sábado, 23 de julio de 2016

¿La soltería es una vocación? ... o ¿estar soltero significa no estar comprometido?

¿Es la vida en soltería una vocación? Para responder a esta pregunta, primero tenemos que aclarar qué entendemos por “vida en soltería” y “vocación”.
Desde tiempos de los apóstoles, la Iglesia siempre ha valorado la libre elección del celibato o de no contraer matrimonio “para servicio del Reino de los Cielos” (Mateo 19:12).
Los primeros Padres de la Iglesia dejaron constancia de cómo tanto hombres como mujeres podían elegir sacrificar el gran don del matrimonio para centrarse en exclusiva en amar y servir al Señor.
Durante el transcurso de la historia de la Iglesia, dicha elección pasó a ser reconocida más oficialmente por el establecimiento de varias formas de vida consagrada, desde la antiquísima Orden de las Vírgenes hasta las últimas evoluciones de comunidades religiosas organizadas, pasando por el desarrollo de formas modernas de dedicación, como la pertenencia a institutos seculares.
Además, también es posible practicar una devoción completa al Señor a través de un compromiso exclusivamente privado, como ya hicieran tantos santos en la historia de la Iglesia.
Aun así, la mayoría de estudios contemporáneos sobre “la vida en soltería” no tratan formas reconocidas de vida consagrada (ni siquiera necesariamente formas informales de consagración de facto, como los votos privados), sino que suelen referirse a vidas laicas fuera del matrimonio que no participan de ningún compromiso deliberado.
En este caso la pregunta que cabe hacerse es: ¿puede considerarse una vocación legítima el simple hecho de permanecer soltero o soltera?
La palabra vocación significa “acción de llamar” y, en el contexto católico, una vocación es una llamada de Dios. Sin embargo, la palabra alberga otros matices y significados diferentes.
Tal vez el uso más frecuente del término “vocación” en nuestro contexto se produce en referencia a un llamamiento de Dios a hacer algo relativamente inusual, como entrar en el sacerdocio o en la vida consagrada.
También hay veces en que “vocación” puede significar una inspiración o una misión especial de Dios, como la fundación de una nueva comunidad religiosa.
En un sentido similar, un individuo podría experimentar una llamada especial y personal de Dios para vivir en soltería en pos de un propósito mayor, como una mayor libertad para involucrarse en actividades evangélicas u obras de misericordia.
Sin embargo, podríamos considerar este tipo de llamada personal especial para seguir soltero como algo bastante similar a la vida consagrada, tanto que dejaría de guardar relación con el concepto general que tenemos de la “vida en soltería” normalmente.
En algunos casos, también podríamos usar la palabra “vocación” para referirnos a una acción concreta que Dios pide de nosotros en nuestras circunstancias particulares.
Pudiera ser que, a causa de la situación vital específica de un individuo, permanecer soltero y sin compromiso sea un tipo de “vocación”, en tanto que supone una respuesta prudente a la voluntad de Dios.
Por ejemplo, una persona con unas responsabilidades familiares abrumadoras podría percibir con toda legitimidad que Dios le llama a permanecer soltero o soltera, al menos durante un tiempo.
Lo mismo podría decirse de los que luchan contra una enfermedad o contra una situación personal compleja.
Por otro lado, la palabra “vocación” a veces se usa como referencia abreviada al estado de vida de cada uno. “Estado de vida” es un término descriptivo que refiere a nuestra función y responsabilidades específicas dentro de la comunidad cristiana.
El estado de vida de un individuo puede describir su estatus marital, en términos de casado, soltero o viudo. También puede describir si uno es laico, ordenado o consagrado. Obviamente, “soltero laico” es claramente un estado de vida.
No obstante, a menudo la palabra “vocación” puede referirse al ingreso en un nuevo estado vital que implica un compromiso permanente y que, consecuentemente, exige adoptar todas las responsabilidades que se derivan del mismo.
Por ejemplo, una pareja casada realiza compromisos mutuos y es responsable del cuidado de los potenciales hijos que resulten de su unión; también, un sacerdote se compromete con su obispo y asume una serie de obligaciones derivadas de su ministerio.
En este sentido, sería difícil considerar una vocación la vida en soltería sin compromisos, puesto que sería una contradicción obvia el hecho de clasificar como una forma de compromiso el permanecer no comprometido.
Esto podría dar pie a otra pregunta: ¿deberíamos alentar a las personas a percibir una vocación en la vida en soltería sin compromiso de la misma forma que animamos a los jóvenes a distinguir una vocación en el sacerdocio o la vida consagrada o a estar abiertos a la vocación del matrimonio?
La respuesta parece ser un rotundo “no”, puesto que la Iglesia enseña que el auténtico florecer humano sólo puede surgir a través del amor abnegado y servicial.
Tal y como se declara en el documento Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, “el hombre (…) no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (GS24).
A la luz de esto, no tendría sentido guiar a los jóvenes hacia una vida de no compromiso deliberado.
Aun con todo lo dicho, a nivel pastoral es fundamental tener en mente que las personas solteras y sin compromiso no pueden ser consideradas nada menos que miembros de pleno derecho de la Iglesia.
En cualquier debate sobre la vocación, lo más importante es recordar que la principal vocación de todos los cristianos es el bautismo.
Incluso si la soltería sin compromiso en sí no es una vocación en el sentido normal de la palabra, los católicos solteros siguen estando llamados a la santidad y a la plenitud de la vida cristiana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario