lunes, 31 de julio de 2017

El día en que se escucharon latir los campanarios

Alfombra en homenaje al Hermano Pedro, en Vilaflor, su pueblo natal, durante el último Corpus Christi. DA


Aquel 30 de julio de 2002 ha quedado grabado para siempre en la memoria de miles de creyentes canarios y de América Central. A las 16.42 minutos el papa Juan Pablo II, ante una multitud formada por un millón de personas congregadas en el Hipódromo del Sur, en Ciudad de Guatemala, pronunciaba, en castellano, la frase clave de la canonización: “Después de haber reflexionado largamente, invocado muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos del episcopado, declaramos y definimos Santo al beato Hermano Pedro de San José de Betancurt y lo inscribimos en el catálogo de los santos”.
En ese instante comenzaron a repicar las campanas de la iglesia de San Pedro Apóstol, en Vilaflor, su pueblo natal. De inmediato se fueron sumando otros campanarios de la Isla en una especie de sinfonía sincronizada que acabó por extenderse a todos los municipios. Un millar de personas que seguía la liturgia desde la cuevita de El Médano, punto de peregrinación donde el Hermano Pedro bajaba con su rebaño de cabras, prorrumpió en un aplauso interminable. En Guatemala, el país donde el Hermano Pedro desarrolló gran parte de su labor y en el que fundó la Orden Bethlemita, dedicada a la atención de los pobres que enfermaban, hubo, además de repique de campanas, cohetes, y la gente se echó a la calle para celebrarlo. Culminaba así un proceso de canonización que duró 350 años.

En su homilía Juan Pablo II, que dio muestras de agotamiento durante la ceremonia, por su avanzada edad, se refirió al religioso chasnero como un hombre de “profunda oración tanto en su tierra natal, Tenerife, como en todas las etapas posteriores de su vida”. Uno de los momentos más esperados de la misa se produjo cuando tomó la comunión (fue el primero en hacerlo de manos del sumo pontífice) el joven Adalberto González, de 22 años, cuya “sorprendente” curación, en 1985, sirvió como documento del milagro necesario para la canonización. Bertito superó con cinco años una grave enfermedad intestinal por el efecto atribuido a unos rezados realizados con una reliquia del Hermano Pedro.
La ceremonia de canonización, en Guatemala, estuvo presidida por un gran retrato del religioso de Vilaflor. M.P.P.
La ceremonia de canonización, en Guatemala, estuvo presidida por un gran retrato del religioso de Vilaflor. M.P.P.
La ceremonia, a la que asistieron siete jefes de Estado, y en la que participaron 700 sacerdotes procedentes, además de las Islas, de todos los países centroamericanos, duró dos horas y media y contó con una importante delegación de las Islas formada por 400 personas encabezadas por el presidente del Gobierno de Canarias, Román Rodríguez; el obispo de Tenerife, Felipe Fernández; el presidente del Cabildo, Ricardo Melchior, y el alcalde de Vilaflor, José Luis Fumero. Las banderas de España, Tenerife y de Canarias ondearon junto a las del Vaticano y Guatemala en la inmensa explanada presidida por un gran altar formado por 6.000 rosas blancas y 200 arreglos florales, entre las que había flores típicas canarias.
El Hermano Pedro nació en Vilaflor el 19 de marzo de 1626. Con 23 años abandonó Tenerife y dos años después llegó a Antigua de Guatemala. Allí se entregó en cuerpo y alma a los más desfavorecidos. Visitó hospitales, cárceles, casas de pobres, emigrantes sin trabajo… y fundó la Orden Bethlemita que hoy sigue ejerciendo su misión apostólica y caritativa en América, Italia, La India y España. Murió el 25 de abril de 1667, con 41 años. Fue beatificado en Roma, también por el papa Juan Pablo II, el 22 de junio de 1980, junto al misionero lagunero José de Anchieta, apóstol de Brasil, que se convertiría en el segundo santo canario el 3 de abril de 2014 en una ceremonia oficiada por el papa Francisco.
Los restos del Hermano Pedro reposan en la Iglesia de San Francisco, en la Antigua Guatemala, lugar al que acuden miles de fieles todos los años.

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