Hay parejas que irradian una paz y una armonía digna de admirar, uno los ve y piensa, ¡yo quiero eso! ¿Cómo lo hacen?
Todos queremos el matrimonio de los cuentos, donde el príncipe y la princesa fueron felices para siempre…. lo que no nos cuentan es qué pasó después de la luna de miel, cuando ella despertó en los brazos de su amado y le olió la boca a centavo egipcio y él vio sus lindos luceros llamados ojos con todo el rímel corrido y las pestañas pegadas, y a ella pálida y con los cabellos parados… Ninguno contaba con eso, ¿verdad?
Además, el diario convivir va generando roces, desavenencias. Y es lógico porque somos dos personas con historias y experiencias de vida únicas, y el acoplamiento requiere inteligencia y voluntad.
Hay matrimonios que pelean hasta porque la mosca pasa. ¡Qué cansado! Fatiga mucho vivir a la defensiva, listos para responder a la agresión.
¿Quizá hay un poco de aburrimiento por la rutina en la que ha caído la relación y el pelear les sube la adrenalina?Quizás lo que les falta es un poco de madurez emocional y también aprender algunas técnicas para comunicarse de una manera idónea, adecuada… Sea cual sea la razón, el vivir como perros y gatos no es sano, además de ser muy arriesgado.
Y también están esos otros matrimonios con los que es fascinante convivir. Pareciera que nunca discutieran y que todo en sus vidas fuera miel sobre hojuelas. Irradian una paz y una armonía digna de admirar. Se les nota una sinergia y una complicidad tal, que uno los ve y piensa, ¡yo quiero eso! ¿Cómo lo hacen?
Justo en esta pregunta está la respuesta… Es que SÍ hacen… Son parejas que han logrado ese grado de madurez porque han elegido “invertir” tiempo en educarse para ser mejores esposos: por ejemplo leen buenos libros, acuden a retiros matrimoniales,… están en constante crecimiento espiritual.
Lo primero que hay que entender y aceptar es que matrimonio feliz no es sinónimo de matrimonio sin problemas. Eso es un grave error. Sabemos que la perfección como tal en este mundo no existe. Lo que sí existe es el “matrimonio perfecto” y ese es justo el tuyo, en el que estás.
Esta es la maravillosa paradoja del matrimonio cristiano: es la unión de dos pecadores en busca de ser santos. ¡Qué tal! Así que si no te gusta algo de tu matrimonio perfectamente imperfecto, ¡trabájalo!
Te comparto algunos factores para que tomes en cuenta lo que hacen la mayoría de las parejas católicas que tienen matrimonios que les ayudan a acercarse a Dios. También te compartiré los factores de riesgo que pueden llevar al fracaso de tu matrimonio.
En los matrimonios enriquecedores:
- Saben que hay un plan de Dios para el matrimonio y en lo posible lo siguen. Un matrimonio donde Dios no sea el centro tiene fecha de caducidad y más rápido de lo que se imaginan… Pueden seguir juntos, pero no plenos.
- Ponen a Dios como centro de su vida y rezan en pareja y en familia.
- Tienen claro que su principal compromiso de vida es hacer santo a su cónyuge.
- Tienen claro que el amor no son sólo sentimientos sino principalmente voluntad y compromiso.
- Viven constantes actos de servicio.
- Se tratan con ternura y su prioridad es cuidarse el uno al otro.
- Los esposos cuentan con un proyecto de vida común y son fieles a él. El más importante, su familia.
- Se admiran mutuamente.
- Ven a los hijos como consecuencia de su amor y entrega mutua y no como un capricho.
- Ven la sexualidad como un don divino, y por ello siguen las enseñanzas de la Iglesia respecto a los métodos anticonceptivos. Valoran el regalo de sus cuerpos y su mutua donación.
- Se tienen aprecio y respeto mutuo.
- Hay comprensión mutua.
- Hay tolerancia de sus defectos.
- Son considerados el uno con el otro; nunca se insultan o humillan, sino que se tratan con respeto.
- Hay crecimiento espiritual y profesional continuo.
- Conocen y satisfacen sus mutuas necesidades emocionales.
En los matrimonios con riesgo de fracaso:
- No conocen que hay un plan de Dios para el matrimonio y, por lo tanto, no lo siguen.
- Dios no está en el centro ni de ellos ni de su familia.
- Compiten por su rol y por el poder en su relación.
- No tienen claro que amor y enamoramiento no es lo mismo.
- Creen que el amor es solo sentir, y como a veces no sienten, se les hace fácil terminar la relación.
- Toman decisiones y actúan impulsivamente, sin importar si lastiman al otro.
- Confunden libertad e independencia con libertinaje.
- Hay mucho egoísmo y poco altruismo.
- Desconocen las necesidades emocionales mutuas.
- Reducen la sexualidad a genitalidad y la ven como un derecho “a sentir” y no como un don de sí mismo para el otro.
- Desconocen la psicología femenina y masculina
- Dejan que sus emociones les dominen
Es más fácil que el matrimonio sea un camino hacia lo alto para la pareja cuando hay voluntad para amar y para hacer los cambios pertinentes. No te conviertas en una estadística más, ¡puedes y debes triunfar en tu matrimonio! Ese es tu gran proyecto de vida.
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