jueves, 15 de febrero de 2018

¿Sabes quién le habla a Jesús de ti?




Esta mañana me he levantado temprano para escribirte. En ocasiones me da tanta alegría poder compartir contigo lo que estoy viviendo en esta búsqueda de Dios. Lo sé está llena de altibajos. A veces subo la cuesta y de pronto ¡Zas! ¡Allá va Claudio cuesta abajo!
He llegado a pensar que esta batalla espiritual se basa en la oración, la confianza en Dios, la humildad para aceptar su santa voluntad y la perseverancia en la fe.
Debemos perseverar porque Dios merece todo lo que hagamos por Él.
Cuando era niño mi mayor ilusión era llegar a ser un santo. No para ser señalado: “Mírenlo” sino para agradar a Dios y tenerlo contento. Quería ser un santo invisible, que sólo Dios lo supiera. Los años me han enseñado que no es tan fácil. Tenemos un enemigo grande que busca hundirnos en la desesperación y el pecado. Y hace lo que está a su alcance para que caigamos.
Busqué muchos caminos de santidad y terminaban en una calle sin salida. Entonces decidí buscar los mejores maestros en el tema, aquellos en los que podemos fiarnos porque fueron como nosotros, orgullosos, pecadores, y a base de su esfuerzo lograron ser santos.  Así empecé a leer sus biografías, y no quedé decepcionado. La santidad es el designio de Dios para nosotros: “Sean santos”.
Curiosamente todos los santos tuvieron algo en común:
“Un gran amor y devoción por nuestra Madre Santísima”.
Le confiaban a la Virgen sus pesares y acudían a ella en los momentos de angustia. La Virgen María nunca los abandonó.
Qué alegría tenerla por Madre.



“GRACIAS POR SER NUESTRA MADRE, la llena de gracia y por estar pendiente de nuestras necesidades terrenales”.
Mi mamá desde pequeño nos aconsejó acudir a ella en los momentos de dificultad, porque tenía el corazón de una madre y siempre acogería a sus hijos y porque es la Madre de nuestro Salvador.
Él no le negará lo que ella le pida para nuestra salvación eterna.
Acude a María. Ella te escuchará y le dirá a su Hijo: “¿Por qué no le ayudas Jesús?  Dale las gracias que necesita para salir adelante y no pecar más”.
Aquellos que te digan que hay un solo intercesor ante Dios respóndeles:
“Es verdad. Y a los oídos de ese gran intercesor le habla su Madre de nosotros”.

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