Los primeros mil días de la vida de un niño son sumamente importantes y condicionan gran parte de su existencia. De hecho, así como una planta que crece bien si el terreno es bueno y fértil, así los primeros cuidados y atenciones del niño son el prototipo, la base para una vida suficientemente buena.
¿Cómo educar mejor al pequeño que crece? Hay consejos que cada padre, de un niño de edad entre el año y los tres años, debería saber.
Lo explica en Crescere è una straordinaria avventura (Crecer es una aventura extraordinaria) Ezio Aceti (Ediciones Città Nuova)
1 – Saberlo atender
La mamá es una figura clave. Normalmente, cuando el niño llora, ella interviene y dulcemente busca atenderlo, limpiarlo, alimentarlo, es decir, calmarlo en su llanto. Cuando en cambio el niño está tranquilo, lo mima, lo abraza, manifestando alegría y felicidad. En términos psíquicos significa que toda buena mamá cumple una operación fundamental para el crecimiento armónico, y toma el ansia del niño sobre sí y restituye la calma, la positividad, la tranquilidad. Esta experiencia es la base del amor y la confianza. El niño, gracias a estos cuidados, restituye confianza, al sentirse acogido y protegido, manifestando inconscientemente la alegría de vivir. Esta experiencia es el fundamento de todas las demás. Haberla experimentado de manera suficientemente estructurada será la fuente de vitalidad y de deseo de crecer.
2 – Los riesgos de la inseguridad
Al contrario, las mamás inseguras, tensas, con carencias afectivas profundas, estructuran una atención morbosa (síntoma de simbiosis excesiva) o un descuido patológico, determinando en el niño una imagen de sí devaluada y a veces depresiva.
3 – Ayudar a la “interiorización materna”
Es sorprendente observar cómo la base de la experiencia y del refuerzo materno están en continua actividad, en una explosión de conocimientos y atenciones sorprendentes. La percepción de los objetos, la atención de las cosas aumenta tanto que, hacia el séptimo y octavo mes, el niño llega a una etapa ulterior fundamental: la interiorización materna. Es un proceso psíquico por el cual el niño “lleva a la madre dentro de sí y la interioriza”.
El niño en este proceso debe ser apoyado y guiado, no ignorado. Un proceso que permitirá al niño no sólo adquirir mayor seguridad y dominio de sí, sino también desarrollar una capacidad de soportar momentos en que la madre esté ausente. Comenzará a enfrentar el mundo, primero gateando, buscando abrir los cajones de la cocina o meter los dedos en la toma de corriente pero, sucesivamente será capaz de explorar también sin la presencia constante de la mamá.
4 – Aprendizaje imitativo
Desde el séptimo y octavo mes, muchos niños, mediante el balbuceo, expresan la que será luego la conquista de la palabra como sonido-significado, relacionado con las personas y los objetos.
Los padres deben tener en cuenta que el lenguaje es, para los niños, realidad e intención, de hecho, aunque la frase no está aún estructurada (se necesitará algún tiempo), la comprensión comienza a refinarse, tanto que cuando el niño quiere agua, dice: “Aua”, no sólo para describir el objeto agua, sino también por su deseo de beber.
La descripción de los objetos con la simple palabra o el pequeño balbuceo volverá al niño capaz de gobernarlos, vivirlos. Fue el gran psicólogo ruso Lev Vygotskij (1896-1934), fallecido joven de tuberculosis, genial en sus descubrimientos, quien demostró que la cultura y el aprendizaje imitativo son básicos para la adquisición del lenguaje, dando fundamental importancia a los modelos como la madre y el padre, que estimulan el aprendizaje de los pequeños con sus gestos cotidianos.
5 – Rechazo aparente
La percepción corporal es una conquista fundamental para cada uno; el niño, de hecho, tras haber interiorizado a la madre y experimentado con su cuerpo el caminar y con su pensamiento el hablar, hacia los dieciocho meses se hace una pregunta: “¿Quién soy?”, y aunque esta pregunta es aún intuitiva, representa la base de la identidad propia, de una persona distinta de los demás y sobre todo de la madre. Esta pregunta y búsqueda de sí mismo es tan inmediata que empieza a aparecer de manera cada vez más explícita el “no”. Este “no” a menudo no representa un rechazo de lo que se le pide al niño, sino una necesidad de afirmarse a sí mismo distinguiéndose del adulto.
Si supieras cuánta paciencia tienen los niños con nosotros cuando pensamos o les atribuimos intenciones que no tienen…
El niño no quiere desobedecer, sino afirmar el deseo de expresarse a sí mismo, aunque aparentemente parece rechazar las reglas.
6 – Ejercitar la autoestima
Para ello es necesario que ejerciten constantemente con los niños lo que nos subraya el primer principio de la autoestima, es decir, “al reconocer los pensamientos del otro” nos daremos cuenta de que todos los niños a quienes hemos considerado como malos y desobedientes, en realidad necesitaban decirnos: “Mira aquí estoy y quiero hacerlo solo”.
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