sábado, 29 de octubre de 2016

Trigésimo primero domingo del tiempo ordinario ( fin de semana 29 y 30 de octubre)


Libro de la Sabiduría 11,22-26.12,1-2. 

El mundo entero es delante de ti como un grano de polvo que apenas inclina la balanza, como una gota de rocío matinal que cae sobre la tierra.
Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan.
Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado.
¿Cómo podría subsistir una cosa si tú no quisieras? ¿Cómo se conservaría si no la hubieras llamado?
Pero tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida,
porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas.
Por eso reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor.

Salmo 145(144),1-2.8-9.10-11.13.14. 
Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,
y bendeciré tu Nombre eternamente;
día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;

el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.
El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados.


Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,11-12.2,1-2. 
Pensando en esto, rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe.
Así el nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos,
que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado.

Evangelio según San Lucas 19,1-10. 
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".
Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,
porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.







Leer el comentario del Evangelio por : Filomeno de Mabboug  

12 razones por las que rezar a San José Oración de los 30 días a San José

12 razones por las que rezar a San José


¡Amado San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, te contemplo con emoción y alegría en el cielo, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparo de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de María, tu santa Esposa.
Por eso, pobre y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente traigo ante tu altar y tu imagen una pena para que consueles, un mal para que remedies, una desgracia para que impidas, una necesidad para que socorras, una gracia para que obtengas para mí y para mis seres queridos.
Y para conmoverte te lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que viviste en la tierra con Jesús y María, y te lo pediré, urgente y confiadamente, invocando las distintas etapas y dolores de tu vida. Me sobran los motivos para confiar en que no demorarás en oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en tu bondad y poder, confío en que me obtendrás lo que necesito y aún más de lo que te pido y deseo.
1.- Te pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre, Dios del Hombre, Dios con el Hombre.
2.- Te lo suplico por tu obediencia al Espíritu, al no abandonar a María y tomarla como esposa tuya, y tomando a su hijo como propio siendo padre adoptivo de Jesús y protector de ambos.
3.- Te lo ruego por tu dolor mientras buscabas un establo y un pesebre para la cuna de Dios, nacido entre los hombres; por tu dolor al verlo nacer entre animles sin poder conseguir un lugar mejor y más “digno”.
4.- Te lo pido por la apertura de tu corazón al dejarte conmover por la alabanza de los pastores y por la adoración de los reyes de Oriente, por tu incertidumbre al pensar ¿qué sería de este Niño, tan especial y a la vez tan similar al resto de los niños?.
5.- Te lo demando por tu sobresalto al oír del Angel la muerte decretada contra tu Hijo Dios, por tu obediencia y la huida a Egipto, por los miedos y peligros del camino, por la pobreza del destierro, y por tus ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.
6.- Te lo pido por tu aflicción dolorosa de tres días al perder a Jesús, y por tu consuelo al encontrarle en el templo; por tu felicidad de los treinta años que viviste en Nazaret con Jesús y María sujetos a tu autoridad y providencia.
7 .- Te lo ruego y espero por el heroico sacrificio y aceptación de la misión de tu hijo en la cruz para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.
8.- Te lo pido por el desprendimiento con el que todos los días contemplabas las manos de Jesús, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba tiernamente sobre tu pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabas contra tu corazón, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veías expirar y morir por mí, por mi alma, por mis pecados.
9.- Te lo pido por tu dulce tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María y tu entrada en el cielo de los Justos en el cielo, donde tenés tu trono de poder.
10.- Te lo suplico por tu gozo y alegría, cuando contemplabas la Resurrección de Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey.
11.- Te lo pido por tu dicha cuando viste a María ser subida a los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y entronizada junto a vos como Madre, Señora y Reina de los ángeles y hombres.
12.- Te lo pido, ruego y espero confiadamente por tus trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por tus triunfos y gloria feliz bienaventuranza en el Cielo con tu Hijo Jesús y tu esposa Santa María.
¡Oh mi buen San José! Siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pedirte y suplicarte y esperar me obtengas de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante este tu altar e imagen y ante tu trono de bondad y poder en el Cielo: la espero, querido San José.
(Aquí, levantado el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo con amorosa instancia la gracia que se desea.)
Artículo originalmente publicado por Oleada Joven