martes, 5 de marzo de 2019

6º Domingo de san José: Inspírate en su manera de trabajar


Los siete domingos de San José, antigua tradición de la Iglesia

Este domingo nos situamos en la vida normal de José de Nazaret, tras los duros recorridos hacia Belén (empadronamiento y nacimiento de Jesús), Jerusalén, Egipto y de nuevo a Nazaret.
Desde Belén a Egipto hay unos 400 kilómetros, pero a la vuelta hacia Nazaret hay unos 600. La vuelta fue un camino larguísimo y polvoriento que José y María recorrieron con ilusión porque volvían a su tierra de Nazaret.
Jesús ya tenía unos años y andaba con soltura siguiendo a sus padres. La Sagrada Familia se instala en Nazaret, al ser avisado José en sueños de su vuelta a Israel y de que no convenía ir a Belén otra vez, porque tenía que proteger a Jesús (Mt, 2, 19-23) del hijo de Herodes. Vivieron en una casa sencilla y pequeña, que albergaba la vivienda de los tres y además el taller donde trabajaba José.
¿Cómo trabajaba José? Consciente de la misión que el Señor le confió en sueños a través de los ángeles, José se esforzó en hacer un trabajo bien hecho, con perfección humana.
No solo porque así agradaba a Dios, sino porque al tener que cuidar a la Virgen María y del Niño necesitaba ofrecer a Dios y a sus vecinos un buen trabajo para alcanzar una reputación y sacar adelante a su familia.
Pero José necesitaba trabajar duro y bien también para enseñar a Jesús el trabajo manual que realizaba. Cobraba lo que era justo y a las familias más pobres les pediría poco.
Dice san Josemaría Escrivá que “el que desea ser justo a los ojos de Dios se esfuerza también en hacer que la justicia se realice entre los hombres” (Es Cristo que pasa, n. 52). Y san Juan afirma que “quien dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso” (1 Jn, 4, 20).
Luego, el trabajo tiene una dimensión personal, familiar y social, además de un valor en sí mismo si está bien hecho. Jesús, con su trabajo, lo dignificó y lo santificó.
¿Qué trabajo hacía José? La tradición dice que era un “artesano” (“faber”). Hacía labores de carpintero, de herrero, de albañil probablemente cuando debía reparar algo en una casa como una conducción de agua o un techo. Al empezar el trabajo seguramente rezaría una salmodia y levantaría los ojos al cielo, pidiendo la ayuda de Dios. Y lo mismo cuando terminaba.
No le faltaron contratiempos: problemas con las herramientas, la exigencia de un vecino para que acabara cuanto antes el trabajo, las normales incomprensiones y críticas,… José no tuvo una vida de rosas como hemos visto.
La mayor pena que tuvo José en este tiempo, al igual que su esposa María, fue cuando por Pascua, como era su costumbre, visitaron Jerusalén, y a la vuelta no encontraban a Jesús entre las caravanas (Cfr Lc, 2, 41-45). Jesús tenía 12 años. María y José angustiados buscaron al Niño Jesús, que encontraron a los tres días en el Templo discutiendo con los doctores de la Ley.
Qué terribles fueron estos tres días para María y José ¡habían perdido al Niño! José debía custodiarlo y había inesperadamente fallado en este cometido. Se sentían culpables.
Cuando hallaron a Jesús tuvieron una gran alegría. Sin embargo Jesús les reprochó su angustia porque debían saber que Él tenía que ocuparse de las “cosas de mi Padre”, pero ellos “no lo entendieron” (Lc, 2, 41-50). A pesar de eso, Jesús obedeció a sus padres (“les estuvo sujeto”) y se fueron de nuevo a Nazaret. Estuvo 20 años trabajando y ayudando a su familia, al lado de María su madre y José, su padre según la Ley (Lc, 2, 51-52).
Es la vida callada y de trabajo que llevó el Hijo de Dios estos años, haciendo una vida normal como la nuestra, cumpliendo los deberes ordinarios de cada día: era perfecto Dios y perfecto Hombre. José le enseñó todo lo que sabía ¡Con qué finura trataría José a Jesús enseñándole el oficio! Mientras tanto el Hijo del Hombre “crecía en edad y sabiduría” (Lc, 2, 52). Pedimos a Jesús, José y María que no permitan que los olvidemos en nuestro quehacer diario.

Después de hacer la señal de la Cruz rezamos la oración a san José del papa León XIII:
Oración a San José
A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.
Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.
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Después pedimos las gracias para este domingo confiadamente, porque el santo patriarca es muy generoso. Finalmente rezamos un Padrenuestro por las intenciones del Papa. Y terminamos: San José ruega por nosotros; ruega por mí.


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