domingo, 24 de abril de 2016

¿Pero padre, hizo bien el papa Francisco en traer de Lesbos tres familias musulmanas? Luego de la visita del Papa a los refugiados en Mòria, un sacerdote responde así a joven voluntario de su parroquia que estaba furibundo…




Muchos han criticado el gesto del papa Francisco de traerse, de regreso de su viaje a Lesbos, a tres familias musulmanas en el avión.
Algunos lo consideran una ofensa e incluso tachan de insensible el apoyo del Vaticano a estas familias, ante la tremenda situación de los cristianos iraquíes y sirios.
Hay que recordar que el Papa ya había dado asilo anteriormente a dos familias cristianas refugiadas, y que la Santa Sede está ayudando constantemente a los cristianos de Oriente Medio.
Sin embargo, el gesto profético del Papa está dirigido sobre todo a un Occidente insensible que se escuda en las diferencias de raza o religión para cerrar las fronteras.
Si el jefe de la Iglesia católica se trae a refugiados de otra religión, ¿qué excusa le queda ya a Occidente? Nuestras abuelas muy cristianamente decían: “¡Hacer el bien y no mirar a quién!”.
Es necesario abrir el corazón, entendiendo que los refugiados antes que números o fieles de una religión son personas, caras, nombres, historias.
Un joven voluntario muy comprometido en la Iglesia en recoger donaciones para los cristianos perseguidos en el mundo le preguntó –algo indignado– a padre Damián, su párroco: “¿Hizo bien el papa Francisco en regresar de su viaje a Lesbos con 12 refugiados en el avión, todos musulmanes? ¿Qué pasa con los cristianos perseguidos? ¿No tenían más derecho a ser ayudados?”.
El sacerdote le miró con cariño a los ojos y le contó la siguiente historia:
El diluvio golpeó un archipiélago, tierra de pescadores. Las familias de diversas confesiones esperaban en los techos una salvación fortuita. 
Las casas de paja y bambú no resistían en medio a la inclemencia de la calamidad. Un pescador no dudó en subir en su embarcación y desafiar la tormenta. Era consciente que no podía salvar a todos.
El hombre se encontró en la odisea con una familia que le llegaba el agua al cuello y preguntó al padre que luchaba con las olas para mantener a flote un niño de brazos: ‘¿Hermano, eres cristiano?’. 
Y volvió a alzar la voz ante el ímpetu rimbombante del mar: ‘¿Eres cristiano?’
A tan elevada pregunta, el papá preocupado no sabía como responder mientras el agua invadía su garganta y desfallecían sus fuerzas en la desesperación de salvar la criatura. Al final ambos desaparecieron tragados por la borrasca.
Al extremo observó una mujer que agarrada al borde del techo de la choza sin pensarlo dos veces saltó al agua viva, impacientada por la suerte de su pequeñín y de su esposo, para no emerger más.


El pescador dio la vuelta al bote y siguió con más ahínco su búsqueda de cristianos para salvar. Luego una onda anómala zambulló la barca y los remos le saltaron en la cabeza. 
El pescador comienza a ahogarse y una luz desde los cielos se abre y una voz de trueno le pregunta: ‘¿Eres cristiano?’
Aturdido por el golpe, el pescador grita con todas sus fuerzas: “Sí, soy cristiano, si soy cristiano, Señor soy cristiano”. Y la voz del cielo le retumba en la cabeza: ‘¿Por qué no salvaste a tus hermanos y dejaste que se ahogaran?’
Y a lo lejos una embarcación rompió las olas de la mar gruesa para librar del peligro inminente al hombre. Una mano callosa de obrero marino lo sacó casi del cabello hasta salvarlo de muerte cierta.
‘¡Eres un buen cristiano!, el Señor te ha mandado”, manifestó con alegría el pescador. El hombre de barba cerrada lo mira con sorpresa: ‘Yo no soy cristiano’. 
Y añadió: ‘Pero, estoy seguro que tu hubieras hecho lo mismo por mí’, le respondió. Y el pescador comenzó a llorar sin parar…“, concluyó el relato padre Damián.
El joven voluntario se quedó sin palabras. El sacerdote le dijo al envolverle en un abrazo: “Recuerda al Buen Samaritano”.

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