sábado, 4 de febrero de 2017

¿Te lo has preguntado? Por qué algunos reciben tanto de Dios y otros parece que no?

Desde pequeño he percibido la dulce presencia de Dios en mi vida. Le hiciera caso o no, Él siempre estuvo allí, a mi lado, conmigo. Es un padre extraordinario. Me consta. Sé que no he sido el mejor hijo y que, sí se puede decir de esta forma, le he causado muchos dolores de cabeza.
Él me ha enseñado a confiar y me ha mostrado sus caminos. Y no sólo a mí. A todos sus hijos.  Basta que abras la santa Biblia y te sumergirás en una aventura extraordinaria.
“Haz, Señor, que conozca tus caminos, muéstrame tus senderos. En tu verdad guía mis pasos, instrúyeme, tú que eres mi Dios y mi Salvador. Te estuve esperando todo el día, sé bueno conmigo y acuérdate de mí.” (Salmo 25, 4-5)
Por naturaleza tengo curiosidad por las cosas de Dios, trato de conocerlo para comprenderlo y amarlo. No me explico su gratuidad, su amor por nosotros a pesar de todo lo que hacemos.
Un día caminaba distraído pensando en estas cosas y de pronto vi a un hombre sentado en una esquina, pidiendo limosna a los transeúntes. Me acerqué a él, con este pensamiento: “El pobre es Cristo”. Le sonreí, conversé con él.De pronto pensé: “¿Por qué te da la impresión que a algunas personas Dios les da todos y a otras no? Si lo piensas todos somos sus hijos. ¿Existirá un motivo para esto?”
Pasé meses buscando una respuesta, leyendo libros, orando, reflexionando. Hablé con un sacerdote amigo sobre esta inquietud y sabiamente me sugirió: “Esta es  una respuesta que debes hallar por ti mismo”.
Un día estaba en Misa en el Santuario Nacional del Corazón de María. De pronto Dios respondió mis plegarias. Fue algo súbito inesperado.  Vi la respuesta frente a mí como un libro abierto. No puedes  imaginar mi alegría, ¡no me lo creía! Conduje lo más rápido que pude de vuelta a mi casa y me encerré en el cuarto. No dejaba de escribir una palabra tras otra.  Cuando me levanté  había terminado el libro. He perdido la cuenta de las ediciones que lleva en Panamá, Guatemala y otros países, o de los testimonios de los lectores que se han sentido tocados de alguna manera.
Como sabes, a todo el que me cuenta estas maravillas que Jesús ha hecho en su vida, le recomiendo ir y agradecer a Aquél que lo ha hecho todo, al buen Jesús en el sagrario. Y de paso le pido: “salúdalo de mi parte”.
Ayer recibí este Email:
“Le escribo desde Monterrey, México.  Y buscando otras cosas he dado con su blog en Aleteia, y me ha llamado mucho la atención su libro “El Gran Secreto”. Pero no lo he podido encontrar en librerías en mi país”.
Me dio una idea genial, compartir el “El Gran Secreto”. para todos los que deseen leerlo. Y aquí está,  en este enlace. Rezo para que te sirva. Reza por mí.
Qué bueno es Dios nuestro PADRE.

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