martes, 11 de octubre de 2016

Los chistes del Papa Juan XXIII Anécdotas de Angelo Roncalli, recordadas todavía en Roma cincuenta años después de su muerte

Los chistes del Papa Juan XXIII



El buen humor y los chistes son uno de los muchos elementos que acomunan al Papa Francisco con su predecesor Juan XXIII, de quien se recuerdan ahora los cincuenta años de su fallecimiento.
 
Y el Papa Jorge Bergoglio no esconde este trazo común de su personalidad, como lo demostró el 27 de marzo pasado, cuando en la Basílica de San Pedro, se cruzó con el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de ese templo, que acababa de celebrar la misa junto a personas que trabajan en el Vaticano.
 
El Papa Francisco recordó aquella ocasión en la que a su sucesor, el Papa Angelo Roncalli, le preguntaron: “¿Cuántas personas trabajan en el Vaticano?” y respondió: “Más o menos la mitad”.
 
Y el Papa Bergoglio preguntó a los presentes: “¿Ustedes son la mitad?”.
 
Las anécdotas y chistes que en Roma se recuerdan de Juan XXIII son numerosos. Una vez el “Papa Bueno” salió del Vaticano a solas para dirigirse al cercano hospital del Espíritu Santo y visitar con discreción a un amigo sacerdote enfermo.
 
Al llamar a la puerta, le abrió la hermana portera que corrió a llamar a la madre superiora. La religiosa llegó emocionadísima y le dijo: “Santo Padre, soy la madre superiora del Espíritu Santo”.
 
El Papa le respondió: “¡Qué carrera ha hecho usted, madre! Yo sólo soy el siervo de los siervos de Dios!”, en referencia al antiguo título con el que los papas firman los documentos oficiales.
 
Cuando era nuncio en Francia, en un recibimiento, le presentaron al rabino jefe de París, con el que monseñor Roncalli entabló una amable conversación.
 
Cuando los huéspedes pasaron al salón, el rabino invitó gentilmente al nuncio a precederle. Roncalli le respondió: “Por favor, el Antiguo Testamento antes…”.
 
Nada más ser elegido Papa el 28 de octubre de 1958, fue conducido a la “habitación del llanto”, junto a la Capilla Sixtina, para quitarse el hábito cardenalicio y ponerse la sotana blanca de papa.
 
Como de costumbre, se habían preparado tres sotanas con tres medidas (pequeña, mediana y grande) para el nuevo papa. Sin embargo, ninguna de las sotanas le entraba a Juan XXIII, quien exclamó: “Se ve que los sastres no querían que yo fuera Papa”.
 
Su libertad de espíritu se puede constatar con esta confidencia que compartió con sus colaboradores: “Con frecuencia me despierto por la noche y comienzo a pensar en una serie de graves problemas y decido que tengo que hablar de ellos con el Papa. Después, me despierto completamente y ¡me acuerdo de que yo soy el Papa!”.
 
Con frecuencia decía: “Todo el mundo puede ser Papa. La prueba es que yo lo soy”.
 
A Juan XXIII, como al Papa Francisco, le gustaba salir de los muros vaticanos para visitar enfermos, encarcelados, parroquias…. De hecho, fue el primer Papa del siglo XX que introdujo esta costumbre. Los romanos, con sentido del humor, le llamaban con cariño “(San) Juan extramuros”, y algunos, haciendo referencia a una conocida marca de whisky, “Johnnie Walker” (“Juan el caminante”).

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