domingo, 28 de mayo de 2017

“Rezad el Rosario todos los días…” La petición URGENTE de la Virgen en Fátima a la Humanidad



En estos días he recordado a mi abuelita en Costa Rica. La llamábamos “Mamita”. Era muy especial conmigo, como suelen ser las abuelitas con sus nietos. Me compraba deliciosos dulces, leche fresca embotellada y me llevaba a comer helados al Mercado de san José.
Todas las tardes, puntualmente, como a las tres se recostaba en su cama, sacaba un rosario y se quedaba rezando con una voz dulce y tenue:
“Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…”
Interrumpía a ratos para poner orden:
“Mijito pórtese bien”. (Eso era conmigo)
Y seguía rezando el santo Rosario, con profunda devoción. Ahora que estoy por cumplir 60 años y lo pienso, me doy cuenta que sólo yo la interrumpía; y comprendo el mensaje maravilloso que me estaba transmitiendo con su ejemplo.
La Virgen en sus apariciones de Fátima lo pidió insistentemente y quiso remarcar la importancia del rosario:
“Penitencia, oración, reconciliación”.
El mundo y las almas, están está necesitados de nuestra oración. Mira a tu alrededor: Siria, Venezuela…
Hay un detalle importante, por lo cual debemos rezar el Rosario. Lee estas palabras de la Virgen:
“Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.
También solicitó:
“Cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: ‘Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas’”.
Si lees cuidadosamente te percatas por qué del rezo diario del santo Rosario.
He tomado la costumbre de rezar el santo Rosario, donde me encuentre, sobre todo si estoy en la fila del banco, en un congestionamiento vehicular, esperando en una oficina pública, caminando en un parque con mi esposa Vida, o en mis visitas a Jesús en los sagrarios. 
Rezarlo me brinda momentos de Paz y serenidad.
Cuánto extraño esos momentos de la infancia, tan puros y sencillos y maravillosos con mi abuelita.
Sabes, me encanta piropear a la Virgen con jaculatorias. Es mi Madre, ¿cómo no hacerlo?
Deseo terminar este escrito con uno que me parece bellísimo, y es un gesto de amor de quien no ha sabido ser el mejor de sus hijos:
¡Oh Madre mía!, ¡Oh esperanza mía!

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