lunes, 29 de mayo de 2017

A ti que te vas a confirmar... la marca de Jesús


A un amigo que hiciera la confirmación yo le diría: ¿Te has parado a pensar todo lo que expresas con lo que llevas puesto? La ropa, por su estilo o por la marca, la sudadera del colegio o de la universidad, la camiseta de tu equipo o de la cuadrilla o incluso la cruz al cuello.
Esto es algo muy normal. En las ciudades, los edificios están llenos de escudos de armas, las órdenes religiosas blasonan sus templos y los ayuntamientos imprimen su insignia en cada nueva construcción. Parece que el ser humano necesita dejar bien claro quién es y para ello recurre a símbolos o escudos que le identifiquen por sus gustos, ideología, procedencia, poder o fe.
Ninguna edad se libra de esta necesidad, pero en la juventud se manifiesta con fuerza. Es un tiempo de búsqueda de uno mismo, de demostrarle al mundo quién soy y de qué soy capaz, de madurar las primeras decisiones importantes y, especialmente, de hacerse muchas preguntas. Y si alguna logras responder, seguramente se notará por lo que hagas o lo que digas. 
Si estás a las puertas de la confirmación, será porque te has hecho la pregunta por Dios y quieres responder afirmativamente. Y quizás, también quieras que se note. Pero ojo, en estos tiempos de tanta publicidad y culto a la imagen, corremos el riesgo de que la fe se convierta en una marca más. Algo para mostrar y nada más. Símbolos o palabrería que no anuncian más que a uno mismo. 
La confirmación es una marca muy distinta. 
La unción con aceite, signo casi invisible, simboliza tu elección y pertenencia a un cuerpo mucho mayor, la Iglesia. Es un signo irrepetible, se da una vez en la vida, y con él recibirás el don del Espíritu Santo que recibiste en el bautismo, como el mismo Jesús en el Jordán. Esta marca, por tanto, no es una marca de quita y pon. Te convierte en miembro y no en socio, en alguien único y no un producto de serie, en testigo y no en un maniquí. Compromete tu vida y no sólo tu apariencia.Con este sacramento expresas el deseo de que el Espíritu de Dios sea también el tuyo y de que tus pasos sigan, cada vez más cerca, los pasos de Jesús.

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