En este mundo de constante invitación al exceso, a la acumulación, a la novedad y la suma de experiencias, la invitación ignaciana "No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente", se convierte en una proclama alternativa, que aquí se define como la propuesta de una austeridad vital, tan necesaria hoy en día
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