jueves, 7 de septiembre de 2017

¿Quién te enseñó a rezar el Rosario? (Un bello Testimonio)


¿Lo has notado?
Cuando se trata de la fe o de recordar nuestra infancia, siempre pensamos en nuestras abuelitas. He visto programas de televisión en los que entrevistan a un viajero o a una persona que abandonó su país en busca de mejores  oportunidades y siempre terminan diciendo: “Quisiera saludar a mi abuelita, me hacen falta sus guisos”.
Mi abuelita está en el cielo y la recuerdo con mucho cariño. La llamábamos “Mamita”.  Era nuestra mamita, una ancianita que llenaba todos los espacios de aquella casa con una dulzura especial, con amor.
A través de ella y su ejemplo aprendimos a amar a nuestra Madre del cielo.
Me parece que alguna vez te lo he contado. Vivíamos en el  barrio la Dolorosa, en Costa Rica, llamado así por la Iglesia La Dolorosa que estaba a cinco cuadras. Los domingos íbamos caminando en el san José de aquellos días. Siempre me sorprendieron los enormes portones tachonados de la iglesia y lo hermosa que era por dentro.
Cada tarde, con la precisión de un reloj suizo, mi abuela iba a su cuarto, se sentaba, y empezaba a rezar su rosario. Nosotros jugueteábamos de niños  a su alrededor y ella  con una paciencia y un amor infinito nos pedía que no hiciéramos travesuras. “Pórtese bien mijito”.
Me hace falta mi abuelita.
He cerrado los ojos para recordar.
“Dios te salve María…” reza en voz baja.
De alguna forma este momento ha quedado como una fotografía, grabado en mi alma. He visto la necesidad de amar a nuestra bella Madre del Cielo. Y rezar al santo Rosario que tanto le gusta, porque sabe los grandes beneficios espirituales que nos traerá.
La oración es capaz de cambiar el rumbo del mundo y nuestras vidas.
Siempre llevo conmigo, en el bolsillo del pantalón, un rosario. Me pongo a rezar en la fila del banco, cuando se hace larga y lenta, en medio de un tranque vehicular, o cuando camino afuera de la casa con mi esposa Vida.
Mi abuelita no me dijo: “Rece el rosario mijito”, me bastó verla con cuánta devoción rezaba. Su ejemplo fue suficiente. Me basta recordarla para comprender la importancia de rezar el rosario y honrar a nuestra bella Madre del Cielo, la siempre Virgen María.
Te dejo con esta hermosa canción…

Conoce la devoción “¡Detente! El corazón de Jesús está aquí”


Este emblema puede llevarse en el pecho, el cuello o en la chaqueta, pero lo ideal es llevarlo a la altura del corazón

El “detente” es un pequeño emblema que se lleva sobre el pecho, con la imagen del Sagrado Corazón. Es propio de quien ama llevar consigo un signo de su amado, así el “detente” es signo de nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús y de nuestra confianza en su protección contra las acechanzas del maligno. Le decimos “detente”, en nombre de Jesús, al demonio y a toda maldad. 
Se le conoce también como el “Pequeño Escapulario del Sagrado Corazón”, aunque no es, en el sentido estricto de la palabra, un escapulario.
Origen 
Proviene de santa Margarita María Alacoque, como lo atestigua una carta dirigida por ella a la Madre Saumaise el 2 de Marzo de 1686 en la que le dice: “Él (Jesús) desea que usted mande a hacer unas placas de cobre con la imagen de su Sagrado Corazón para que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y unas pequeñas para llevarlas puestas.” (Vida y Obras, vol. II, p.306, nota).
Ella misma llevaba una sobre su pecho, debajo del hábito e invitaba a sus novicias a hacer lo mismo. Hizo muchasde estas imágenes y recomendaba que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.
El detente y la plaga de Marsella
Fue especialmente en el año 1720, durante una terrible plaga en Marsella, Francia (Cf. Hamon, op.cit., vol. III, p. 431) que este pequeño escapulario, o como se le llamó “Salvaguardia,” se difundió entre todos los fieles.
Este “Detente” consistía en un pedazo de tela blanca en la cual la imagen del Sagrado Corazón era bordada, con la leyenda “Oh Corazón de Jesús, abismo de amor y misericordia, en ti confío” (Las palabras: “Detente, el Corazón de Jesús está aquí” corresponden a un período posterior. Hamon, ibid.,Nota).

La forma que hoy tiene el detente fue dada por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat, a quien el Señor le había dejado saber de antemano el daño que iba a causar la plaga y también el maravilloso auxilio que la ciudad encontraría en la devoción a Su Sagrado Corazón. Ella hizo, con la ayuda de sus hermanas en religión, miles de estos emblemas y los repartieron por toda la ciudad y alrededores. La historia nos relata que poco después la plaga cesó. (Cf. Hamon, op. cit., vol III, p.425; Beringer, op. cit., vol I, n. 953, p. 520).

Entre los regalos que el papa Bendicto XIV, en el 1748, envió a la princesa Polaca Mary Lczinska con la ocasión de su matrimonio con el rey de Francia Luis XV, habían, de acuerdo a las memorias de ese tiempo, “muchos escudos del Sagrado Corazón hechos de taffeta roja y bordados en oro.” (De Franciosi, s.j., La dévotion au Sacré-Coeur de Jésus, p. 289).
En el tiempo de la Revolución Francesa se desató una violenta persecución contra la Iglesia. Estos escapularios se tuvieron por “la manifestación viva del fanatismo” y como evidencia de hostilidad al régimen revolucionario.
Durante el juicio de la reina María Antonieta, se produjo en su contra, como evidencia, un pedazo de papel muy fino que se encontró entre sus pertenencias, en el que la imagen del Sagrado Corazón estaba dibujada, con la llaga, la cruz y la corona de espinas, y con la leyenda: “Sagrado Corazón de Jesús, ten misericordia de nosotros.” (Ibid., p. 290).
El uso del detente se extendió grandemente, especialmente desde el 1866, durante los estragos producidos por la epidemia del cólera de Amiens, Roubaix, Cairo y otras partes. Suinfluencia beneficiosa se hizo evidente. 
Después de la guerra Franco-Alemana los “Salvaguardia” probaron ser en más de una ocasión, un escudo que protegió a muchos soldados franceses de las balas enemigas. (Cf. Messager du Coeur de Jésus, vol. XIX, p. 180).
Indulgencia
El papa Pío IX le concedió en el año 1872, una indulgencia de 100 días una vez al día a todos los fieles que usaran alrededor de sus cuellos este emblema piadoso y rezaran un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. (Preces et pia opera, n. 219).
En un breve de fecha 20 de Junio de 1873 encontramos la respuesta a dos preguntas en referencia al Detente:
1. Como no es un escapulario en el sentido estricto de la palabra, sino más bien un escudo o emblema del Sagrado Corazón, las reglas generales para el escapulario propiamente llamado, no son aplicables a él. Así que no necesita ni una bendición especial, ni una ceremonia o inscripción. Es suficiente con usarlo para que cuelgue en el cuello.
2. La leyenda “Detente, el Corazón de Jesús está aquí” no es requerida.
(Beringer, op. cit., n. 953; Preces et pia opera, n. 219.)

Oración
El papa Pío IX compuso esta oración:
“¡Abridme Vuestro Sagrado Corazón Oh Señor Jesús! …Mostradme Sus Encantos, unidme a Él para siempre. Que todos los movimientos y latidos de mi corazón, incluso durante el sueño, os sean un testimonio de mi amor y os digan sin cesar:
Sí, Señor Jesús, yo Os adoro… aceptad el poco bien que practico… Hacedme la merced de reparar el mal cometido… para que os alabe en el tiempo y os bendiga durante toda la eternidad. Amén”.

Jueves de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Colosenses 1,9-14. 

Por eso, desde que nos enteramos de esto, oramos y pedimos sin cesar por ustedes, para que Dios les haga conocer perfectamente su voluntad, y les dé con abundancia la sabiduría y el sentido de las cosas espirituales.
Así podrán comportarse de una manera digna del Señor, agradándolo en todo, fructificando en toda clase de obras buenas y progresando en el conocimiento de Dios.
Fortalecidos plenamente con el poder de su gloria, adquirirán una verdadera firmeza y constancia de ánimo,
y darán gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos.
Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido,
en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.

Salmo 98(97),2-3ab.3cd-4.5-6. 
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.

Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.


Evangelio según San Lucas 5,1-11. 
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes".
Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes".
Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".
El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres".
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.