Si Platón es el autor de una de las lecciones mejor conocidas sobre el amor (basta leer, entre sus diálogos, el Fedro o el Banquete), Aristóteles es sin duda uno de los autores clásicos que más y mejor ha reflexionado a propósito de la naturaleza de la amistad. En su Ética Nicomaquea, quizá la mejor conocida de sus obras sobre el tema, el filósofo señala que hay básicamente tres cualidades generalmente amables –es decir, que se pueden amar- que sirven como motivos para la amistad: la utilidad, el placer y el bien. Pero eso no quiere decir que las amistades que surjan por cualquiera de estos tres motivos sean necesariamente amistades “reales”.
Para que una amistad pueda considerarse auténtica, según Aristóteles, debe tener los siguientes atributos: “para ser amigos, los hombres deben (1) sentir buena voluntad el uno por el otro, es decir, desear el bien de cada uno, (2) ser conscientes de la buena voluntad del otro, y (3) la causa de su buena voluntad debe ser una de las cualidades amables mencionadas anteriormente”.
Es decir, que el deseo de buena voluntad debe ser mutuo y conocido: Aristóteles afirma que un hombre no puede ser amigo de un objeto inanimado, porque sería “ridículo desearle bien a una botella de vino”, porque un objeto no puede hacer lo mismo por nosotros: no es una buena voluntad mutua. Así, se entiende que si una persona le desea bien a otra, pero ese deseo no es recíproco, no podemos hablar de que entre esas dos personas exista realmente una amistad. Por eso, Aristóteles define la la amistad como “una buena voluntad mutua conocida entre las personas por una de las cualidades amables: es decir, por utilidad, el placer o el bien”.
1.- Amistades por utilidad
Aristóteles enseña que “los amigos cuyo afecto se basa en la utilidad no se quieren por sí mismos, sino sólo en la medida en que un beneficio se devenga entre ellos”. Esto quiere decir que en una amistad de utilidad “las personas aman a su amigo por su propio bien, y no por el de la otra persona”. Es decir, que se quiere al amigo no por sí mismo sino por los beneficios inmediatos que nos puede aportar. Esto no es necesariamente nocivo, según Aristóteles, pero sí afirma que estas amistades no son permanentes, porque si el beneficio de la utilidad termina, también termina la amistad. Es el clásico caso de, por ejemplo, socios comerciales o compañeros de clase.
2.- Amistades por placer
Aristóteles observa que algo similar ocurre en este tipo de amistad y en la anterior. Este tipo de amistad se da entre personas que aman a su amigo no por el bien del amigo, sino por el placer que pueden recibir de esa persona. Como con la utilidad, las amistades del placer son relativamente frágiles, porque pueden cambiar o terminar tan rápidamente como el placer recibido.
Aristóteles afirma que este suele ser el tipo de amistad más común en la juventud. “Los jóvenes”, dice el filósofo, “guían sus vidas por la emoción, y en su mayor parte persiguen lo que les resulta agradable a sí mismos, pero las cosas que les gustan cambian a medida que cambia su edad; de ahí que formen amistades y las abandonen rápidamente, ya que sus afectos cambian con lo que les da placer, y los gustos de la juventud cambian rápidamente”. Generalmente, según Aristóteles, una amistad basada en placer es la que se da entre amigos que comparten los mismos pasatiempos: compañeros del equipo deportivo o de la banda, por ejemplo.
3.- Amistades por el bien
Aristóteles escribe que “la forma perfecta de amistad es la que existe entre los buenos y aquellos que se parecen en virtud, pues estos amigos desean a cada uno el bien del otro con respecto a su bondad, y son buenos en sí mismos; los que desean el bien de sus amigos por el bien de sus amigos son los que pueden llamarse amigos en el sentido más completo, ya que se aman el uno al otro por sí mismos, y no por casualidad”.
Sigue el filósofo afirmando que “esta amistad es por naturaleza permanente, ya que combina en sí todos los atributos que los amigos deben poseer”. Con esto, Aristóteles quiere decir que una persona que es buena es también agradable, y su compañía es placentera y útil. Así, la amistad por el bien contiene en sí misma los mismos placeres que las otras dos amistades, pero en grado superior, haciendo de esta amistad una amistad más plena y mejor.
Sin embargo, Aristóteles es tristemente realista: “tales amistades son por supuesto raras, porque las personas realmente virtuosas son pocas. Por otra parte, estas relaciones requieren tiempo e intimidad. Las personas que entran en relaciones amistosas rápidamente tienen el deseo de ser amigos, pero no pueden ser realmente amigos sin ser dignos de tener una verdadera amistad, y es preciso también conocerse mutuamente para que esto sea así. Si bien el deseo de ser amigos puede darse rápidamente, la verdadera amistad requiere tiempo”.
Si quieres leer una buena traducción de la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, puedes descargarla en este enlace.
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