lunes, 27 de marzo de 2017

VÍA CRUCIS 4

Vía Crucis
Introducción:
Hermanos: nos hemos reunido para meditar sobre el Misterio de la muerte y Resurrección de Jesús. Lo haremos siguiendo los textos bíblicos que, por medio de los profetas y los evangelistas, nos presentan el drama de Cristo que es nuestro propio drama: morir para vivir.
Bien lo dice la Carta a los Hebreos:
“ Por tanto, también nosotros sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el cual en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia, y está sentado a la derecha del trono de Dios. Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo. No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pecado”
(Heb 12, 1-4)

Y San Pablo, a su vez, nos orienta diciendo:
“Por tanto yo os exhorto, por el estímulo de vivir en Cristo…, a que tengáis los mismos sentimientos que tuvo Cristo, el cual siendo Dios… se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,1.5.6.8)

Dispuestos así a vivir y hacer nuestros los sentimientos de Jesús en su pasión y muerte, recorreremos su mismo itinerario de dolor para ser también nosotros hoy los testigos de su salvación.
Primera estación:
Animador: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Monitor: Jesús es condenado a morir en la cruz.
“Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno prepararon su plan y, atándolo, lo condujeron a Pilato y se lo entregaron.
Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos?
Le contestó: Tú lo estás diciendo.
Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Jesús no contestaba nada, de suerte que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarles un preso. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los sediciosos que habían matado a uno en una revuelta. La gente empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron al pueblo para que les soltara a Barrabás. Pilato les preguntó: ¿Y qué hago con ese que llamáis rey de los judíos?
A eso gritaron ellos: ¡Crucifícale!
Entonces Pilato, queriendo dar satisfacción a la gente, les soltó a Barrabás, y a Jesús lo entregó para que lo azotaran y lo crucificaran” (Mc 15,1-15)

Animador:
¡Qué fácil es condenar a un hermano porque su presencia nos fastidia o nos mueve a la reflexión y al cambio!
Padres e hijos, gobernantes y gobernados, patronos y obreros, profesores y alumnos, sacerdotes y fieles… todos nos pasamos el día en la crítica agria, echando la culpa al más débil, condenando al que no comulga con nuestras ideas.
Tratemos ahora de juzgarnos con esa misma severidad a nosotros mismos y veamos en qué medida Cristo sigue condenado en nuestra sociedad.
(Momento silencio…)

Monitor: Oremos, hermanos, por los que hoy son condenados injustamente (Breve pausa).
Animador: Señor, que descienda tu justicia fundamentada en el amor, para que aprendamos a vivir en la concordia y en la paz, por Cristo nuestro Señor. Amén.
Segunda estación:
Animador: Te adoramos…
Monitor: Cargan a Jesús con la cruz, rumbo al calvario”.
“Los soldados se lo llevaron al interior del palacio y convocaron a toda la compañía; lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas y comenzaron a saludarlo diciendo: ¡Salud, rey de los judíos!.
Le golpeaban la cabeza con una caña y le escupían y, arrodillándose, le rendían homenaje. Terminada la burla, le quitaron la púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo” (Mc 15,16-20)

Animador: La violencia humana no conoce límites y de todo se vale para conseguir sus propósitos: calumnias, burlas, desprecio, humillaciones, cárcel, tortura y muerte.
Hoy miles de seres humanos soportan esta triste situación. Siempre hay una excusa para ello: intereses políticos, guerras de liberación, prejuicios raciales, conservar el orden, defender ciertos derechos, salvar la propia ideología…
Entretanto, podemos preguntarnos: ¿Cómo tratamos a la gente de color, qué pensamos de ellos? ¿Cómo tratamos al minusválido, al deficiente mental, a la gente de menor posición que nosotros, al contrario político…? ¿No es la burla y el desprecio una de nuestras armas preferidas? (Momento de silencio)…

Monitor: Oremos, hermanos, por todos aquellos que hoy son víctimas de la segregación y el desprecio. (Breve pausa)…
Animador: Señor, que nos pediste que fuéramos mansos y humildes de corazón, destierra de nuestra comunidad y de nuestro pueblo la violencia y el odio, para que todos los que vivimos aquí seamos tratados con iguales derechos. Te lo pedimos a Ti…
Tercera estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús cae bajo el peso de la cruz.
El salmo 6 expresa la situación del hombre afligido que confía en Dios.
“Piedad, Señor, que desfallezco; cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio, y tú, Señor, ¿hasta cuándo?.
Vuélvete, Señor, pon a salvo mi vida: que en el reino de la muerte nadie te invoca; y en el abismo ¿quién da gracias?
Estoy agotado de gemir, de llorar sobre el lecho, regando de noche con lágrimas mi cama. Mis ojos se consumen irritados, envejecen por tantas contradicciones. Apartaos de mí los malhechores, que el Señor ha escuchado mis lamentos. Él ha aceptado mi súplica, Él ha escuchado mi oración”.

Animador: Jesús, gime ante el dolor hasta llegar a decir. “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
No es fácil advertir con qué frecuencia nosotros vivimos esa misma situación. Dudas, dificultades, apuros económicos, angustias, disgustos.
O bien la soledad, el cansancio de vivir, el estar hartos de todo.
Cada uno tiene su cruz y conoce su nombre.
Jesús no le dijo NO a la vida de sacrificios. Siguió hasta el final.
¿Cuál es nuestra actitud ante las contrariedades y sufrimientos de la vida? ¿Desesperación? ¿Resignación pasiva? ¿Aislamiento? ¿Tenemos confianza en que Dios no abandona a los que confían en él?
(Momento de silencio)…

Monitor: Oremos, hermanos, por todos aquellos que están angustiados y gimen ante las contrariedades de la vida. (Breve pausa)…
Animador: Señor, que escuchas las súplicas de los que en ti confían, danos la fortaleza para caminar todos los días con nuestra cruz, como tu Hijo Jesús, que vive y reina…
Cuarta estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: María, la Madre, acompaña a Jesús en su dolor.
El evangelista san Juan nos muestra a María al pie de la cruz, como símbolo de la Iglesia, la esposa de Cristo, unida a su dolor redentor.
“Estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre y María Magdalena. Al ver a su madre y al discípulo amado, dijo Jesús: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Y luego al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”
(Jn 19,25-27)
Animador: María comparte la cruz de su hijo. Se cumplió de este modo lo que fuera anunciado: “Una espada traspasará tu corazón”.
Así quiere Jesús a la Iglesia, a su comunidad cristiana: capaz de redimir a los hombres con la efusión de su sangre, unida a los que sufren, denunciando las injusticias, compartiendo el dolor de los marginados.
Es el camino del servicio fraterno, al cual se opone la tentación del triunfalismo y de la vida aburguesada.
Meditemos en qué medida nosotros como comunidad cristiana, hacemos nuestros el dolor y la necesidad de nuestros hermanos. ¿Somos una iglesia pobre, desprendida, que todo lo comparte y que se sacrifica por los otros?
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, por toda la Iglesia para que, a imitación de María, sepa cumplir el dolor de todos los que sufren. (Breve pausa)…
Animador: Señor, que condujiste a María a la gloria de la Asunción por el camino del dolor y la entrega de sí misma, te pedimos que nosotros, tu pueblo elegido no desertemos jamás de la cruz como único medio de salvar a los hombres. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Quinta estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz
“Pasaba por allí de vuelta del campo un tal Simón de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, y lo forzaron a llevar la cruz” (Mc 15,21)
Animador: No fue en vano el sacrificio de Simón el Cireneo. El Evangelio recuerda el nombre de sus dos hijos que aceptaron la fe de Cristo.
Muchas veces, en la vida, las circunstancias nos obligan a hacer sacrificios que no estaban en nuestros cálculos. Lo exigen la familia, el pueblo, el país, la Iglesia, los pueblos que tienen hambre o sufren una catástrofe, los enfermos…
Sepamos reconocer en esas circunstancias la invitación de Dios a dar la vida a los que no la tienen. El dolor asumido con amor es siempre fuente de alegría para quien lo ofrece, y de vida y paz para quien lo recibe.
¿Somos capaces de ayudar a otros a llevar su cruz?
¿Lo hacemos con alegría?
(Momento de silencio)
Monitor: Oremos, hermanos, por todos aquellos que se sienten solos en su dolor y no encuentran a nadie que les tienda una mano (Pausa breve)…
Animador: Señor Jesucristo, que recompensaste a Simón el Cireneo otorgando a sus hijos el don de la fe, concédenos a nosotros la suficiente generosidad para ayudar a los que se sienten solos y desahuciados. Te lo pedimos a Ti que vives
Sexta estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Una mujer limpia el rostro de Jesús
La tradición legendaria, compadecida de Jesús, ve a una mujer que enjuga su rostro humillado. El salmo 69 describe así al justo en su hora de dolor:
“Dios mío, sálvame que me llega el agua al cuello; me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie. Estoy agotado de gritar, tengo ronca la garganta; se me nublan los ojos de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza son los que me odian sin razón.
Dios mío, que no se avergüencen los que te buscan. Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre.
Pero mi oración se dirige a ti en el momento propicio, respóndeme por tu gran lealtad, por tu fidelidad que salva…”
Animador: ¡Cuántas cosas podemos leer en el rostro de los hombres y mujeres que pasan a nuestro lado! Rostros cansados de trabajadores; rostros tristes de gente sola; rostros preocupados en los que no tienen trabajo; rostros acongojados en los que sufren un duelo; rostros avergonzados en los que pasan sus días en la cárcel; rostros envilecidos en los prostíbulos; rostros airados unos, humillados otros; aquí alguien llora, allí una desfigurado por la enfermedad.
¡Y quién pudiera ver el rostro interior…! ¡Rostros de mentira, de falsedad, de envidias, de odio, de pereza, de venganza…!
¿Y cuál es el rostro de la Iglesia?
¿Cómo es el de nuestra pequeña Parroquia? ¿Qué significa para nosotros el rostro de toda esa gente que pasa a nuestro lado buscando que alguien lo enjugue y devuelva la alegría y la paz que han perdido?
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, para que el rostro de los hombres refleje el rostro de Dios, a cuya imagen hemos sido creados. (Breve pausa)…
Animador: Señor, que has devuelto a nuestro rostro la belleza espiritual de las nuevas criaturas por el agua del Bautismo, te pedimos que siempre sepamos descubrir en el rostro de los que nos rodean el sello de tu imagen. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor…
Séptima estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús cae en tierra por segunda vez.
El salmo 22 que, según los evangelios, Jesús rezó en la cruz poco antes de su muerte, nos revela su profundo drama de dolor y abandono.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? No te alcanzan mis clamores ni el rugido de mis palabras. Dios mío, de día te grito y no respondes; de noche, y no me haces caso. Soy como un gusano, no un hombre; vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: “Acudió al Señor, que lo ponga a salvo, que lo libre si tanto lo quiere”.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre. Estoy como agua derramada, tengo los huesos descoyuntados; mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas; la lengua se me pega al paladar; me aprietas contra el polvo de la muerte. Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores, me taladran las manos y los pies, y puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes… pero Tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a auxiliarme… Porque el Señor es rey, él gobierna a los pueblos. Ante él se postrarán las cenizas de la tumba y a mí me darás la vida…”
Animador: El justo confía en el Señor, pues Dios es el Rey de la vida y vence a la muerte.
Las caídas y contrariedades de la vida diaria, la sombra de la muerte que nos acecha, una desgracia familiar… , todo ello pone a prueba nuestra esperanza cristiana. Jesús confió en el Padre… y por esa confianza abrió sus brazos a los clavos y su corazón a la lanza.
Hoy es difícil descubrir el sentido de la esperanza. En efecto, ¿cuál es su fundamento? ¿En qué esperamos los cristianos? ¿Es confiar sólo en un más allá de la muerte? ¿De qué manera hoy Dios manifiesta su salvación al hombre atribulado, ahogado entre máquinas y aparatos, temeroso de sus propios instrumentos bélicos?
Meditemos un instante acerca de qué implica para nosotros confiar en Dios en las horas de angustia.
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, por los que viven al borde la desesperación. (Breve pausa)…
Animador: Señor Jesús, que en tu hora suprema clamaste al Padre: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, y aceptaste, sin embargo, el cáliz del dolor que te ofrecía, concédenos la gracia de iluminar nuestros ojos con la luz de tu salvación. Tú que vives y reinas…
Octava estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús consuela a las mujeres
que lloran por él.
“Lo seguía un gran gentío del pueblo y muchas mujeres que se golpeaban el pecho y gritaban lamentándose por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Mujeres de Jerusalén no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque van a llegar días en que digan: “Dichosas las estériles…” Entonces pedirán a los montes: “Desplomaos sobre nosotras”; porque si con el leño verde se hace esto, con el seco, ¿qué se hará?”
(Lc 23,27b-31)
Animador: Jesús no debe movernos a compasión. Él murió libremente, sabiendo que era inocente. El verdadero mal que debe ser llorado es el pecado que nos esclaviza.
El hombre moderno, orgulloso de su ciencia, admirado por sus hazañas, satisfecho de su bienestar, es el verdadero digno de lástima, si no es capaz de dar trascendencia a su vida. Un hombre que ofrece sus sufrimientos por amor a los demás no merece lástima sino admiración. Ese hombre es un héroe, como en la antigüedad griega fue Sócrates y en la época moderna fue Martín Lutero King.
Las espantosas guerras de este siglo revalidan las palabras de Jesús a aquellas mujeres: No hay peor desgracia que la de un pueblo obcecado por el egoísmo y el odio.
Lloremos ahora en silencio por esta sociedad moderna que se envilece tras el dinero, el sexo y al ambición, provocando, por adorar a esos ídolos, tan tremendas catástrofes. Lloremos nuestro egoísmo, árbol seco que enciende el fuego de la corrupción.
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, por los hombres y los pueblos que sufren la opresión de la violencia. (Breve pausa)…
Animador: Señor, que consolaste a las mujeres que lloraban por ti y que lloraste por tu pueblo infiel a la llamada divina, haz que nosotros sepamos detectar nuestras verdaderas llagas sociales y las curemos como fruto de tu salvación. Tú que vives y reinas con el Padre…
Novena estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús cae en tierra por tercera vez bajo el peso de la cruz.
A los que nos resistimos a llevar la cruz, Jesús nos dice:
“El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y que me siga; porque si uno quiere salvar su vida, la perderá; en cambio el que pierda su vida por mí, ése la ganará… Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria…” (Lc 9,23-26)
Animador: Mientras Jesús cae bajo su peso, Pedro y los apóstoles se resisten a cargar con la cruz; prefieren el camino de la espada y de la gloria.
He aquí el gran pecado de la Iglesia; resistir al Cristo sufriente, Siervo de Dios, para fabricarse un Cristo del poder.
También éste es nuestro pecado: nos compadecemos hoy por Jesús dolorido, pero no asumimos sus sentimientos, desconfiamos de sus palabras, cambiamos su Evangelio por los slogans publicitarios…
Meditemos un instante para ver si nos avergonzamos del camino humilde y de la Iglesia pobre. ¿Cómo llevamos nuestra cruz? ¿Qué precio pagamos por una sociedad más justa y por una Iglesia más servicial?
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, por todos los cristianos, para que lleven su cruz con los mismos sentimientos de Cristo. (Breve pausa)…
Animador: Señor, que dijiste: “Quien no carga con su cruz y no se viene detrás de mí, no puede ser mi discípulo”, ruega al Padre para que nos dé fortaleza de Espíritu a fin de que no nos avergoncemos de ser tus discípulos. Tú que vives y reinas…
Décima estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús llega al calvario y es despojado de sus vestidos.
“Cuando crucificaron a Jesús, los soldados repartieron su ropa en cuatro lotes, uno para cada uno, dejando aparte la túnica. Era una túnica sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Los soldados se dijeron: Mejor que dividirla en pedazos la echaremos a suerte, a ver a quién le toca.
Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica”. Eso fue lo que hicieron los soldados” (Jn 19, 23-24)
Animador: El evangelista Juan ve en esa túnica inconsútil el símbolo de la Iglesia que debe permanecer unida.
¡Qué triste es, entonces, el espectáculo de una Iglesia dividida por los odios, el recelo, las discusiones teológicas, los egoísmos, las intransigencias…!
Hemos hecho trizas la unidad de la túnica de Cristo. Y, sin embargo, estamos llamados a ser los testigos y artífices de la unidad del género humano…
Meditemos sobre este escándalo. Hagamos propósitos para restaurar los vínculos, limar las aristas, entablar el diálogo, perdonar ofensas.
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, por toda la Iglesia, para que restaure su unidad. (Breve pausa)…
Animador: Recemos con las palabras de Cristo en su oración sacerdotal: “Padre Santo, protege tú mismo a los que me has confiado, para que sean uno como lo somos nosotros… Que todos, Padre, sean uno, como Tú, Padre, estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros para que el mundo crea que Tú me enviaste”. Amén.
Undécima estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús clavado en la cruz.
Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: Éste es Jesús, el rey de los judíos”. Crucificaron, entonces, con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
Los que pasaban lo insultaban y decían, meneando la cabeza: Si eres hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz.
Así también los sumos sacerdotes bromeaban diciendo: Ha salvado a otros y él no puede salvarse. ¡Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz y creeremos. ¡Había puesto en Dios su confianza! Si Él de verdad lo quiere, que lo libre ahora; ¿no decía que era hijo de Dios?” (Mt 27,37-43)
Animador: Por increíble paradoja y por esos misteriosos caminos de Dios, quienes injuriaban a Jesús no hacían más que expresar la fe de la Iglesia: Jesús es nuestro rey, el rey del amor y de la paz. Él demostró ser Hijo de Dios por su obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz.
Hermanos, adoremos a Cristo sentado en su trono de gracia, y acerquémonos a él con confianza para saludarlo como nuestro Señor.
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, para que el reinado de amor, paz y justicia, encuentre hombres de buena voluntad. (Breve pausa)…
Animador: Purifica, Señor, nuestra fe, para que al proclamarte nuestro Rey y Señor, comprendamos que, a imitación tuya, no estamos para ser servidos sino para servir. Tú que vives y reinas…
Duodécima estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús muere por nuestra salvación.
“Desde el mediodía hasta la media tarde, toda aquella tierra se cubrió de tinieblas. A media tarde Jesús gritó muy fuerte: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Inmediatamente uno de los soldados fue corriendo a coger una esponja; la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le dio de beber.
Entonces Jesús dio un fuerte grito y exhaló su espíritu” (Mt 27,45-50).
Animador: Hermanos, adoremos a Cristo, muerto como Buen Pastor para que nosotros recuperemos la vida. Reconozcamos nuestro pecado y unámonos a los que hoy mueren víctimas de la injusticia.
(Momento más largo de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, para que destierre del mundo el odio y la violencia. (Breve pausa)…
Animador: Señor Jesús, que proclamaste desde la montaña: “Felices los no violentos porque heredarán la tierra”, que quienes hoy contemplamos tu cuerpo exánime en la cruz, seamos los instrumentos de tu paz que reconcilia a los pueblos. Tú que vives y reinas…
Decimotercera estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús es bajado de la cruz y sepultado
“Al caer la tarde, llegó un hombre rico de Arimatea, de nombre José, que era también discípulo de Jesús. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo y Pilato mandó que se lo entregaran. José se llevó el cuerpo de Jesús y lo envolvió en una sábana limpia; después lo puso en un sepulcro nuevo excavado en la roca, rodó una losa grande a la entrada del sepulcro y se marchó. Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro” (Mt 27,57-61).
Animador: En la tumba quedó sepultado un pasado. De allí mismo surgiría el hombre nuevo. Así lo comprendió el apóstol Pablo que nos invita a enterrar para siempre al hombre viejo, el hombre del egoísmo y del pecado, con estas palabras: “Tened esto presente: el hombre que éramos antes fue crucificado con Cristo, para que se destruyese el individuo pecador y así no seamos más esclavos del pecado” (Rom 6,6).
¿Qué valor y sentido tiene haber recorrido las estaciones del “via crucis” si no abandonamos en esta tumba el cuerpo de nuestros vicios, el ropaje de nuestra hipocresía, el equipaje de nuestras riquezas?
Hagamos un momento de silencio interior para despojarnos de nuestro hombre viejo, cuya muerte comenzó el día de nuestro Bautismo.
(Momento de silencio)…
Monitor: Oremos, hermanos, y renovemos las promesas bautismales. (Breve pausa)…
Animador: Señor Jesús, que dijiste: “Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto”, envía tu Espíritu a nuestros corazones para que, destruyendo el cuerpo de pecado, nos haga renacer a la vida nueva. Tú que vives y reinas…
Decimocuarta estación
Animador: Te adoramos…
Monitor: Jesús resucita y vive para siempre con su comunidad 
“El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la losa, entraron y no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de aquello, cuando se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes; despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:
¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
No está aquí; ha resucitado.
Entonces ellas volvieron del sepulcro y anunciaron esto a los Once y a los demás…” (Lc 24,1-9).
Animador: No creáis que terminar el “via crucis” con la resurrección es una innovación. Al contrario, no hacerlo sería caer en el error de aquellas mujeres que buscaban entre los muertos al que está vivo…
¿Dónde está Cristo? Ciertamente que no en la tumba. Eso es lo pasado, lo antiguo. Cristo, hoy, vive en medio de la comunidad que se ama y practica su Evangelio. “Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
No miremos más la tumba; mirémonos a nosotros, pues aquí está Cristo. Mirémonos con amor, saludémonos con alegría, sirvámonos como hermanos, y corramos a la calle para anunciar la Buena Noticia de que el Señor está con nosotros.
El amor es el gran milagro que hace presente a Jesucristo en medio de quienes aún estamos recorriendo su “via crucis”.
Monitor: Oremos, hermanos, para que, renovados interiormente, seamos los testigos de la resurrección de Cristo. (Breve Pausa)…
Animador: Señor Dios, que nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos que, renovados por el Espíritu, vivamos nuestra fe como una presencia salvadora. Por Cristo nuestro Señor.

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