domingo, 31 de julio de 2016

Hoy es fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús

El 31 de julio es la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, conocida como los jesuitas, orden que desempeñó un importante papel en la contrarreforma. El santo maestro de los discernimientos de espíritus es además patrono de los ejercicios espirituales, de los retiros y de los soldados.
El proceso de conversión de San Ignacio se inició al leer el libro “Vida de Cristo”, así como “Flos sanctórum”. Al reflexionar sobre estas lecturas y la vida de los santos se cuestionaba a sí mismo: "¿Y si yo hiciera lo mismo que San Francisco o que Santo Domingo?".
San Juan Pablo II señalaba que “Ignacio supo obedecer cuando, en pleno restablecimiento de sus heridas, la voz de Dios resonó con fuerza en su corazón. Fue sensible a la inspiración del Espíritu Santo".
"Ad Maiorem Dei Gloriam", que quiere decir en latín "Para mayor gloria de Dios" era el lema con que más se le identifica al santo, así como “Ruégale a Dios por todos los que como tú deseamos extender el Reino de Cristo, y hacer amar más a nuestro Divino Salvador”.
Una de las grandes obras dejadas por San Ignacio es el libro “Ejercicios espirituales”. El Papa Pío XI indicó en una oportunidad que el método ignaciano de oración "guía al hombre por el camino de la propia abnegación y del dominio de los malos hábitos a las más altas cumbres de la contemplación y el amor divino".
El Papa Francisco, el primer Pontífice jesuita en la historia de la Iglesia, al celebrar la fiesta de su fundador en el 2013 reflexionó y recordó a sus hermanos de la Compañía el lema que los identifica "Iesus Hominum Salvator", que los llama a tener siempre como centro a Cristo y a la Iglesia, a quienes deben servir.
San Ignacio falleció el 31 de julio de 1556. Paulo V lo beatificó en 1609 y fue canonizado por Gregorio XV en 1622. En la ciudad de Roma (Italia) se veneran los restos del santo en la Iglesia del Gesù.
Para leer más de la vida y obras de este santo que supo vivir con profunda fe, confianza en la voluntad de Dios y comprometido con el Evangelio, ingrese a los siguiente enlaces:


San Ignacio de Loyola – 31 de julio «Fundador de la Compañía de Jesús. Seducido por la lectura de libros piadosos, dejó armas e ideales caballerescos y realizó grandes hazañas para la mayor gloria de Dios. Sus Ejercicios Espirituales continúan dando vocaciones»

San Ignacio de Loyola (1491-1556)


«Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi ser y mi poseer; vos me lo disteis: a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta». Es la profunda oración con la que culminan los ejercicios espirituales de este santo, menudo de talla, grandioso corazón y proverbial obediencia, que nació en el castillo de Loyola, Guipúzcoa, España, en 1491 en una familia de la nobleza. Benjamín de ocho hermanos, fue educado en la casa de Juan Velázquez, contador mayor de los Reyes Católicos. Su contacto con la corte marcó una etapa en su vida de dispersión y afanes de gloria. 
En 1517, tras la muerte de Juan, inició la carrera militar. Pero en 1521, puede que el 20 de mayo, en el transcurso de una batalla contra los franceses, en Pamplona, una bala de cañón impactó en su pierna derecha debajo de la rodilla. Mientras convalecía de una de las intervenciones que sufrió, que le dejó una cojera de por vida, para distraerse solicitó libros de caballería. No había, y le ofrecieron la vida de Cristo y un santoral. Modificaron su perspectiva existencial: «Me imaginaba que debía competir con tal santo en ayunos, con este otro en la paciencia, con aquel en peregrinaciones». Las hazañas de los valerosos seguidores de Cristo, que en nada se asemejaban a las que conocía el aguerrido soldado, le sedujeron y se convirtió. Se arrepintió de su pasado, y decidió vivir con el radicalismo evangélico al que se sentía llamado. 
En su entorno no pasó desapercibido el cambio del intrépido militar que, de repente, solo hablaba de temas religiosos. Y aunque desconocía qué pasos debía dar, tenía claro que serían hacia la consagración. Por de pronto, se recluyó en Montserrat. Con el espíritu de un caballero depositó sus armas a los pies de María, después de haber hecho vela toda la noche ante su imagen, con sus nuevos compañeros de camino: un tosco sayo y el bordón, signos del peregrino. Soñaba ya con Jerusalén. Quería hallarse en la tierra de Jesús, a quien deseaba «conocer mejor, para imitarle y seguirle». A renglón seguido se dirigió a Manresa para hacer oración y penitencia. Y allí, fundamentados en su experiencia personal, redactó los ejercicios espirituales. Una noche se le apareció la Virgen con el Niño Jesús y se sintió invadido por su dulzura. Cuando abandonó el lugar, partió con un patrimonio espiritual que le dejó marcado para siempre.
En 1523 se trasladó a Tierra Santa. Su voluntad era permanecer en los Santos Lugares, pero ante los muchos peligros que acechaban a los peregrinos, los franciscanos le disuadieron, y prácticamente le obligaron a regresar a España. Sin saber aún qué camino tomar, cuando llegó a Barcelona hacia 1524, determinó cursar estudios para «ayudar a las almas», que completó en Alcalá de Henares y en Salamanca. La difusión de los ejercicios le acarreó muchos sufrimientos: procesamiento, prohibición de predicar, azotes, cárcel; tenía detrás a la Inquisición, pero todo lo asumió gozoso por amor a Cristo. Ya en París donde se licenció en Artes, con un grupo de siete compañeros, entre los que se hallaban Francisco Javier y Pedro Fabro, erigiría la fundación con el lema «Ad maiorem Dei gloriam». Compartió con ellos su experiencia en Manresa, lo que extrajo de la lectura de vidas de los santos y, sobre todo, el evangelio. Acordaron ir a Palestina para evangelizar. Si este objetivo se torcía por algún motivo en el año de plazo que se dieron, se pondrían a merced del pontífice. En 1534 emitieron los votos en la capilla de Montmartre. 
Se encontraron en Venecia, como habían convenido. Pero en 1535 nuevos problemas de salud obligaron a Ignacio a volver a España. El sueño de todos seguía siendo establecerse en Palestina, pero la guerra contra los turcos lo hizo inviable. De modo que, hallándose en Venecia en 1537, ya con Ignacio al frente, el grupo, que se había incrementando en número, se trasladó a Roma y se puso bajo el amparo de Paulo III. Éste los acogió, ordenando sacerdotes ese año a los que aún no había recibido este sacramento. En la capilla de la Storta, a unos kilómetros de Roma, en una visión trinitaria Cristo le había dicho a Ignacio: «Yo quiero que tú nos sirvas». Con la aprobación del papa en 1540, la Compañía de Jesús fue una realidad eclesial y canónica, aunque la redacción de las constituciones que el santo emprendió se prolongó hasta 1551. A los votos de castidad y pobreza añadieron el de obediencia al máximo superior, que estaría a su vez sometido al pontífice. Era uno de los signos del espíritu militar que formó parte de la educación y vida de su fundador, y que quiso transmitir a la Compañía con nuevo sesgo espiritual. 
Con esta fundación se dispusieron a luchar para contrarrestar el protestantismo y otras deficiencias sociales, propagando la fe católica. Pronto se constató la formidable labor de estos religiosos para atajar los nefastos efectos de la Reforma impulsada por Lutero. Las vías de apostolado fundamentalmente eran el cuidado de los enfermos y la enseñanza, que los primeros integrantes realizaban estimulados por la fortaleza y entusiasmo de Ignacio. Unánimemente le eligieron como general de la Compañía en 1541. La atracción entre los jóvenes por el carisma se incrementaba; fueron llegando algunos de talla excepcional.
Limitado por graves problemas de salud, permaneció en Roma dedicado al retiro y a la oración. Había encarnado su propósito: «En todo amar y servir». Se mantuvo al frente de la Compañía, que se extendió por Europa, América y Asia. Mientras, redactaba obras formativas y creaba prestigiosos centros académicos, todo para la mayor gloria de Cristo y de su Iglesia. En 1551 quiso dimitir como general, pero no lo permitieron. Al inicio de julio de 1556 sufrió un ataque de fiebre; su ánimo apostólico seguía invicto. Y el 31 de ese mes murió serena e inesperadamente. Paulo V lo beatificó el 3 de diciembre de 1609. Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622. 

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¡¡¡Y la próxima sede de la Jornada Mundial de la Juventud para el año 2019 será: 
PANAMÁ!!! 
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Foto de Jornada Mundial de la Juventud.
Amanece en el campus de la misericordia. El obispo nivariense preparado para concelebrar este domingo en la Misa de envío de la JMJ

Santa Misa con ocasión de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud.Homilía completa del Papa Francisco en la Misa de clausura de la JMJ

Queridos jóvenes: habéis venido a Cracovia para encontraros con Jesús. Y el Evangelio de hoy nos habla precisamente del encuentro entre Jesús y un hombre, Zaqueo, en Jericó (cf. Lc 19,1-10). Allí Jesús no se limita a predicar, o a saludar a alguien, sino que quiere —nos dice el Evangelista— cruzar la ciudad (cf. v. 1). Con otras palabras, Jesús desea acercarse a la vida de cada uno, recorrer nuestro camino hasta el final, para que su vida y la nuestra se encuentren realmente.

Tiene lugar así el encuentro más sorprendente, el encuentro con Zaqueo, jefe de los «publicanos», es decir, de los recaudadores de impuestos. Así que Zaqueo era un rico colaborador de los odiados ocupantes romanos; era un explotador de su pueblo, uno que debido a su mala fama no podía ni siquiera acercarse al Maestro. Sin embargo, el encuentro con Jesús cambió su vida, como sucedió, y cada día puede suceder, con cada uno de nosotros. Pero Zaqueo tuvo que superar algunos obstáculos para encontrarse con Jesús: al menos tres, que también pueden enseñarnos algo a nosotros.

El primero es la baja estatura: Zaqueo no conseguía ver al Maestro, porque era bajo. También nosotros podemos hoy caer en el peligro de quedarnos lejos de Jesús porque no nos sentimos a la altura, porque tenemos una baja consideración de nosotros mismos. Esta es una gran tentación, que no sólo tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también la fe. Porque la fe nos dice que somos «hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (1 Jn 3,1): hemos sido creados a su imagen; Jesús hizo suya nuestra humanidad y su corazón nunca se separará de nosotros; el Espíritu Santo quiere habitar en nosotros; estamos llamados a la alegría eterna con Dios. Esta es nuestra «estatura», esta es nuestra identidad espiritual: somos los hijos amados de Dios, siempre. Entendéis entonces que no aceptarse, vivir infelices y pensar en negativo significa no reconocer nuestra identidad más auténtica: es como darse la vuelta cuando Dios quiere fijar sus ojos en mí; significa querer impedir que se cumpla su sueño en mí. Dios nos ama tal como somos, y no hay pecado, defecto o error que lo haga cambiar de idea. Para Jesús —nos lo muestra el Evangelio—, nadie es inferior y distante, nadie es insignificante, sino que todos somos predilectos e importantes: ¡Tú eres importante! Y Dios cuenta contigo por lo que eres, no por lo que tienes: ante él, nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que utilizas; no le importa si vas a la moda, le importas tú. A sus ojos, vales, y lo que vales no tiene precio.

Cuando en la vida sucede que apuntamos bajo en vez de a lo alto, nos puede ser de ayuda esta gran verdad: Dios es fiel en su amor, y hasta obstinado. Nos ayudará pensar que nos ama más de lo que nosotros nos amamos, que cree en nosotros más que nosotros mismos, que está siempre de nuestra parte, como el más acérrimo de los «hinchas». Siempre nos espera con esperanza, incluso cuando nos encerramos en nuestras tristezas, rumiando continuamente los males sufridos y el pasado. Pero complacerse en la tristeza no es digno de nuestra estatura espiritual. Es más, es un virus que infecta y paraliza todo, que cierra cualquier puerta, que impide que la vida se reavive, que recomience. Dios, sin embargo, es obstinadamente esperanzado: siempre cree que podemos levantarnos y no se resigna a vernos apagados y sin alegría. Porque somos siempre sus hijos amados. Recordemos esto al comienzo de cada día. Nos hará bien decir todas las mañanas en la oración: «Señor, te doy gracias porque me amas; haz que me enamore de mi vida». No de mis defectos, que hay que corregir, sino de la vida, que es un gran regalo: es el tiempo para amar y ser amado.

Zaqueo tenía un segundo obstáculo en el camino del encuentro con Jesús: la vergüenza paralizante. Podemos imaginar lo que sucedió en el corazón de Zaqueo antes de subir a aquella higuera, habrá tenido una lucha afanosa: por un lado, la curiosidad buena de conocer a Jesús; por otro, el riesgo de hacer una figura bochornosa. Zaqueo era un personaje público; sabía que, al intentar subir al árbol, haría el ridículo delante de todos, él, un jefe, un hombre de poder. Pero superó la vergüenza, porque la atracción de Jesús era más fuerte. Habréis experimentado lo que sucede cuando una persona se siente tan atraída por otra que se enamora: entonces sucede que se hacen de buena gana cosas que nunca se habrían hecho. Algo similar ocurrió en el corazón de Zaqueo, cuando sintió que Jesús era de tal manera importante que habría hecho cualquier cosa por él, porque él era el único que podía sacarlo de las arenas movedizas del pecado y de la infelicidad. Y así, la vergüenza paralizante no triunfó: Zaqueo —nos dice el Evangelio— «corrió más adelante», «subió» y luego, cuando Jesús lo llamó, «se dio prisa en bajar» (vv. 4.6.). Se arriesgó y actuó. Esto es también para nosotros el secreto de la alegría: no apagar la buena curiosidad, sino participar, porque la vida no hay que encerrarla en un cajón. Ante Jesús no podemos quedarnos sentados esperando con los brazos cruzados; a él, que nos da la vida, no podemos responderle con un pensamiento o un simple «mensajito».

Queridos jóvenes, no os avergoncéis de llevarle todo, especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados, en la confesión: Él sabrá sorprenderos con su perdón y su paz. No tengáis miedo de decirle «sí» con toda la fuerza del corazón, de responder con generosidad, de seguirlo. No os dejéis anestesiar el alma, sino aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia, y un «no» fuerte al doping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar sólo en sí mismo y en la propia comodidad.

Después de la baja estatura y la vergüenza paralizante, hay un tercer obstáculo que Zaqueo tuvo que enfrentar, ya no en su interior sino a su alrededor. Es la multitud que murmura, que primero lo bloqueó y luego lo criticó: Jesús no tenía que entrar en su casa, en la casa de un pecador. ¿Qué difícil es acoger realmente a Jesús, qué duro es aceptar a un «Dios, rico en misericordia» (Ef 2,4). Puede que os bloqueen, tratando de haceros creer que Dios es distante, rígido y poco sensible, bueno con los buenos y malo con los malos. En cambio, nuestro Padre «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45), y nos invita al valor verdadero: ser más fuertes que el mal amando a todos, incluso a los enemigos. Puede que se rían de vosotros, porque creéis en la fuerza mansa y humilde de la misericordia. No tengáis miedo, pensad en cambio en las palabras de estos días: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7). Puede que os juzguen como unos soñadores, porque creéis en una nueva humanidad, que no acepta el odio entre los pueblos, ni ve las fronteras de los países como una barrera y custodia las propias tradiciones sin egoísmo y resentimiento. No os desaniméis: con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza y sois una bendición para la única familia humana, tan bien representada por vosotros aquí.

Aquel día, la multitud juzgó a Zaqueo, lo miró con desprecio; Jesús, en cambio, hizo lo contrario: levantó los ojos hacia él (v. 5). La mirada de Jesús va más allá de los defectos para ver a la persona; no se detiene en el mal del pasado, sino que divisa el bien en el futuro; no se resigna frente a la cerrazón, sino que busca el camino de la unidad y de la comunión; en medio de todos, no se detiene en las apariencias, sino que mira al corazón. Con esta mirada de Jesús, podéis hacer surgir una humanidad diferente, sin esperar a que os digan «qué buenos sois», sino buscando el bien por sí mismo, felices de conservar el corazón limpio y de luchar pacíficamente por la honestidad y la justicia. No os detengáis en la superficie de las cosas y desconfiad de las liturgias mundanas de la apariencia, del maquillaje del alma para aparentar mejores. Por el contrario, instalad bien la conexión más estable, la de un corazón que ve y transmite el bien sin cansarse. Y esa alegría que habéis recibido gratis de Dios, dadla gratis (cf. Mt 10,8), porque son muchos los que la esperan.

Escuchamos por último las palabras de Jesús a Zaqueo, que parecen dichas a propósito para nosotros en este momento: «Date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa» (v. 5). Jesús te dirige la misma invitación: «Hoy tengo que alojarme en tu casa». La Jornada Mundial de la Juventud, podríamos decir, comienza hoy y continúa mañana, en casa, porque es allí donde Jesús quiere encontrarnos a partir de ahora. El Señor no quiere quedarse solamente en esta hermosa ciudad o en los recuerdos entrañables, sino que quiere venir a tu casa, vivir tu vida cotidiana: el estudio y los primeros años de trabajo, las amistades y los afectos, los proyectos y los sueños. Cómo le gusta que todo esto se lo llevemos en la oración. Él espera que, entre tantos contactos y chats de cada día, el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración. Cuánto desea que su Palabra hable a cada una de tus jornadas, que su Evangelio sea tuyo, y se convierta en tu «navegador» en el camino de la vida.

Jesús, a la vez que te pide de ir a tu casa, como hizo con Zaqueo, te llama por tu nombre. Tu nombre es precioso para él. El nombre de Zaqueo evocaba, en la lengua de la época, el recuerdo de Dios. Fiaros del recuerdo de Dios: su memoria no es un «disco duro» que registra y almacena todos nuestros datos, sino un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal. Procuremos también nosotros ahora imitar la memoria fiel de Dios y custodiar el bien que hemos recibido en estos días. En silencio hagamos memoria de este encuentro, custodiemos el recuerdo de la presencia de Dios y de su Palabra, reavivemos en nosotros la voz de Jesús que nos llama por nuestro nombre. Así pues, recemos en silencio, recordando, dando gracias al Señor que nos ha traído aquí y ha querido encontrarnos.

La oración del Papa Francisco en Cracovia por el fin del terrorismo en el mundo

El Papa Francisco reza ante las reliquias de los beatos mártires Michele Tomaszek y Zbigneo Strzalkowski. Foto: L'Osservatore Romano / Los beatos Michele Tomaszek y Zbigneo Strzalkowski

El Papa Francisco rezó este sábado 30 de julio por el fin de la violencia y el terrorismo en el mundo, ante las reliquias de los beatos Michele Tomaszek y Zbigneo Strzalkowski que fueron asesinados en 1991 por el grupo terrorista Sendero Luminoso en Perú.
Estos jóvenes mártires fueron recordados en la ceremonia de acogida de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Cracovia 2016, realizada el jueves 28 de julio en el Parque Jordan en la localidad de Blonia.
Antes de dirigirse al Campo de la Misericordia para presidir la Vigilia de oración con 1,6 millones de jóvenes reunidos por la JMJ, el Pontífice se detuvo en la Iglesia San Francisco para rezar unos minutos.
El Santo Padre se detuvo alrededor de las 6:00 p.m. en la iglesia ubicada muy cerca al Palacio Arzobispal de Cracovia. En el templo rezó acompañado de algunos familiares de los mártires.
Los beatos Michele Tomaszek y Zbigneo Strzalkowski pertenecían a la Orden de los Hermanos Menores Conventuales. Fueron asesinados por odio a la fe el 9 de agosto de 1991 por el grupo terrorista maoísta Sendero Luminoso, que por esos años sembraba el terror en el Perú.
Ambos servían en la localidad de Pariacoto, en los andes del departamento de Ancash en Perú, país donde vivían hacía 11 años y que por entonces intentaba salir de la profunda crisis económica en que se encontraba.
En esa época los terroristas de Sendero Luminoso asesinaron a miles de civiles y autoridades en pueblos y ciudades incluyendo la capital, con el fin de instaurar un régimen comunista.
Esta es el texto completo de la oración que hizo el Santo Padre en la iglesia San Francisco:
Oración por la paz y el fin de la violencia y el terrorismo
Dios omnipotente y misericordioso, Señor del Universo y de la historia humana.
Todo lo que has creado es bueno, y tu compasión por el hombre, que te abandona una y otra vez, es inagotable.
Venimos hoy a implorarte que ampares al mundo y a sus habitantes con la paz, alejando de él el destructivo oleaje del terrorismo, restaurando la amistad y derramando en los corazones de tus criaturas el don de la confianza y la prontitud para perdonar.
Dador de la vida, te pedimos también por todos los que han muerto, víctimas de los brutales ataques terroristas. Concédeles la recompensa y la alegría eternas. Que intercedan por el mundo, sacudido por la angustia y desgracias.
Jesús, Príncipe de la Paz, te rogamos por los heridos en los ataques terroristas: los niños y los jóvenes, las mujeres y los hombres, los ancianos, las personas inocentes y los que han sido agredidos por casualidad. Sana su cuerpo y el corazón, que se sientan fortalecidos por tu consuelo, aleja de ellos el odio y el deseo de la venganza.
Santo Espíritu Consolador, visita a las familias que lloran la pérdida de sus familiares, víctimas inocentes de la violencia y el terrorismo. Cúbreles con el manto de tu divina misericordia.
Que encuentren en Ti la fuerza y el valor para continuar siendo hermanos y hermanas de los demás, especialmente de los extranjeros y los inmigrantes, testimoniando con su vida tu amor.
Mueve los corazones de los terroristas para que reconozcan la maldad de sus acciones y vuelvan a la senda de la paz y el bien, el respeto por la vida y la dignidad de cada ser humano, independientemente de su religión, origen o status social.
Dios, Eterno Padre, escucha compasivo esta oración que se eleva hacia Ti entre el estruendo y la desesperación del mundo.
Llenos de confianza en tu infinita Misericordia, confiando en la intercesión de tu Santísima Madre, fortalecidos con el ejemplo de los beatos mártires de Perú, Zbigneo y Michele, que has convertido en valientes testigos del Evangelio hasta derramar su sangre, nos dirigimos a Ti con gran esperanza, suplicando el don de la paz y pidiendo que alejes de nosotros el látigo del terrorismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén.
Oración del Santo Padre Francisco en la Basílica de San Francisco en Cracovia, día 30 de julio de 2016.


Papa en Via Crucis: La credibilidad del cristiano no está en ideas sino en cómo acoge a marginados


Papa a jóvenes en vigilia de JMJ: No hemos venido al mundo para “vegetar”

El Papa Francisco llegó al Campus Misericordiae de la mano de varios jóvenes del mundo. Juntos atravesaron esta simbólica puerta santa. Incluso algunos le acompañaron en papamóvil hasta el enorme escenario diseñado para la ocasión. El Papa quería a los jóvenes cerca, tanto, que les pidió que se sentaran junto a él.

Varios testimonios se intercalaron con un espectacular montaje en el que se explicó, por ejemplo, la importancia del perdón con esta recreación de la visita de Juan Pablo II a Ali Agca en prisión.

Rand explicó al Papa cómo ser cristiana le ayuda a superar el dolor y el horror de la guerra en su país, Siria.  

RAND
"Cada vez más creo que Dios existe pese a todo nuestro dolor. Creo que, es más, existe a través de nuestro dolor. Nos enseña el significado del amor verdadero. Mi fe en Cristo es la razón de mi esperanza y mi alegría”. 

Francisco explicó a los jóvenes que frente a la violencia y las guerras, la actitud de los cristianos debe ser distinta.

FRANCISCO
"Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nosotros hoy estamos aquí, porque el Señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia”.

Después, el Papa logró el silencio absoluto en el Campus Misericordiae con esta oración por todos los que sufren. En un enérgico discurso, les invitó a no ser jóvenes adormilados y les pidió que no se conformen con una vida vivida desde el sofá

FRANCISCO
"Queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a "vegetar”, a pasar por él cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca. Al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella”.

Aseguró que Dios les pide que hagan algo grande con sus vidas, que sueñen y que luchen por hacer del mundo un lugar diferente.

FRANCISCO
"El mundo de hoy os pide que seáis protagonistas de la Historia porque la vida es hermosa siempre y cuando queramos vivirla, siempre y cuando queramos dejar una huella. Jesús quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo contigo. ¿Tú que respondes?, ¿qué respondes, sí o no?”.

El Papa les pidió que construyan un mundo nuevo no de muros sino de puentes. El primero que promovió Francisco fue este, muy simbólico, de manos entrelazadas. Después llegó el momento de la Adoración Eucarística. El más de millón y medio de jóvenes del Campus Misericordiae se unió al Papa en silenciosa oración. También rezaron a la Virgen de Czestochowa con esta impresionante canción.

Francisco se marchó pero los jóvenes pasarán la noche allí. Para muchos será una de esas experiencias que marcará sus vidas para siempre.



JMJ: CAMBIAR EL SOFÁ POR UN PAR DE ZAPATOS CON LOS QUE CAMINAR JUNTOS

La profundidad de lo experimentado por los participantes en la JMJ no es sencilla de transmitir. Vamos recurriendo a los testimonios de los jóvenes de la diócesis nivariense que allí están. En esta ocasión, llevan horas y estarán toda la noche en el campo de la misericordia. Están haciendo una experiencia de lo que el Papa les ha pedido en su mensaje: Abandonar el sofá, ponerse zapatos para transitar por caminos no recorridos.
Desde la tarde y hasta después de la Misa del Domingo en ese campus se encuentran Alba y Alejandro, catequistas postcomunión y miembros del coro de la parroquia de la Candelaria, en la Cuesta. Son, además, miembros del grupo FOC del colegio de la Pureza también de la Cuesta. Para Ale es la primera experiencia. Alba ya ha participado en la anterior JMJ.
"Nos llama la atención encontrar a miles de personas de distintos países y culturas unidas por una sola causa, Jesucristo. En estos días hemos visto encarnada la misericordia de Dios en el ser humano con acciones tan simples como sonreir, ofrecer agua, alentar al cansado, acoger a los peregrinos en las casa de las familias Polacas"- subrayan. Estos jóvenes aprovecharon los medios de la diócesis para "agradecer de modo especial a las familias que los han acogido en su casa y en su corazón". En la Vigilia de este sábado han podido sentir como todos los jóvenes se unían unos minutos a Jesucristo, como una gran familia. A ambos les gustaría volver a otra JMJ, e invitan a todos a "atreverse a vivir esta hermosa e inolvidable experiencia".
Los testimonios de vida y de fe escuchados han sido "tremendos". Natalia Wrzesien es una joven polaca que conmovió al Papa Francisco y a los jóvenes participantes de la Vigilia con su especial testimonio de conversión y experiencia personal del gran amor y misericordia del Señor. El miedo a morir cualquier día a causa de la guerra o a perder su hogar o su familia es una constante en la vida de la joven siria Rand Mittri. Por último, Miguel es un paraguayo de 34 años de edad que durante muchos años estuvo inmerso en el mundo de las drogas. Con mucho esfuerzo y con la fuerza de la fe en Dios pudo salir adelante y hoy ayuda a otros que atraviesan por el mismo problema.
Atenta a ellos, al Papa y a cientos de miles de jóvenes estaba la Hermana Natalia, religiosa de la Pureza en laCuesta. Para ella es un privilegio estar y sentirse "tan unida a la Iglesia y reconocerla y vivirla como un alimento que nutre y me siento orgullosísima". Como religiosa siente el privilegio de la llamada de Cristo y ha renovado esa vocación a "incendiar corazones, a pasar el ardor de  la amistad con Jesús. Pienso, nos comenta, "que el Señor me ha traído a esta JMJ para decirme que me quiere". "Es impresionante estar en este campo de la misericordia" y ver a tantos jóvenes abiertos a escuchar palabras de misericordia y ser uno con Jesucristo, la Iglesia y el papa Francisco.
Por último, el profundo y vitalista mensaje del obispo de Roma ha vuelto a resonar en los corazones de los presentes: "Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia. Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales. Que nos incita a pensar una economía más solidaria. En todos los ámbitos en los que ustedes se encuentren, ese amor de Dios nos invita llevar la buena nueva, haciendo de la propia vida un homenaje a él y a los demás".
El Pontífice, en su emocionante intervención, recordaba a los que le escuchaban que "no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella"
Hoy Jesús, que es el camino, a ti, a ti, a ti, te llama a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas? ¿Qué responden ahora, quiero ver tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida? Que el Señor bendiga sus sueños, gracias- concluía.

8 momentos imperdibles de la Vigilia JMJ Cracovia con el Papa Francisco. Por Diego López Marina

El Papa Francisco participó de la Vigilia de oración con 1,6 millones de jóvenes reunidos en la JMJ Cracovia 2016 en el Campo de la Misericordia en Polonia.
El tema de la vigilia se basó en la oración oficial de la JMJ. Aquí los momentos imperdibles de la jornada de hoy, sábado 30 de julio:
1. El Papa atraviesa la Puerta Santa, de la mano con 6 jóvenes
La vigilia inició con el recorrido del Papa a través de la Puerta Santa de la Misericordia, construida para la ocasión, hasta llegar al altar del Campus Misericordiae. Fue acompañado por representantes de los 5 continentes, quienes después se sentaron alrededor de su silla.
2. “El camino hacia Jesús”  
Se da inicio a la Vigilia acompañada por 5 escenas de la vida Santa Faustina Kowalska y su camino para seguir a Cristo, así como 3 fuertes testimonios de jóvenes de diferentes nacionalidades que recuperaron su esperanza por la gracia de Dios.
Card. Dziwisz: Jóvenes son esperanza de la Iglesia y del mundo   
3. Primera escena: “Fe para los que dudan”
La primera escena presentó el baile de un grupo de jóvenes al interior de una discoteca moderna en la que una de las jóvenes, Elena Kowalska (la futura Santa Faustina Kowalska), se detiene, se aleja del grupo y se vuelve hacia ellos mirándolos con tristeza. La joven queda pensativa y se coloca un velo negro.
Aquí aparece la primera “testigo de la misericordia”, Natalia Wrzesien (Polonia), quien compartió su testimonio de vida. Ella llevaba una vida de supuesto éxito, diversiones, pero no encontraba paz.  Acudir al Sacramento de la Reconciliación cambió su vida.

4. Segunda escena: “La esperanza para los que se resignan”
En una pantalla gigante se reprodujeron videos sobre los ataques terroristas del 11 de septiembre, Nueva York y París en 2015, así como escenas de la guerra de Irak y Siria.
La escenificación presenta a siete bailarines que buscan expresar el dolor y la tragedia de perder a sus seres queridos en la guerra. Durante el baile, la joven que representa a Santa Faustina acepta partes de su hábito religioso y la cruz.
Le siguió el segundo testimonio de la joven Rand Mittri, quien no ha perdido la fe ni la esperanza a pesar del miedo y la guerra en Siria, su país de origen.

5. Tercera escena: “El amor a los que están tibios”
Aquí se presenta el problema de la civilización moderna: los jóvenes que se encierran en sí mismos ante la tecnología. En la escenificación una bailarina recorrió unas paredes transparentes que simbolizan el aislamiento. Detrás de cada una había jóvenes inmóviles utilizando dispositivos electrónicos.
Por último, un joven se da cuenta de la bailarina, sale del cristal y baila con ella. En este punto, la escena se detiene y Santa Faustina canta con lamento.
6. Cuarta escena: “El perdón de los que son culpables”
El tema de la escena es el perdón de los vecinos, el rechazo del mal y la reconciliación. En la pantalla gigante se reproducen imágenes del día en que el Papa San Juan Pablo II fue herido gravemente de bala por los disparos del turco Alí Agca.
En la escenificación Sor Faustina observa la figura del querido Papa Wojtyla sentado junto a su agresor, simulando el día en que el Santo lo visitó y perdonó.
7. Quinta escena: “Alegría a los que están tristes”
El tema de la escena es el dolor que resulta de las adicciones y la monotonía de la vida en el mundo de hoy; así como la alegría ante las dificultades.
Faustina llega a la escena mientras un grupo de jóvenes de prendas desgarbadas bailan hip hop y break dance.
A continuación, se presentó el tercer y último testimonio, el de Miguel, un paraguayo de 34 años de edad que durante muchos años estuvo inmerso en el mundo de las drogas.

8. La adoración eucarística
Tras finalizar las escenificaciones, el Papa Francisco pronunció un emocionante y extenso discurso, y luego se realizó la adoración al Santísimo Sacramento con meditaciones, cantos que prepararon los peregrinos, acompañados de una orquesta.
Luego la oración en silencio, de rodillas y la Coronilla de la Misericordia cantada por el coro.



Discurso del Papa Francisco en la Vigilia de la JMJ Cracovia 2016




Ante cientos de miles de jóvenes presentes en la Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco pronunció un emocionante y extenso discurso en el que los alentó a ser signo de la misericordia, protagonistas de la historia y dejar su huella en el mundo.
A continuación el texto completo de su alocución:
Queridos jóvenes, buenas tardes
Es bueno estar aquí con ustedes en esta Vigilia de oración.
Al terminar su valiente y conmovedor testimonio, Rand nos pedía algo. Nos decía: «Les pido encarecidamente que recen por mi amado país». Una historia marcada por la guerra, el dolor, la pérdida, que finaliza con un pedido: el de la oración. Qué mejor que empezar nuestra vigilia rezando.
Venimos desde distintas partes del mundo, de continentes, países, lenguas, culturas, pueblos diferentes. Somos «hijos» de naciones, que quizá pueden estar enfrentadas luchando por diversos conflictos, o incluso estar en guerra. Otros venimos de países que pueden estar en «paz», que no tienen conflictos bélicos, donde muchas de las cosas dolorosas que suceden en el mundo sólo son parte de las noticias y de la prensa.
Pero seamos conscientes de una realidad: para nosotros, hoy y aquí, provenientes de distintas partes del mundo, el dolor, la guerra que viven muchos jóvenes, deja de ser anónima, para nosotros deja de ser una noticia de prensa, tiene nombre, tiene rostro, tiene historia, tiene una cercanía.
Hoy la guerra en Siria, es el dolor y el sufrimiento de tantas personas, de tantos jóvenes como la valiente Rand, que está aquí entre nosotros pidiéndonos que recemos por su amado país.
Existen situaciones que nos pueden resultar lejanas hasta que, de alguna manera, las tocamos. Hay realidades que no comprendemos porque sólo las vemos a través de una pantalla (del celular o de la computadora).
Pero cuando tomamos contacto con la vida, con esas vidas concretas no ya mediatizadas por las pantallas, entonces nos pasa algo importante, todos sentimos la invitación a involucrarnos: «No más ciudades olvidadas», como dice Rand: ya nunca puede haber hermanos «rodeados de muerte y homicidios» sintiendo que nadie los va a ayudar.
Queridos amigos, los invito a que juntos recemos por el sufrimiento de tantas víctimas fruto de la guerra, esta guerra que hay hoy en el mundo, recemos por tantas familias de la amada Siria y de otras partes del mundo, para que de una vez por todas podamos comprender que nada justifica la sangre de un hermano, que nada es más valioso que la persona que tenemos al lado. Y en este pedido de oración también quiero agradecerles a Natalia y a Miguel, porque ustedes también nos han compartido sus batallas, sus guerras interiores. Nos han mostrado sus luchas y cómo hicieron para superarlas. Son signo vivo de lo que la misericordia quiere hacer en nosotros.
Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir, no queremos insultar. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nosotros hoy estamos aquí, porque el Señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia.
Celebremos el venir de culturas diferentes y nos unimos para rezar. Que nuestra mejor palabra, que nuestro mejor discurso, sea unirnos en oración. Hagamos un rato de silencio y recemos; pongamos ante Dios los testimonios de estos amigos, identifiquémonos con aquellos para quienes «la familia es un concepto inexistente, y la casa sólo un lugar donde dormir y comer», o con quienes viven con el miedo de creer que sus errores y pecados los han dejado definitivamente afuera. Pongamos también las «guerras» de ustedes, nuestras guerras, las luchas que cada uno trae consigo, dentro de su corazón, en presencia de nuestro Dios. Y para esto, para estar en familia, los invito a ponerse de pie, a tomarse de la mano y rezar en silencio, todos.
(Oración en silencio)
Mientras rezábamos, me venía a la mente la imagen de los Apóstoles el día de Pentecostés. Una escena que nos puede ayudar a comprender todo lo que Dios sueña realizar en nuestra vida, en nosotros y con nosotros. Aquel día, los discípulos estaban encerrados por miedo. Se sentían amenazados por un entorno que los perseguía, que los arrinconaba en una pequeña habitación, obligándolos a permanecer quietos y paralizados. El temor se había apoderado de ellos. En ese contexto, pasó algo espectacular, algo grandioso. Vino el Espíritu Santo y unas lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno, impulsándolos a una aventura que jamás habrían soñado. Las cosa cambia así.
Hemos escuchado tres testimonios, hemos tocado, con nuestros corazones, sus historias, sus vidas. Hemos visto cómo ellos, al igual que los discípulos, han vivido momentos similares, han pasado momentos donde se llenaron de miedo, donde parecía que todo se derrumbaba. El miedo y la angustia que nace de saber que al salir de casa uno puede no volver a ver a los seres queridos, el miedo a no sentirse valorado ni querido, el miedo a no tener otra oportunidad.
Ellos nos compartieron la misma experiencia que tuvieron los discípulos, han experimentado el miedo que sólo conduce a un lugar: ¿Adónde nos lleva el miedo? Al encierro. Y cuando el miedo se acovacha en el encierro siempre va acompañado por su «hermana gemela»: la parálisis, sentirnos paralizados. Sentir que en este mundo, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, no hay ya espacio para crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes, en definitiva para vivir, es de los peores males que se nos puede meter en la vida, y más en la juventud. La parálisis nos va haciendo perder el encanto de disfrutar del encuentro, de la amistad; el encanto de soñar juntos, de caminar con otros. Nos aleja de los otros, nos impide tender la mano. Como hemos visto, todos encerrados en ese lugar de adentro.
Pero en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa para los jóvenes, y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde «felicidad» con un «sofá/kanapa». Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá —como los que hay ahora modernos con masajes adormecedores incluidos— que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora.
Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos haga quedarnos en casa encerrados, sin fatigarnos ni preocuparnos. La «sofá-felicidad», «la kanapa-szcz??cie», es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, la juventud. ¿Y por qué sucede esto Padre? Porque poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados. Ayer hablaba de los jóvenes que se jubilan a los 20 años, hoy hablo de los jóvenes adormecidos, embobados, atontados.
Mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros. Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón.
Les pregunto a ustedes ¿Quieren ser jóvenes adormecidos, embobados, atontados? ¿Quieren que otros decidan el futuro por ustedes? ¿Quieren ser libres? ¿Quieren luchar por su futuro? No están muy convencidos, eh. ¿Quieren luchar por su futuro? (¡Sí!)
Pero la verdad es otra: queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad. No somos libres para dejar una huella, perdemos la libertad. Este es el precio y hay mucha gente que quiere que los jóvenes no sean libres, que sigan atontados, embobados, adormecidos. Esto no puede ser, debemos defender nuestra libertad.
Ahí está precisamente una gran parálisis, cuando comenzamos a pensar que felicidad es sinónimo de comodidad, que ser feliz es andar por la vida dormido o narcotizado, que la única manera de ser feliz es ir como atontado. Es cierto que la droga hace mal, pero hay muchas otras drogassocialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad. Nos despojan de la libertad.
Amigos, Jesús es el Señor del riesgo, el Señor del siempre «más allá». Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia.
Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, personas que piensan, movilizadores sociales.
Que nos incita a pensar una economía más solidaria. En todos los ámbitos en los que ustedes se encuentren, ese amor de Dios nos invita llevar la buena nueva, haciendo de la propia vida un homenaje a Él y a los demás. Y esto significa ser valiente, significa ser libres.
Podrán decirme: «Padre pero eso no es para todos, sólo es para algunos elegidos». Sí, es verdad, y estos elegidos son todos aquellos que estén dispuestos a compartir su vida con los demás. De la misma manera que el Espíritu Santo transformó el corazón de los discípulos el día de Pentecostés, estaban paralizados, lo hizo también con nuestros amigos que compartieron sus testimonios.
Uso tus palabras, Miguel, vos nos decías que el día que en la Facenda te encomendaron la responsabilidad de ayudar a que la casa funcionara mejor, ahí comenzaste a entender que Dios pedía algo de ti. Así comenzó la transformación.
Ese es el secreto, queridos amigos, que todos estamos llamados a experimentar. Dios espera algo de ti, ¿Han entendido? Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo con vos puede ser distinto. Eso sí, si vos no ponés lo mejor de vos, el mundo no será distinto. Es un desafío.
El tiempo que hoy estamos viviendo, no necesita jóvenes-sofá, m?ody-kanapa, sino jóvenes con zapatos; mejor aún, con los botines puestos. Este tiempo sólo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes. El mundo de hoy les pide que sean protagonistas de la historia porque la vida es linda siempre y cuando querramos vivirla, siempre y cuando querramos dejar una huella.
La historia hoy nos pide que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro. No, nosotros debemos decidir nuestro futuro, ustedes el suyo. El Señor, al igual que en Pentecostés, quiere realizar uno de los mayores milagros que podamos experimentar: hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo con vos. ¿Y tú qué cosa respondes? ¿Sí o no?
Me dirás, Padre, pero yo soy muy limitado, soy pecador, ¿qué puedo hacer? Cuando el Señor nos llama no piensa en lo que somos, en lo que éramos, en lo que hemos hecho o de dejado de hacer. Al contrario: Él, en ese momento que nos llama, está mirando todo lo que podríamos dar, todo el amor que somos capaces de contagiar. Su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús te proyecta al horizonte, nunca al museo.
Por eso, amigos, hoy Jesús te invita, te llama a dejar tu huella en la vida, una huella que marque la historia, que marque tu historia y la historia de tantos. La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal. Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen como ahora hacen ustedes, a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad y ustedes son una oportunidad para el futuro: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Necesitamos aprender esto.
Y todos juntos pidamos que nos exijan transitar por los caminos de la fraternidad. Que sean ustedes nuestros acusadores si elegimos la vida de los muros, de la enemistad, de la guerra. Construir puentes: ¿Saben cuál es el primer puente a construir? Un puente que podemos realizarlo aquí y ahora: estrecharnos la mano, darnos la mano. Anímense, hagan ahora, aquí, ese puente primordial, y dénse la mano, todos ustedes. Es el gran puente fraterno, el modelo.
Siempre está el riesgo de quedarse con la mano tendida, pero en la vida es necesario arriesgarse, quien no se arriesga no gana. Estrechen sus manos, gracias.
Y ojalá aprendan a hacerlo los grandes de este mundo... pero no para la fotografía, sino para seguir construyendo puentes más y más grandes. Que éste puente humano sea semilla de tantos otros; será una huella.
Hoy Jesús, que es el camino, a ti, a ti, a ti, te llama a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas? ¿Qué responden ahora, quiero ver tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida?
Que el Señor bendiga sus sueños, gracias.