jueves, 10 de agosto de 2017

“Quédate Señor conmigo” la oración del Padre Pío que transforma vidas. (Un bello Testimonio)

Suelo agradecer a Dios tan pronto me despierto, su Amor, la vida, la maravillosa oportunidad que se nos da de ir al Paraíso al final de nuestras vidas.
Saber que tengo un Padre, que es Dios, que me ama y me espera ilusionado, es el consuelo que me motiva a continuar.
Si lees mis escritos te darás cuenta que soy como tú y cualquiera. Estoy casado con Vida hace más de 30 años, tenemos 4 hijos. Lucho por sacar adelante mi familia. Y hago lo que me apasiona: escribo. Comparto mi búsqueda de Dios.
Me he acostumbrado a rezar esta hermosa oración del Padre Pío cada mañana porque noto mi debilidad, sé lo frágiles que somos ante las tentaciones, las dificultades… Veo cuánto me cuesta perseverar.  Y me doy cuenta que sin la oración estoy perdido.
“Quédate, Señor, conmigo, porque te necesito ver presente para no olvidarte, pues ya sabes con cuanta frecuencia te abandono.
Quédate, Señor, conmigo, porque soy muy débil y necesito de tus alientos y de tu fortaleza para no caer tantas veces.
Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi vida y sin Ti con frecuencia decaigo en el fervor…”


Vivimos rodeados de tentaciones.  
Basta salir de tu casa. Un conductor que te arroja el auto sin hacer su alto, una cajera que te responde de mala gana ante una simple pregunta, un letrero enorme anunciando productos de forma poco ética… Y es que somos de carne.  ¡Qué lucha!
Alguien me preguntaba qué hacer. La verdad, a menudo, no tengo las respuestas.
Conozco mi condición humana por eso corro al sagrario y me refugió allí, con Jesús. Sé que Él me dará las gracias que necesito para perseverar. Los consuelos que tanto anhelo. Y una amistad que no es de esta tierra, pura, verdadera, genuina.
Una vez te comenté las palabras de este sacerdote amigo quien me dijo:
“Dios primero elige, después da las gracias que esa persona va a necesitar”.

Me he percatado que tenía razón, era verdad. Soy el mejor ejemplo. Me percato cuánto nos ama Dios. Y cuánto le duelen nuestros pecados, porque nos alejan de Él.
Seamos menos carne y más espíritu.
Anhelar menos las cosas de este mundo y más las del cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario