¿Nunca has oído esa frase? Es de los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Pero la cita mucha gente dándole un sentido que no es el que tiene. No significa que nunca haya que cambiar las cosas, o que haya que resistir siempre las tormentas. Es, más bien, sobre cuándo y cómo tomar las decisiones
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