católicos veneran las reliquias.
Para explicar la importancia de esta práctica, CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– entrevistó al P. Carlos Martins, un custodio de reliquias y director del ministerio Tesoros de la Iglesia, que lleva los restos de varios santos a Estados Unidos para su veneración.
El sacerdote definió así las reliquias: “Son objetos físicos que tienen una asociación directa con los santos o con nuestro Señor”.
El P. Martins precisó que la palabra reliquia significa “fragmento” o “remanente de una cosa que fue, pero que ahora ya no es”.
Asimismo, explicó que las reliquias pueden ser de tres clases:
Las de “primera clase” o también llamadas de primer grado, son “el cuerpo o los fragmentos del cuerpo de un santo, como carne o un hueso”.
Hueso de Santa Rosa / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)
Cabellos de San Maximiliano Kolbe / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)
2. Las reliquias de “segunda clase” son “algo que le perteneció al santo como una camisa o un libro (o los fragmentos de esos objetos)”.
Vestiduras de San Francisco y Santa Clara / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)
Sotana San Maximiliano Kolbe / Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)
3. Las de “tercera clase” que son “los objetos que el santo tocó o que han sido tocados por una reliquia de primera, segunda u otra de tercera clase”.
Reliquia tercer grado sobre hueso de Santo Tomás de Aquino / Foto: Ximena Rondón (ACI Prensa)
El presbítero aclaró que “cualquier parte del cuerpo del santo es sagrada y puede ser colocada en un relicario”. También los huesos, la carne, los cabellos y la sangre son considerados como reliquias.
Respecto a los orígenes de la veneración de las reliquias, el P. Martins indicó que se remonta al siglo II cuando los cristianos recuperaban los restos de los mártires, quienes habían sido discípulos fieles de Cristo.
El presbítero comentó que durante los primeros siglos también “era tradición construir un templo sobre la tumba de un santo”. Dio de ejemplo la basílica de San Pedro y la de San Pablo de Extramuros, en el Vaticano, donde la tumba de los santos está debajo del altar.
En ese sentido, destacó que con esta evidencia arquitectónica se puede confirmar la autenticidad de una reliquia, lo cual es “críticamente importante”.
Sobre el valor de las reliquias, indicó que la Biblia “enseña que Dios actúa a través de ellas, especialmente en los términos de sanación”. Indicó que algunos de estos sucesos se encuentran narrados en 2 Re 13, 20-21; Mt 9, 20-22; Hch 5, 15; Hch 5, 15; y Hch 19, 11-12.
Asimismo, aclaró que “las reliquias no son mágicas. No contienen un poder propio, un poder separado de Dios” y dijo que el Señor las utiliza como un medio para hacer sus milagros porque “quiere dirigir nuestra atención a los santos como ‘modelos e intercesores’”.
En cuanto a la forma en la que deben ser conservadas, el presbítero manifestó que “el mayor honor que puede concederle la Iglesia a una reliquia es colocarla dentro de un altar, donde se pueda celebrar la Misa”.
“Esta práctica data desde los primeros siglos de la Iglesia. De hecho, los sepulcros de los mártires eran los altares más valiosos para la liturgia. Otra alternativa es colocarlas en un nicho devocional donde la gente pueda venerarlas. Tales santuarios son importantes porque proporcionan a la gente una experiencia más profunda de la intimidad con el santo”, agregó.
Por otro lado, indicó que “la Iglesia no prohíbe que los laicos posean reliquias. Ellos pueden tenerlas en sus casas”.
Sin embargo, dijo que debido a los numerosos abusos perpetrados contra las reliquias –como la venta o el descuido– “la Iglesia ya no emitirá reliquias a los individuos, ni siquiera al clero”.
En cuanto a la devoción a las reliquias que se presentan en las ceremonias de beatificación y canonización, el P. Martins explicó que antes de que la persona sea beatificada, “la tumba es exhumada y los restos mortales son recuperados”. Estos pueden ser trasladados a una iglesia, capilla u oratorio.
Tras la beatificación, la Iglesia Católica “solo permite la devoción local. Es decir, la devoción en el país en que el individuo vivió y murió”.
“Cuando la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada, solo en la India y en Albania, donde nació, se permitió su devoción. Por ejemplo, no se podía celebrar una Misa en su honor en Estados Unidos ni colocar sus reliquias en los altares de ese país”, destacó.
Luego de la canonización, la Iglesia ya permite “una devoción universal”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario