Hoy en misa me puse a pensar en ello. ¿Por qué a veces caemos con tanta facilidad en las tentaciones?
En mi caso, comprendí que ocurre cuando descuido la oración. Y es natural que así sea, porque pierdes la presencia de Dios en tu vida, olvidas que Dios habita en ti, que el paso por esta vida es muy breve y que estás llamado a la santidad.
Por experiencia puedo decirte que cuando no rezo pierdo la paz con mucha facilidad, caigo en las tentaciones y me va mal, muy mal.
La oración te fortalece, te preserva la serenidad y te da paz.
“No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4, 6-7)
Tu estado de gracia es un tesoro que se te da y debes custodiar. Es como un tiquete a la eternidad. Sabiendo que Él habita en ti, no querrás ofenderlo. Es un misterio que me encanta y a menudo trato de comprenderlo.
Los afanes por los bienes materiales hacen que olvidemos a Dios y lo que Él espera de nosotros. Al no tener presencia de Dios descuidamos nuestra vida espiritual y se facilita el pecado.
Este descuido lo aprovecha el innombrable para sembrar en tu alma dudas,discordias, molestias y sugerirte: “No seas tonto. Haz esto o aquello. Total Dios no te va a ver y lo vas a disfrutar”.
Cuando mis hijos estaban pequeños, mi esposa Vida solía narrarles una historia popular sobre un padre que llevó al hijo a robar la cosecha en el campo de su vecino.
“Si viene alguien me avisas”, le advirtió. Y lo dejó vigilando.
Al poco tiempo el niño empieza a gritar: “Papá, papá… te están viendo”. El padre alarmado cruza la cerca y al no encontrar a nadie se disgusta con su hijo y regresa a robar.
El hijo se para sobre el tronco de un árbol y vuelve a gritar: ” Papá te están viendo”.
El padre regresa disgustado y regaña al hijo. “¿Por qué gritas si no hay nadie cerca?”
El niño con lágrimas en los ojos responde: “Papá, Dios nos ve”.
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