domingo, 3 de abril de 2016

Octava de Pascua, domingo Quasimodo, semana “in albis”, ¿qué son? Entre el domingo de la resurrección de Cristo y el domingo siguiente, ¡cada día es día de Pascua!

Entre el domingo de la resurrección de Cristo y el domingo siguiente, ¡cada día es día de Pascua! Estos ocho días son llamados tradicionalmente “Octava de Pascua”.
Este periodo se vive en la Iglesia como un tiempo propicio para meditar y entrar más intensamente en el poder y la alegría de la resurrección del Señor.
Pero ¿cómo explicar la institución de esta octava de Pascua, puesto que el tiempo pascual era originariamente una solemnidad ininterrumpida que abarcaba todo el misterio redentor y representándole en su conjunto, sin distinguir sus etapas sucesivas?
¿Qué ha sucedido para que en esta solemnidad pascual de una duración de cincuenta días, se haya venido a insertar una octava que prolonga una semana la celebración de la resurrección del Salvador?
La respuesta es muy sencilla. La octava de Pascua no fue universalmente admitida, en occidente como en oriente, sino a finales del siglo IV, es decir, en una época en que la significación primitiva de la “cincuentena” pascual había sido ya modificada sensiblemente. 
No era ya tanto la representación y el símbolo del único misterio divino y eterno de la redención, como “la conmemoración histórica, réplica fiel de los acontecimientos de la redención en su orden cronológico: muerte, resurrección, ascensión, misión del Espíritu Santo.
Entonces se comprende que el ciclo antiguo de siete semanas se haya podido desdoblar en un nuevo ciclo de ocho días, definido tan sólo por el día de Pascua, por la resurrección, por uno de los actos redentores, y que el nuevo ciclo haya recibido sorprendentemente un carácter festivo y bautismal”.
Por otra parte, la Iglesia tenía sumo interés en prolongar durante una semana entera la solemnidad del día de Pascua, única fiesta bautismal del año, para permitir a los neófitos saborear, en su original frescura, la alegría de su bautismo y dar gracias a Dios por el insigne beneficio que acababan de recibir.
Prolongar una semana la fiesta de Pascua era además seguir el ejemplo de los judíos, para quienes la solemnidad pascual duraba por lo menos siete días 16.
Nuestra fiesta de Pascua está actualmente dotada de una verdadera octava que termina con el domingo Quasimodo. 
Sin embargo, tenemos fuertes razones para creer que, desde el principio, la celebración de la fiesta no se prolongaba más de siete días, los dies baptismales, y que se terminaba no como hoy, en el domingo Quasimodo, sino el sábado precedente, el sábado in albis, cuya importancia litúrgica era superior a la del octavo día, como se advierte aún por diversas peculiaridades.
La liturgia de la semana de Pascua no interesaba solamente a los neófitos que acababan de recibir el bautismo durante la noche pascual.
Brindaba además, preferentemente, a todos los que habían tenido la dicha de nacer a la vida de Cristo resucitado, la ocasión de renovarse en la gracia de su bautismo y de expresar a Dios su agradecimiento cada vez más profundo.
Además, los cristianos habían tenido mayor facilidad para unirse a los neófitos y tomar parte en las asambleas litúrgicas, durante la semana de Pascua, puesto que se habían suspendido los negocios seculares, cerrado los tribunales y prohibido los intercambios comerciales.
Se ha dicho que “para todos los fieles, la semana in albis mantiene el recuerdo de la noche luminosa de Pascua, el santo orgullo de haber sido bautizados, la frescura de la infancia espiritual”.
Siendo el lunes de Pascua la única feria privilegiada de la octava, la Iglesia no puede, como antiguamente, pedir a todos los bautizados, antiguos o recientes, participar en la misa estacional que, en principio, debería celebrarse solemnemente cada uno de los días de la semana pascual.
No obstante, no sería pedir demasiado a los cristianos que asistieran, en lo posible, todos los días de la octava, y con verdadero espíritu de acción de gracias, al sacrificio eucarístico.
En la Iglesia romana, el domingo de Pascua y los días siguientes, la celebración de las vísperas pascuales exigía una procesión al baptisterio y al oratorio de la cruz donde había tenido lugar la confirmación.


Con información de Mercaba

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