domingo, 14 de mayo de 2017

La Advertencia del Ángel en Fátima, ¿lo escucharemos?



Me encanta aquella bella canción del Peregrino que dice:
SOMOS LOS PEREGRINOS,
QUE VAMOS HACIA EL CIELO,
LA FE NOS ILUMINA:
NUESTRO DESTINO NO SE HALLA AQUÍ.
LA META ESTÁ EN LO ETERNO,
NUESTRA PATRIA ES EL CIELO...

Desde niño me ha dado ilusión pensar en el cielo, donde nos espera Dios. Cuando me siento desanimado pienso en ello y se renuevan en mí la esperanza de lograrlo. Sé que me debo esforzar más, vivir el Evangelio, esforzarme mucho más, tener caridad, ser Misericordioso, devolver bien por mal, perdonar, rezar, y conservar mi estado de gracia. La verdad, se me hace cada vez más difícil, sobre todo devolver bien por mal.
Un atleta de larga distancia  mira la meta y se lanza en pos  de ella.  Establece una estrategia y avanza con todas sus fuerzas sin mirar hacia atrás. En cierta forma, nosotros somos los atletas de Dios. Nos ha dado una meta y nos muestra el camino para llegar.
San Pablo habló de ello:
“Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita” (1 Co 9, 25).
Yo quiero esa corona, aunque cueste, aunque la sienta imposible, aunque cada día deba esforzarme más para tener contento a  Dios.
 ¿Cuesta? Demasiado.
¿Podemos lograrlo? Tenemos la posibilidad. Se nos ha dado la gracia, los sacramentos y nos han mostrado el camino que es Jesús.

Él ha enviado a su Madre en muchas ocasiones para recordarnos que nos espera con ilusión en el Paraíso. Fátima fue una de esas veces, cuando lo extraordinario ocurrió. Nos dejó un mensaje que marcaría a la humanidad.
Primero fue la aparición del ángel a los niños:
– ¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!
Luego fue la Virgen santísima.
–Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”.
A veces imagino que el ángel se nos aparece a nosotros, a ti y a mí y nos pregunta:
– ¿Qué estáis haciendo?
Nos ha tomado de sorpresa. ¿Qué estás haciendo en ese momento?  Tal vez trataríamos de disculparnos:
“Leo un libro, miro la novela, estoy en Facebook…”
El ángel seguramente te respondería igual que a aquellos pastorcillos en Fátima:
– ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!
¿Qué debemos hacer? El ángel en su tercera aparición lo dijo a los niños:
“Consolad a vuestro Dios”.
¿Lo harás?


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