miércoles, 1 de febrero de 2017

¿Por qué voy al sagrario y Jesús no siempre me da lo que le pido?

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El domingo, al salir de misa, la conductora de un programa en FeTV, la Televisión Católica en Panamá, me invitó a participar. Acepté sin dudarlo.
Hace 15 años estaba en la residencia del Focolar viendo un  vídeo de Chiara Lubich su fundadora. Ella les hablaba a unos jóvenes artistas. Le dijo: “Nunca pierdan una oportunidad de hablar de Dios. En una fiesta, un programa de radio, en la universidad. Donde quiera que vayan hablen de Dios. Que Dios vuelva a estar de moda”.
Estas palabras me golpearon con fuerza el alma. Desde entonces, aunque me cuesta y mucho, no desaprovecho cada oportunidad que se presente para hablar de Dios.
Es un privilegio que se nos da a todos, a ti, a  mí.
Escribir es un oficio solitario. Estás tú y el computador y tus ideas que fluyen con facilidad.  En un estudio de Televisión todo es más complicado. Te sudan las manos, se te traban las palabras.  Por eso antes de ir siempre paso primero a un oratorio donde está Jesús Sacramentado en el sagrario y me quedo allí en silencio, preparándome para hablar de Él.
Suelo preguntarle: “¿Qué quieres que diga?” Casi siempre es lo mismo: “Diles que los amo”.
El programa fue muy ameno. Hablamos de los libros que escribo, de este blog en Aleteia, de mis visitas al sagrario, donde siempre encuentro la paz y la serenidad que necesito para vivir.  De pronto alguien llamó al estudio de FeTv e hizo esta interesante pregunta:
“Usted nos habla siempre del sagrario. ¿Por qué voy al sagrario y Jesús no siempre me da lo que le pido?”
Recordé enseguida aquella frase del Evangelio: “Pedid y se os dará” (Lc 11, 9) con la que empecé esta aventura que lleva más de 30 años.
“No lo sé”, reconocí. “Tal vez te da algo que necesitas más, que no es temporal y que ayudará a tu alma. Tal vez esta espera te hará crecer y fortalecerá tu fe”.
Le narré algunas de mis experiencias y añadí: “Trato de ir todos los días a verlo, porque es mi amigo. Así de sencillo. Muchas veces me quedo en silencio. No tenemos que hablar. Otras me siento a escribir acompañándolo y en ocasiones le pido favores, cosas que necesito o que alguien más necesita. Sé con certeza que Jesús es el mejor de los amigos y que le ilusiona verte llegar ante el sagrario”.
“¿Y responde?”
Mi experiencia es que Jesús siempre responde. De una manera u otra. Y te da las gracias que necesitas para seguir”.


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