sábado, 17 de diciembre de 2016

La madurez afectiva y el “equilibrio mental y del corazón”, reafirmados en la formación de los sacerdotes Acaba de salir un documento sobre la formación sacerdotal aprobado por el papa Francisco

Desde la década de 1970, con la publicación de la primera Ratio fundamentalis, y después de un ajuste en 1985, en relación a la formación de los sacerdotes, el contexto histórico, social, cultural y eclesial de todo el mundo ha cambiado mucho, dando lugar a nuevas necesidades espirituales en el pueblo de Dios, así como a una visión del sacerdocio que, frente al desafío de la nueva evangelización, precisa de la elaboración de un nuevo documento sobre la formación de futuros sacerdotes. En estos términos ha explicado la Congregación para el Clero la publicación, el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, del documento sobre El Don de la vocación presbiteral, aprobado por el papa el pasado 13 de octubre, según informa la agencia I-Media.
La formación de los sacerdotes necesita “ser promovida, renovada y colocada en el centro”, afirma el cardenal Beniaminio Stella, prefecto de la Congregación, en una entrevista para L’Osservatore Romano.
El alto responsable de la Santa Sede confía en que este documento sea un instrumento eficaz para la “formación integral” del sacerdote, es decir, una formación capaz de unir “de manera equilibrada” las dimensiones “humana, espiritual, intelectual y pastoral” de un sacerdote, según ha precisado, en una época marcada por las rápidas transformaciones humanas y sociológicas.
El prefecto insistió en que la atención que se da a los sacerdotes y a su formación es un “aspecto fundamental en la acción eclesial” del pontificado de Francisco.
Formación humana
Entre las novedades de esta nueva guía, se puede señalar el fuerte acento que se pone sobre la dimensión humana del sacerdote: “no se puede ser sacerdote sin tener una mente y un corazón equilibrados, además de una madurez afectiva,”, comenta el cardenal Stella, “toda laguna o problemática no resuelta en este ámbito corre el riesgo de ser gravemente perjudicial para la persona y para el Pueblo de Dios”.
En este contexto, los obispos y los formadores tienen una gran responsabilidad y son llamados a ejercer una “inteligente vigilancia” sobre la identidad de los candidatos, sin prisa ni superficialidad, sin “automatismos”.
El documento reafirma especialmente que la Iglesia no puede admitir al sacerdocio a personas que presenten “tendencias homosexualesprofundamente arraigadas”.
Con la perspectiva de esta formación humana, la Ratio insiste en la necesidad de un periodo de verificación –la propedéutica– antes incluso de entrar en el seminario. Entonces, la formación del seminario en sí se reorganizará en tres etapas: la “discipular o de los estudios filosóficos”, la “configuradora o de los estudios teológicos”, y la “pastoral o de síntesis vocacional”.
El objetivo, continúa el cardenal Stella, es “tener sacerdotes de trato amable, auténticos, leales, interiormente libres, afectivamente estables, capaces de entretejer relaciones interpersonales pacificadas y de vivir los consejos evangélicos sin rigidez, ni hipocresía, ni escapatorias”.
Vida interior
El sacerdote, según explica el prefecto de la Congregación para el Clero, ha de ser carente de “rigidez”, “no es el hombre del ‘hacer’, un líder, un gestor de lo religioso o un funcionario de lo sagrado”, sino “un discípulo enamorado del Señor, cuya vida y ministerio se fundan en la íntima relación con Dios y en la configuración con Cristo Buen Pastor”.
También es necesario para ellos cultivar la vida espiritual “con disciplina” y dedicando tiempo a ello, especialmente a través de la dirección espiritual: la suya propia y la de sus fieles. En este ámbito, la Ratio, se reafirma como ya diría el papa Francisco, en la necesidad de formar sacerdotes “prudentes en el discernimiento”.


La madurez afectiva y el “equilibrio mental y del corazón”, reafirmados en la formación de los sacerdotes

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