Mons. Oscar A. Romero, el Arzobispo de San Salvador asesinado en 1980 mientras celebraba una Misa, será canonizado el próximo 14 de octubre por el Papa Francisco junto a otros seis beatos, entre los cuales destaca el Papa Pablo VI.
Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, en el este de El Salvador, el 15 de agosto de 1917, día de la Asunción de la Virgen María.
Creció en el seno de una familia humilde. Desde pequeño era conocido por su amor a las cosas sencillas y las comunicaciones.
En una ocasión, cuando era todavía un niño, asistió a una ordenación sacerdotal que le dejó impactado, y generó en él un deseo profundo de convertirse en sacerdote.
Ese deseo se haría realidad años más tarde, tras estudiar entre 1931 y 1937 en el Seminario Menor de San Miguel de los padres Claretianos y en el Seminario San José de la Montaña con los jesuitas.
En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fue enviado a Roma para completar su formación en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 y en agosto de 1943 regresó a El Salvador, donde lo nombraron párroco en Anamorós, en el este del país.
La Oficina de Canonización del Arzobispado de San Salvador afirma que Oscar Arnulfo fue un sacerdote caritativo y entregado, que no aceptaba obsequios que no necesitara.
Fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y luego en el Secretariado Episcopal de América Central. El 25 de abril de 1970 fue nombrado Obispo Auxiliar de San Salvador.
En esta sede empezó a acercarse a la difícil situación política del país, donde gobernaba el Ejército.
Mons. Óscar Arnulfo Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador por el Papa Pablo VI el 8 de febrero de 1977. Desde ese momento inició su defensa de los derechos humanos en medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el gobierno de extrema derecha.
La persecución, que incluían expulsiones y asesinatos contra sacerdotes y laicos, le llevó a enfrentarse abiertamente con la dictadura, a la que responsabilizó de las muertes. Con sus acciones obtuvo un importante prestigio a nivel internacional.
En sus homilías en la catedral y en sus frecuentes visitas a las poblaciones, Mons. Romero no se cansó de denunciar y condenar repetidamente los violentos ataques contra la Iglesia y los salvadoreños.
Esto hizo que fuera blanco de una agobiante campaña en su contra por parte de los sectores poderosos del país, del gobierno y de las organizaciones político-militares de izquierda. En los diarios recibió calumnias, insultos y amenazas de todo tipo. Varios de sus amigos sacerdotes fueron asesinados durante ese tiempo.
Incluso obispos y sacerdotes buscaron manchar su nombre, calumniándolo ante las autoridades de Roma. A pesar de ello, Mons. Romero recibió el apoyo del Papa Pablo VI.
Posteriormente también el Papa Juan Pablo II respaldó su posición y le animó a continuar por la senda de la justicia y la pacificación de El Salvador.
Sin embargo, el 24 de marzo de 1980 fue asesinado por un francotirador frente al altar donde celebraba Misa.
El 3 de febrero de 2015 el Papa Francisco reconoció su martirio y fue beatificado el 25 de mayo de ese mismo año por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en San Salvador.
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