domingo, 18 de septiembre de 2016

LOS DIOCESANOS DE TENERIFE COMIENZAN EL CURSO PASTORAL 'INVOLUCRADOS' EN LA MISIÓN

Un gran número de diocesanos que peregrinan en la isla de Tenerife, desbordando las previsiones, quiso participar este domingo 18 de septiembre, en el Encuentro para todo el Pueblo de Dios de comienzo de curso pastoral. La cita tuvo lugar  en La Laguna.
Sin duda, se trató de una intensa jornada que sirvió para despertar el ánimo en esta nueva andadura en la que todos estamos llamados a involucrarnos y a involucrar a otros en el seguimiento de Jesucristo y en la misión de la Iglesia. 
El encuentro comenzó en la parroquia de La Concepción. En este templo, los participantes pudieron compartir un momento de oración y alabanza a Cristo con un espíritu de gran alegría. Así se palpaba dentro de la iglesia con las banderas que llevaban el rostro de Cristo ondeando en todo momento.
Tras el saludo del Obispo y un momento dedicado a la reflexión sobre el discipulado, los presentes renovaron el bautismo y pasaron por delante de la pila bautismal del templo, tan vinculada al comienzo de la evangelización de Tenerife. Posteriormente  se dirigieron hacia la Catedral realizando el denominado “camino del discípulo”, en un clima festivo y testimonial. La alegría de los cantos parecía contagiarse en algunas de las personas que se encontraron por sorpresa, en la calle, a este numeroso grupo de discípulos de Cristo.
La segunda parte del encuentro tuvo lugar en el principal templo de la diócesis. Se trató de un momento de reflexión a la luz de varias semblanzas de figuras ejemplares para la fe de los católicos de estas islas: La Siervita, San José de Anchieta, el Santo Hermano Pedro y los Beatos Mártires de Tazacorte.
Como gesto para concluir este momento celebrativo en la Catedral, mientras la asamblea cantaba el himno de la misión diocesana, algunos agentes de pastoral insertaron sus banderas con el rostro de Cristo, en una gran maqueta de la isla de Tenerife, como signo de querer llevar el Evangelio a todos los rincones de nuestra tierra. 
Posteriormente, se celebró la Eucaristía presidida por el Obispo que predicó a la luz de las lecturas proclamadas este fin de semana en la Iglesia universal. En este sentido, el prelado comenzó destacando lo que pide Dios a todos los cristianos, esto es, ser luz, sal y fermento en medio del mundo. “Recordemos que la luz es Cristo que resplandece a través de nosotros” –apuntó Álvarez para añadir, a modo de ejemplo, que somos como la luna que no tenemos luz propia pero “así como en la luna resplandece la luz del sol para iluminar la oscuridad de la noche, así somos los cristianos. En nosotros resplandece la luz de Cristo porque le hemos conocido, creemos en él y tratamos de ser sus discípulos como él nos enseña”.
Por otro lado, haciéndose eco del evangelio de San Lucas, recordó la importancia de ser astutos para hacer el bien y no despertar la inteligencia para obrar el mal. “Ojalá promoviéramos nuestra astucia para promover el bien y la verdad. A veces, nos impulsa más lo contrario porque tenemos el corazón puesto en las cosas materiales, en el dinero. El materialismo no es propio de un discípulo de Jesús. No podemos servir a Dios y al dinero” - aseveró.
El prelado nivariense, en otro momento de su intervención, expresó que para poder realizar una misión, hacen falta misioneros y estos han de ser, ante todo, discípulos de Jesús. “Es muy importante el testimonio que damos a los demás. Debemos atraer a la gente a Jesús, no alejarla. Y esto se consigue siendo verdaderos discípulos. Pongámonos manos a la obra”, alentó a los presentes monseñor Álvarez.
 Al discípulo, Jesús le enseña cómo administrar el dinero, cómo relacionarse con los demás, cómo relacionarse con Dios, etc. “Esto cuesta trabajo, como les costó a los discípulos de la primera hora. Para ellos fue difícil conformar su vida con la de Cristo y tuvo que venir el Espíritu Santo para darles la fuerza necesaria. De esa forma, los discípulos aprendieron y vivieron como Cristo”. En este sentido, el prelado hizo hincapié en la importancia de no sólo conocer el evangelio, sino de ponerlo en práctica. “El verdadero discípulo, -recordó monseñor Álvarez-, piensa, siente, actúa y muere como Cristo”. En el desarrollo de esta idea, matizó que morir como Cristo, significa llevar a cabo los sacrificios del día a día, es decir, no poner por delante del bien y del deber, la apetencias. “Les felicito por el sí que han dado ustedes a esta invitación de hoy. Se han negado a las posibles comodidades para estar aquí”, aseveró.
Por último,  invitó a todos los presentes a trabajar por la misión en este año. “Empeñémonos, con la ayuda de Dios, en ser discípulos de Jesús”, concluyó monseñor Bernardo Álvarez.
Cabe señalar que, al término de la celebración, el obispo entregó a un representante de cada comisión arciprestal para la promoción de la misión, el proyecto de formación del presente curso centrado en el discipulado.
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