lunes, 22 de octubre de 2018

Novena para luchar contra la depresión

DEPRESSION

Reza con fe por quien padece enfermedades del cuerpo o del alma, especialmente depresión 🙏🏼

Rezar durante 9 dias seguidos:
Eterno Padre, te ofrezco las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo para curar las llagas de nuestro cuerpo y de nuestra alma. (3x)
Señor Jesús, pongo en tus Santas Llagas a todos los enfermos. Tu que por tu Palabra y por el toque de tus manos curaste a ciegos, paralíticos, leprosos y tantos otros enfermos.
Animado por la fe, yo también quiero suplicar por estos enfermos cuyos nombres digo ahora.
(Di los nombres de los enfermos por los que estás haciendo esta novena)
Te pido, Señor, por tus Santas Llagas, cura los corazones angustiados y líbralos de la depresión.
Dales, Señor, por tus Santas Llagas, la perseverancia en la oración, a pesar del desánimo propio de la enfermedad.
Por tus Santas Llagas, dales la gracia de la sencillez para aceptar la ayuda de los profesionales, familiares y amigos.
Por tus Santas Llagas, concédeles la resistencia en el dolor y la fuerza ante las dificultades del tratamiento.
Señor Jesús, que tomaste sobre Ti nuestros sufrimientos y soportaste nuestros dolores, te suplico por mis hermanos enfermos: fortalece su paciencia y reanima su esperanza, para que puedan, con tu bendición, superar la enfermedad y alcanzar, con tu ayuda, un completo restablecimiento.
Señor, confiado, pongo también mis propias enfermadas en tus Santas Llagas Redentoras.
Dame la gracia de percibir la transitoriedad de esta vida y entender que el pecado es la mayor de todas las enfermedades.
Que pueda comprender que en el sufrimiento humano se completa tu Pasión Redentora.
Por tus Santas Llagas, líbrame de la depresión.
Por tus Santas Llagas, cura mis llagas del cuerpo y del alma.
Amén.

Oración de santa Teresita para ofrecer tu día a Dios

MORNING COFFEE

"Te ofrezco todas mis acciones de hoy, según las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús, y sólo para su gloria..."

Santa Teresita decía: “¡Qué grande es el poder de la oración!. Se diría que es una reina que en todo momento tiene acceso directo al rey y puede conseguir todo lo que le pide”. Por eso si quieres tener un buen día no te olvides antes que nada, antes de empezar tus tareas cotidianas, de “conectarte” no con el celular sino con el Rey para ofrecerle tu jornada y pedir por lo que necesites.
¡Dios mío!
Te ofrezco todas mis acciones de hoy,
según las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús,
y sólo para su gloria.
Quiero santificar los latidos de mi corazón,
mis pensamientos y mis obras,
por más insignificantes que sean,
uniéndolos a sus méritos infinitos,
y para reparar mis faltas, arrojándolas en la inmensa
hoguera de su Amor Misericordioso.
¡Oh Dios mío! te pido para mí
y para mis seres queridos,
la gracia de cumplir, con toda perfección,
tu santa voluntad y aceptar,
por tu amor, las alegrías y
las penas de esta vida pasajera,
para que un día estemos reunidos
en el Cielo por toda la eternidad.

Amén!

¿Cuál es la fuerza de la oración de una madre por un hijo?

WOMAN PRAYING

San Agustín dijo que las lágrimas de su madre frente al Sagrario eran como “la sangre de su corazón destilado en lágrimas en sus ojos”

Santa Mónica es el ejemplo claro del poder de la oración de las madres por los hijos. Ella nació en Tagaste (África), en 331, de familia cristiana.
Muy joven, fue dada en matrimonio a un hombre pagano llamado Patricio, de quien tuvo varios hijos, entre ellos Agustín, cuya conversión alcanzó de la misericordia divina con muchas lágrimas y oraciones. Es un modelo perfecto de madre cristiana. Murió en Ostia (Italia) en 387.
Dios estableció una ley: necesitamos pedir la gracia necesaria en nuestra vida, para ser asistidos.
Jesús fue enfático: “También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Lc 11, 9-10). Quien no pide no recibe.
Jesús dijo eso después de contar ese caso del vecino que llamó a la puerta de la casa de otro para pedir un poco de pan a medianoche, porque había recibido una visita y estaba sin pan. Como el otro no quiso atenderlo, Jesús dijo: “Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario” (Lc 11, 8).
Ahora bien, ¿qué es lo que nos está queriendo enseñar Jesús con eso?
Que debemos hacer lo mismo con Dios. Importunarlo. Pero, ¿por qué Dios hace eso? Es para saber si de hecho confiamos en Él; si tenemos fe de verdad, como aquella mujer cananea, que no era judía, pero que pidió con insistencia que curara a su hijo endemoniado (Mt 15,22). Si la gente pide una vez o dos, y no recibe, y no pide más, es porque no confía en Él.
San Agustín enseñó lo siguiente: “Dios no nos mandaría pedir, si no nos quisiera oír. La oración es una llave que nos abre las puertas del cielo. Cuando veas que tu oración no se apartó de ti, puedes estar seguro que la misericordia tampoco se alejó de ti. Los grandes dones exigen un gran deseo puesto que todo lo que se alcanza con facilidad no se aprecia tanto como lo que se desea durante mucho tiempo. Dios no quiere darte enseguida lo que pides, para que aprendas a desear con gran deseo”.
Nadie como él entiende la fuerza de la oración de una madre por su hijo; pues durante veinte años su madre, santa Mónica, rezó por su conversión, y lo consiguió. Él mismo cuenta eso en su libro Confesiones.
Él dijo que su madre iba tres veces al día frente al Sagrario en Hipona, y le pedía a Jesús que su Agustín se volviera “un buen cristiano”.
Era todo lo que ella quería, no pedía que él fuera un día sacerdote, obispo, santo, doctor de la Iglesia y uno de los mayores teólogos y filósofos de todos los tiempos. Pero Dios quería darle más. Quería de Agustín ese gigante de la Iglesia, entonces, ella necesitaba rezar más tiempo y sin desanimarse.
santa Mónica no se desanimó, por eso tenemos hoy a ese gigante de la fe. 
Me pongo a pensar si ella hubiera parado de rezar después de 19 años…No se habría convertido su hijo. Y nosotros no tendríamos el Doctor de la Gracia.
Cuando Agustín dejó África del Norte, y se fue como orador oficial del emperador romano, en Milán, ella fue tras él. Tomó el barco, atravesó el Mediterráneo, y fue a rezar por su hijo.
Un día fue a visitar al obispo de Milán y con lágrimas le dijo que no sabía qué más hacer por la conversión de su Agustín, a quien el obispo conocía bien por su fama.
Simplemente el obispo le respondió: “Hija mía, es imposible que Dios no convierta al hijo de tantas lágrimas”.
Y sucedió. San Agustín, al oír las predicaciones de san Ambrosio, obispo de Milán, se convirtió; fue bautizado por él, y luego fue ordenado sacerdote, escogido como obispo, y uno de los mayores santos de la Iglesia. Todo porque aquella madre no se cansó de rezar por la conversión de su hijo…¡veinte años!
San Agustín dice en las Confesiones que las lágrimas de su madre frente al Señor en el Sagrario, eran como “la sangre de su corazón destilado en lágrimas en sus ojos”. ¡Qué belleza! ¡Qué fe!
Es exactamente lo que la Iglesia enseña: que nuestra oración debe ser humilde, confiada y perseverante.
Humilde como la del publicano que se daba golpes de pecho y pedía perdón frente al fariseo orgulloso; confiada como la de la madre cananea y perseverante como la de la madre Mónica. Dios no resiste a las lágrimas y las oraciones de una madre que reza así.
San Agustín resume con estas palabras la vida de su madre: “Cuidó de todos los que vivíamos juntos después de bautizados, como si fuera la madre de todos; y nos sirvió como si fuera la hija de cada uno de nosotros”.
El ejemplo de santa Mónica quedó grabado de tal manera en la mente de san Agustín que, años más tarde, ciertamente acordándose de su madre, exhortaba: “Buscad con todo cuidado la salvación de los de vuestra casa”.
Ya se dijo de santa Mónica que fue dos veces madre de Agustín, porque no sólo lo dio a luz, sino que lo rescató para la fe católica y para la vida cristiana.
Así deben ser los padres cristianos: dos veces progenitores de sus hijos, en su vida natural y en su vida en Cristo

Lunes de la vigésima novena semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Lucas 12,13-21.

En aquel tiempo: 
Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?".
Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas".
Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho,
y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'.
Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes,
y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'.
Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".