Isabel Pavia | Getty Images
En el funeral de su padre, una mujer compartió la historia sobre el ritual de oración en casa de su familia. Todas las noches, cuando se sentaban a cenar, el padre hacía pausa, les pedía que bajaran la cabeza y, junto con él, agradecieran a Dios. A pesar de que la mayoría de las palabras cambiaban al igual que la comida frente a ellos, una frase quedó marcada: “Tú sabes nuestras necesidades, Señor, concédenos tu misericordia”. Como era niña, dice la mujer, ella entendía que las “necesidades” de las que hablaba su padre eran materiales. Ella pensaba que significaba ropa nueva, un viaje a Disney que, más joven, creía que era una necesidad.
Eso fue hasta que ella creció – con su propia familia – y entendió la profundidad de la oración. Las necesidades que su padre estaba reconociendo eran otras. Él le pedía a Dios seguridad, sabiduría, paciencia, amor, todas las cosas que un buen padre quiere ofrecer a sus hijos.
Como él estaba muriendo, las palabras de su oración vinieron a su mente de repente, y fue un consuelo en ese momento triste. Ellos recordaron que su padre necesitaba aliviar su dolor, y que Dios les daría paz y consuelo. Y ella se sintió muy agradecida que su padre les dijera las mismas palabras para aliviar su propio dolor orando en un momento de necesidad.
Su historia me recordó toda la belleza y fuerza contenidas en las oraciones, incluso en las más básicas. Y es un recordatorio que agradezco, porque a veces las oraciones que compartimos con nuestras familias pueden ser un hábito – las decimos y olvidamos el significado más profundo. Pero esas mismas palabras pueden sorprenderte con su fuerza algún día, pueden venir en tu auxilio cuando más lo necesitas.
Entonces, esas oraciones que aprendemos cuando somos niños, y nuestros hijos aprenden ahora, son un regalo de muchas maneras: da tiempo para profundizar las oraciones – incluso antes de que las entendamos completamente – y más tarde ayudar a formarnos y sanarnos.
Inspirada, pregunté a las personas de alrededor y oí que otros adultos tuvieron experiencias poderosas semejantes con sus oraciones de infancia. Lo que descubrí fue que la oración es una forma muy personal de consuelo y de apoyo – todo el mundo tiene su propia manera de apoyarse. Pero a través de sus historias, encontré este consejo: nunca es tarde para hacer de la oración una tradición familiar. Usa una de las oraciones favoritas de abajo para inspirar tu propia oración.
Recuerda los clásicos
Ellen Painter Dollar, madre de tres hijos, dice que ella se apoya en una simple frase de oración de Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Ellen recurre a esta oración porque “me hace entender rápidamente en el corazón quién soy y quién es Jesús. Cuando me siento desesperada por alguna razón – mi propio dolor (cansancio físico o emocional), dolor del mundo, culpa o vergüenza – la misericordia es muchas veces lo que más necesito”. Y, como madres, a menudo es lo que necesitamos mostrar.
Y Ellen no es la única que recurre a las oraciones para ayudarse. Contar con las frases más conocidas – las que provienen de varias generaciones, y a veces milenarias – puede ser una bendición, especialmente cuando rezar no es cómodo o natural para ti.
Michelle Van Loon, madre de tres y abuela de dos, creció diciendo el Shemá, en hebreo significa: “Escucha Israel, Adonai Noss Deus é Um. Bendito es el eterno y que sea bendito por siempre”. Esta oración, dice ella, es muchas veces la primera oración que un niño judío aprende. Aún hoy, Van Loon dice, esta oración recuerda que Dios está por encima de todo, y le da esperanza en tiempos de necesidad.
Reza lo que Jesús rezó
Se dice que las palabras de Jesús, “en tus manos encomiendo mi espíritu”, provenían de una oración judía que su madre, María, había rezado con él por las noches. Fueron esas palabras de consuelo – de su madre, a su Padre – que Jesús rezó.
Pero Jesús no sólo rezó las antiguas oraciones que su madre le enseñó, Él, está claro, también nos enseñó nuevas oraciones. Difícilmente te equivocarás usando las palabras del Padrenuestro o la Oración del Señor como parte del ritual diario de tu familia. Considera que sólo rezar las palabras de apertura, “Padrenuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre”, nos conecta con Dios (nuestro Padre), o que una frase como, “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”, nos da un recordatorio necesario para recibir la gracia y tener misericordia.
Gillian Marchenko dice que su familia reza el Padrenuestro antes de salir de casa por la mañana. Madre de cuatro niñas, dos con Síndrome de Down, ella dice. “yo vivo para el ‘danos hoy nuestro pan de cada día’”.
Repite tus favoritas
Nuestros padres, probablemente, no se propusieron “inventar una oración”, y, sin embargo, muchos de ellos, como los padres mencionados al inicio del artículo, hicieron exactamente eso. Entonces, escucha tus propias oraciones y pregúntate: ¿existe algo que naturalmente se repita en tu interior? Si es así, obsérvalo – y sigue repitiéndolo, pero en voz alta. Si tienes el hábito de incluir esas palabras siempre que reces con tu familia, ellos tendrán el poder de transmitirlo por generaciones.
Patricia Wharton, madre de dos hijos, dice que su familia rezaba antes de las comidas, y sólo ese pequeño acto ayudó a formarla, y ahora ella hace lo mismo con su propia familia.
Dale Hanson Bourke, madre de dos hijos, tiene el hábito de rezar mientras maneja. “No soy muy paciente”, dice Bourke, “así que rezo en los semáforos. Gracias Jesús por……. Hasta que la persona de atrás me toca el claxon”.
Canta tus oraciones
Muchos padres usan oraciones como canciones de cuna. “Extrañamente me conmueve la canción ‘Jesus Loves Me’”, dice Dollar. “Cuando mis hijos eran pequeños, era su canción de cuna favorita”.
Aunque sus hijos ya están muy grandes para arrullar, Dollar dice que uno de sus hijos aún le pide que le cante Jesus Loves Me.
Sigue adelante
Hace años, una antigua vecina me envió un mensaje por Facebook. Ella quería que yo supiera cuán importante mi familia fue para ella. Al inicio, yo no podía imaginar el porqué. Caminábamos juntas a la escuela por la mañana, pero ¿qué había hecho mi familia que era tan especial? Ella preguntó si yo me acordaba cómo mis padres rezaban por las mañanas: ella llegaba, rápidamente hacíamos una oración y salíamos para la escuela. ¿Será que me acuerdo? Pensé. Yo consideraba esas oraciones antes de la escuela como una de las humillaciones de mi juventud.
Mi vecina vio esas mañanas de modo muy diferente. Mientras yo me avergonzaba, ella se conmovía. La familia de ella se estaba desmoronando. Nadie prestaba atención cuando ella salía de casa. Ella aparecía más temprano sólo para garantizar que mis padres la incluyeran en la oración, y ella me dijo que eso cambió su vida.
Hoy, yo misma rezo con mis hijos de camino a la escuela, y entonces pienso que, a pesar de haberme avergonzado cuando era niña, esas oraciones cambiaron también mi vida.
Caryn Rivadeneira es autora de cinco libros y es columnista de Her.meneutics y ThinkChristian
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